Un episodio de “Venezuela Heróica”
LUISA CACERES DE ARISMENDI CAE
PRISIONERA EN DEFENSA DE LA PATRIA
LUISA CACERES DE ARISMENDI CAE
PRISIONERA EN DEFENSA DE LA PATRIA
El 24 de septiembre de 1815, ordenan la prisión de Luisa Cáceres de Arismendi que es conducida, primero a La Asunción, en la Isla de Margarita, donde se le señala la casa de la familia Anés por cárcel, mientras todos los bienes de Arismendi son confiscados. Días más tarde es encerrada en las bóvedas del Castillo de Santa Rosa.
Eduardo Blanco, el insigne autor de “Venezuela Heroica” recuerda la vida de Luisa Cáceres de Arismendi en la prisión:
Recuerdan sus biógrafos que “algunos éxitos militares de Arismendi le permitieron en esos mismos días, hacer prisioneros a varios jefes españoles y entre ellos al Comandante Cobián, jefe del Castillo de Santa Rosa en donde estaba prisionera Luisa Cáceres. El comando español le propuso al jefe patriota el canje de su esposa por Cobián y otros prisioneros españoles. “Diga usted al jefe español que sin Patria no quiero esposa”, respondió Arismendi.
Luisa Cáceres dio a luz en su celda de prisionera en el Castillo margariteño una niña que nació muerta, “a causa seguramente de los malos tratos que durante todo su embarazo recibió su madre”.
Semanas más tarde, Luisa Cáceres es trasladada a La Guaira y después de permanecer, durante varias semanas, recluida y vigilada estrechamente en el Convento de la Concepción en Caracas la devuelven a La Guaira para ser encerrada en las terribles bóvedas del puerto. Recuerda Briceño que en 1816, fue embarcada en unión de otros prisioneros patriotas a bordo del barco “El Pópulo” con destino a España, pero un buque corsario norteamericano apresó la nave y sus pasajeros-prisioneros fueron desembarcados en las islas Azores.
El término final de esta odisea fue Cádiz adonde llegó la heroína en enero de 1817. Un nuevo gesto de su firmeza republicana pone en evidencia el temple de su personalidad, pues las autoridades españolas le ofrecen libertad plena si firma un acta renunciando a sus ideas de independencia y república. La respuesta de la venezolana es la misma que tuvo cuando estaba prisionera y embarazada, en las bóvedas del Castillo de Margarita: “No renuncio a mis deberes”.
Finalmente con la valiosa intervención de un amigo inglés y de Francisco Carabaño logra evadirse de España para viajar a los Estados Unidos. Llega a Filadelfia en mayo de 1818. Y después de recibir noticias de su esposo victorioso regresa a Margarita en julio del mismo año 1818, siendo recibida con el justo homenaje de un pueblo que la veía como un símbolo de fe, de valentía, como una lección viva. Como la Patria encarnada en una mujer.
A lo largo del resto de su vida mantuvo esa justa preeminencia de máxima heroína, de fundadora de la patria, atenta a intervenir en los grandes acontecimientos con su presencia, su influencia y su palabra acatada y respetada.
En junio de 1866, a la edad de sesenta y siete años, murió en Caracas. La República agradecida le acordó los honores del Panteón Nacional a sus restos y numerosas instituciones, plazas y monumentos perpetúan su nombre ejemplar.
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