El Domingo de Resurrección o Domingo de Gloria es la fiesta más importante para los cristianos porque celebran la Resurrección de Jesucristo tras haber sido crucificado mortalmente. Alaban que Jesús triunfó sobre la muerte, abriendo la puerta de los cielos a los creyentes. Con esta conmemoración religiosa finaliza la Semana Santa para la fe católica.
Es el día en que Cristo resucita después de ser crucificado, después -en “Cuerpo Glorioso”- va al encuentro con sus apóstoles y luego sube al cielo. Hoy, termina la Semana Santa y, con esta celebración final del Día de la Resurrección, se solemniza uno de los pilares de la fe católica.
Este día de resurrección es alegre, pero triste para los cofrades, alegre por la manifestación de la resurrección que sustenta la religión y triste porque la Semana Santa finaliza.
Es un día agridulce para multitud de fieles; por un lado, celebran su fe y, por otro, dan por concluidas unas fiestas de gran emoción. La manera de celebrar esta despedida difiere mucho de una comunidad a otra. En general, suelen reunirse todos los cofrades que han desfilado a lo largo de estos días y las muestras son de alegría por un Cristo resucitado.
El Domingo de Resurrección o de Pascua de Resurrección es importante para los católicos, ya que con la resurrección es cuando adquiere sentido toda su religión.
Como curiosidad se advierte que el Domingo de Resurrección es el culpable de que los domingos sean los que se consideran festivos y de descanso en la semana, ya que como es una fiesta clave del calendario litúrgico, en los primeros siglos del cristianismo, gracias a ella, se cambió el día dedicado al descanso y a la alabanza a Dios nuestro creador, del sábado al domingo. En cambio, en la religión judía, como no se reconoce la resurrección de Cristo, el día festivo sigue siendo el sabbath o sábado
En la misa dominical, este pasaje se recuerda de una manera especial. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.
La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no pueden vivir más con caras tristes.
La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas, entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles.
Cuando se celebra la Resurrección de Cristo, se está celebrando también la propia liberación de la humanidad. Se alaba la derrota del pecado y de la muerte.
En la Resurrección se encuentra la clave de la esperanza cristiana: si Jesús está vivo y está junto a sus fieles, ¿qué se puede temer?, ¿qué se puede preocupar?
Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección de Cristo, pues se puede estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si se ha sido fiel, se llegará a una vida nueva y eterna, en la que se gozará de Dios para siempre.
San Pablo escribió: “Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” (I Corintios 15,14).
Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y se dudaría que fuera realmente Dios.
Pero, como Jesús sí resucitó, entonces se sabe que venció a la muerte y al pecado; sabemos que Jesús es Dios, se entiende que los creyentes resucitarán también, se reafirma que ganó para los fieles la vida eterna y, de esta manera, toda la vida adquiere sentido.
La Resurrección de Cristo es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los cristianos no pueden vivir más con caras tristes. Deben tener cara de resucitados, demostrar al mundo la alegría inmensa porque Jesús ha vencido a la muerte.
La Resurrección de Cristo es una luz para los hombres y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico.
Hay que estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo, Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, se deben aprovechar todas las gracias que Dios da la humanidad para crecer en la fe y ser mejores cristianos. Hay que vivir con profundidad este tiempo.
Cuando Jesús se fue al Cielo, después de resucitar, los primeros cristianos fijaron una época del año, la Cuaresma, cuarenta días antes de la fiesta de Pascua de Resurrección, en la que todos los cristianos debían hacer sacrificios para limpiar su alma. Uno de estos sacrificios era no comer huevo durante la Cuaresma. Entonces, el día de Pascua, salían de sus casas con canastas de huevos para regalar a los demás cristianos. Todos se ponían muy contentos, pues con los huevos recordaban que estaban festejando la Pascua, la Resurrección de Jesús: la fiesta mayor (festum festorum).
En conclusión, la Resurrección de Jesucristo es importante por muchas razones. Primero, testifica del inmenso poder de Dios mismo. Creer en la resurrección es creer en Dios. Si Dios existe, y si Él creó el universo y tiene poder sobre él, entonces, Él tiene el poder de levantar a los muertos. Si Él no tiene tal poder, Él no es un Dios digno de nuestra fe y adoración. Sólo Él, quien creó la vida, puede resucitar después de la muerte. Sólo Él puede revertir la atrocidad que es la muerte misma, y sólo Él puede quitar el aguijón que es la muerte y dar la victoria sobre la tumba. En la Resurrección de Jesús de la tumba, Dios recuerda su absoluta soberanía sobre la vida y la muerte.
Segundo, la Resurrección de Jesús es un testimonio para la resurrección de los seres humanos, la cual es un principio básico de la fe cristiana. A diferencia de todas las otras religiones, sólo el cristianismo tiene un fundador que trascendió la muerte y quien prometió que sus seguidores harían lo mismo. Todas las otras (falsas) religiones fueron fundadas por hombres y profetas, cuyo fin fue la tumba. Como cristianos, confortados en el hecho de que Dios se hizo hombre con el cuerpo de Jesús, murió por los pecados de la humanidad, fue muerto y resucitado al tercer día. La tumba no pudo retenerlo. Él vive y ahora está sentado a la diestra de Dios el Padre en el Cielo. La iglesia viviente tiene una Cabeza viviente.
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