Miguel Otero Silva
GUERRILLERO FRUSTRADO
Y COMUNISTA ARREPENTIDO
GUERRILLERO FRUSTRADO
Y COMUNISTA ARREPENTIDO
El 28 de agosto de 1985, hace 32 años, murió en Caracas Miguel Otero Silva, destacado periodista, escritor, poeta, político, humorista e ingeniero venezolano, que hizo de las letras una herramienta para plasmar sus ideas y abogar por una apertura democrática en el país, primero durante la dictadura de Juan Vicente Gómez y luego bajo la de Marcos Pérez Jiménez.
El reconocido "MOS" fundó el semanario político Aquí está y los diarios Morrocoy Azul y El Nacional, con el apoyo económico de su padre, Henrique Otero Vizcarrondo. Su verbo mordaz y su activismo político, como parte de la Generación del 28, propiciaron el exilio que le impuso primero Gómez y luego el mandatario Eleazar López Contreras.
Influenciado por la corriente emanada de la Revolución Rusa y la ideología marxista-leninista de la época, Otero fue conocido por su inclinación hacia el comunismo y su oposición al imperialismo norteamericano, por lo cual mostró abiertamente su admiración por el líder nicaragüense, Augusto César Sandino.
En los últimos días de su vida Miguel Otero Silva confesó que se había alistado en las guerrillas revolucionarias, sin embargo abandonó la lucha armada porque luego del tercer combate se perdió en una montaña.
Posteriormente ingresó al Partido Comunista de Venezuela (PCV) "pero al cabo de quince años de abnegada militancia, llegué a la conclusión extemporánea de que mi temperamento pequeño burgués no conseguía adaptarse a la disciplina proletaria", le dijo Otero en 1985 al periódico francés Libération recogido por el historiador Rafael Arráiz Lucca en el libro Miguel Otero Silva: una visión plural.
El 1° de enero de 1959 cambiaría el trajinar del continente americano con el triunfo de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara. De ahí en adelante el gobierno de los Estados Unidos buscaría por todas las vías acabar con dicho movimiento; como por ejemplo la invasión de las tropas norteamericanas a la Bahía de Cochinos en 1961, cuya cobertura por parte de El Nacional sería muy costosa para "MOS".
Director del diario desde su fundación en el año 1943, Otero se vio obligado a renunciar luego de que transnacionales del norte como General Electric, Pan American o Standard Oil Company, emprendieran un boicot económico contra el periódico por la cobertura realizada sobre la invasión imperial. La Asociación Nacional de Anunciantes (Anda) sería la encargada de presionar hasta conseguir su dimisión.
Entre sus obras más destacadas se encuentran las novelas Oficina No. 1, Fiebre,La Muerte de Honorio, Casas Muertas, con la cual ganó el Premio Nacional de Literatura (1955) y Cuando quiero llorar no lloro, escrito que le valió el Premio Lenin de la Unión Soviética (1980). De igual forma, publicó poemarios tales como La mar que es morir y Poesía hasta 1966.
En 1979 recibió el Premio Lenin de la Paz, que era el equivalente al Premio Nobel de la Paz. En su discurso de aceptación, recogido por la Academia Nacional de la Historia y plasmada en el libro Tiempo de Hablar, agradeció el galardón ya que estaba "encaminado a exaltar la importancia de la lucha por la paz y la solidaridad entre los pueblos. Ante los atroces riesgos de muerte que amenazan al hombre, es esa la más noble y apremiante entre las causas
El reconocido "MOS" fundó el semanario político Aquí está y los diarios Morrocoy Azul y El Nacional, con el apoyo económico de su padre, Henrique Otero Vizcarrondo. Su verbo mordaz y su activismo político, como parte de la Generación del 28, propiciaron el exilio que le impuso primero Gómez y luego el mandatario Eleazar López Contreras.
Influenciado por la corriente emanada de la Revolución Rusa y la ideología marxista-leninista de la época, Otero fue conocido por su inclinación hacia el comunismo y su oposición al imperialismo norteamericano, por lo cual mostró abiertamente su admiración por el líder nicaragüense, Augusto César Sandino.
En los últimos días de su vida Miguel Otero Silva confesó que se había alistado en las guerrillas revolucionarias, sin embargo abandonó la lucha armada porque luego del tercer combate se perdió en una montaña.
Posteriormente ingresó al Partido Comunista de Venezuela (PCV) "pero al cabo de quince años de abnegada militancia, llegué a la conclusión extemporánea de que mi temperamento pequeño burgués no conseguía adaptarse a la disciplina proletaria", le dijo Otero en 1985 al periódico francés Libération recogido por el historiador Rafael Arráiz Lucca en el libro Miguel Otero Silva: una visión plural.
El 1° de enero de 1959 cambiaría el trajinar del continente americano con el triunfo de la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro y Ernesto "Che" Guevara. De ahí en adelante el gobierno de los Estados Unidos buscaría por todas las vías acabar con dicho movimiento; como por ejemplo la invasión de las tropas norteamericanas a la Bahía de Cochinos en 1961, cuya cobertura por parte de El Nacional sería muy costosa para "MOS".
Director del diario desde su fundación en el año 1943, Otero se vio obligado a renunciar luego de que transnacionales del norte como General Electric, Pan American o Standard Oil Company, emprendieran un boicot económico contra el periódico por la cobertura realizada sobre la invasión imperial. La Asociación Nacional de Anunciantes (Anda) sería la encargada de presionar hasta conseguir su dimisión.
Entre sus obras más destacadas se encuentran las novelas Oficina No. 1, Fiebre,La Muerte de Honorio, Casas Muertas, con la cual ganó el Premio Nacional de Literatura (1955) y Cuando quiero llorar no lloro, escrito que le valió el Premio Lenin de la Unión Soviética (1980). De igual forma, publicó poemarios tales como La mar que es morir y Poesía hasta 1966.
En 1979 recibió el Premio Lenin de la Paz, que era el equivalente al Premio Nobel de la Paz. En su discurso de aceptación, recogido por la Academia Nacional de la Historia y plasmada en el libro Tiempo de Hablar, agradeció el galardón ya que estaba "encaminado a exaltar la importancia de la lucha por la paz y la solidaridad entre los pueblos. Ante los atroces riesgos de muerte que amenazan al hombre, es esa la más noble y apremiante entre las causas
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