Esta noche la Iglesia asume el papel de los criados del Evangelio, que, con lámparas encendidas, esperamos y acogemos al Señor resucitado que nos invita a volver a Él y, a sentarnos a su mesa eucarística. Esta noche nos enseña que Cristo resucitado es luz de nuestro diario vivir; proclamamos la Palabra de la salvación que tiene pleno cumplimiento en la resurrección del Señor.
Celebración del fuego nuevo:
Al iniciar la celebración, el sacerdote apaga todas las luces de la Iglesia, enciende un fuego nuevo y con el que prende el cirio pascual, que representa a Jesús. Sobre el cirio, marca el año y las letras griegas "Alfa" y "Omega", que significan que Jesús es el principio y el fin del tiempo y que este año le pertenece.
Preparación del cirio pascual: fijemos nuestra atención en el cirio que se prepara, para destacarlo luego como señal de la presencia de Jesús resucitado que brilla en medio de nosotros.
El sacerdote llevará a cabo la bendición del fuego. Luego de la procesión, en la que se van encendiendo las velas y las luces de la Iglesia, el sacerdote canta el Pregón Pascual.
Cristo es la luz que nos sigue guiando en nuestro camino como discípulos misioneros del Señor. Sigámosla con fe.
La luz esta llegando.
Jesús comienza buscando y convocando colaboradores.
Cristo quiere que los mismos hombres llamen a todos los hombres.
Con la luz, podemos contemplar la maravilla del mundo.
Luz plena sólo es Dios. Fuera de Dios, y en el pecado, existe la tiniebla.
Mateo escribe: "El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte les brilló una luz" Mateo 4,12, usa la metáfora de la luz, símbolo de vida y de felicidad, que les trae la luz de la Palabra encarnada.
“Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida” San Juan 8,12-20.
El sábado santo es un día de oración junto a la tumba esperando la resurrección. Es día de reflexión y silencio. Es la preparación para la celebración de la Vigilia Pascual.
Esta noche se lleva a cabo la celebración de la Vigilia Pascual. Dicha celebración tiene tres partes importantes que terminan con la Liturgia Eucarística:
1. Celebración del fuego nuevo.
2. Liturgia de la Palabra.
3. Liturgia Bautismal.
El Pregón Pascual es un poema muy antiguo (escrito alrededor del año 300) que proclama a Jesús como el fuego nuevo.
Pregón pascual: En el canto hacemos más expresiva la plegaria de la Iglesia y con este himno bellísimo del pregón pascual expresamos todos los motivos que nos llenan de alegría en esta noche.
Exulten por fin los coros de los ángeles,
exulten las jerarquías del cielo,
y por la victoria de Rey tan poderoso
que las trompetas anuncien la salvación.
Goce también la tierra,
inundada de tanta claridad,
y que, radiante con el fulgor del Rey eterno,
se sienta libre de la tiniebla
que cubría el orbe entero.
Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
revestida de luz tan brillante;
resuene este templo con las aclamaciones del pueblo.
En verdad es justo y necesario
aclamar con nuestras voces
y con todo el afecto del corazón
a Dios invisible, el Padre todopoderoso,
y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre
la deuda de Adán
y, derramando su sangre,
canceló el recibo del antiguo pecado.
Porque éstas son las fiestas de Pascua,
en las que se inmola el verdadero Cordero,
cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
Ésta es la noche
en que sacaste de Egipto
a los israelitas, nuestros padres,
y los hiciste pasar a pie el mar Rojo.
Ésta es la noche
en que la columna de fuego
esclareció las tinieblas del pecado.
Ésta es la noche
en que, por toda la tierra,
los que confiesan su fe en Cristo
son arrancados de los vicios del mundo
y de la oscuridad del pecado,
son restituidos a la gracia
y son agregados a los santos.
Ésta es la noche
en que, rotas las cadenas de la muerte,
Cristo asciende victorioso del abismo.
¿De qué nos serviría haber nacido
si no hubiéramos sido rescatados?
¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
¡Qué incomparable ternura y caridad!
¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
Necesario fue el pecado de Adán,
que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
¡Qué noche tan dichosa!
Sólo ella conoció el momento
en que Cristo resucitó de entre los muertos.
Ésta es la noche
de la que estaba escrito:
«Será la noche clara como el día,
la noche iluminada por mí gozo.»
Y así, esta noche santa
ahuyenta los pecados,
lava las culpas,
devuelve la inocencia a los caídos,
la alegría a los tristes,
expulsa el odio,
trae la concordia,
doblega a los poderosos.
En esta noche de gracia,
acepta, Padre santo,
este sacrificio vespertino de alabanza
que la santa Iglesia te ofrece
por rnedio de sus ministros
en la solemne ofrenda de este cirio,
hecho con cera de abejas.
Sabernos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
Y aunque distribuye su luz,
no mengua al repartirla,
porque se alimenta de esta cera fundida,
que elaboró la abeja fecunda
para hacer esta lámpara preciosa.
¡Que noche tan dichosa
en que se une el cielo con la tierra,
lo humano y lo divino!
Te rogarnos, Señor, que este cirio,
consagrado a tu nombre,
arda sin apagarse
para destruir la oscuridad de esta noche,
y, como ofrenda agradable,
se asocie a las lumbreras del cielo.
Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
ese lucero que no conoce ocaso
y es Cristo, tu Hijo resucitado,
que, al salir del sepulcro,
brilla sereno para el linaje humano,
y vive y reina glorioso
por los siglos de los siglos.
Amén.
Liturgia de la Palabra:
Después de la Celebración del fuego nuevo, se sigue con la lectura de la Palabra de Dios. Se acostumbra leer siete lecturas con sus Salmos, empezando con la Creación hasta llegar a la Resurrección.
Las lecturas del Antiguo Testamento tienen un ritmo interno bien conocido: la Ley y los Profetas, con los Salmos. En el primer grupo, la creación, el sacrificio de Abrahán y el paso del mar Rojo. En el segundo, la llamada al amor renovador (con una alusión intencionada a los días de Noé y al diluvio: referencia bautismal y eclesial) y las imágenes sapienciales-sacramentales de la alianza (el agua, el alimento, la Palabra) en los dos textos de Isaías; la llamada entusiasta a la fe, en el texto de Baruc; la promesa del don escatológico (un pueblo, un agua pura, un corazón y un espíritu nuevo), en el maravilloso texto de Ezequiel. En los salmos resuenan los temas de las lecturas que les preceden, destacándose los dos cánticos bíblicos: el de Moisés para la lectura del Éxodo y el de Isaías 12 como cántico bautismal.
En esta noche santa Jesús nos abre las puertas del paraíso.
Esta noche de Pascua, en su verdadero sentido, es la fiesta nupcial de la Iglesia. Todas las imágenes de nupcias y bodas que, llenan de promesas, nos acompañan a lo largo de la liturgia anual, alcanzan hoy toda su plenitud. La imagen del pozo de Jacob se ha hecho feliz realidad: la mujer que no tenía esposo, pero que había pertenecido a muchos, ha encontrado al esposo celestial que le estaba destinado desde el comienzo. La humanidad ha acabado por comprender a quién debe dirigir el saludo que hasta ahora había dirigido a un esposo falso y seductor. Este saludo era: "¡Salve, esposo! ¡Salve, nueva luz!" (Fírmico Materno). Pues "sólo hay una luz, sólo hay un esposo: Cristo es el único que ha recibido la gracia de tal nombre" (Id). Aquí, en la noche de Pascua, en boca de la Iglesia y ante la luz del cirio pascual, figura de Cristo, el antiguo saludo de los misterios paganos alcanza su verdadero sentido. Ya es de noche; llega el esposo a casa y encuentra a la esposa desvelada. No ha podido pegar los ojos sabiéndolo fuera, en la noche del sepulcro.
"NO ESTÁ AQUÍ, HA RESUCTIADO"
Nos recuerda San Pablo que, por el Bautismo, hemos sido incorporados a Cristo y participamos de su misterio pascual. Cristo muere en la cruz y con ello propicia nuestra muerte al pecado. Cristo resucita y su resurrección es alegría para todos ya que, por su Victoria, tenemos Vida. Escuchemos gozosos, pues el triunfo de Cristo es nuestro propio triunfo.
Cantamos hoy de nuevo el canto de alegría, el aleluya. Es el solemne anuncio de la Resurrección. “No está aquí ha resucitado”.
El Evangelio contiene la gran noticia de la resurrección de Jesús. El sepulcro vacío y las palabras del Ángel son pruebas irrefutables. Las mujeres tendrán que llevar el mensaje de la resurrección a los discípulos, especialmente para Pedro.
La liturgia de esta noche nos propone un buen consejo. Nos enseña a hacer memoria de las obras de Dios. Las lecturas, en efecto, nos han narrado su fidelidad, la historia de su amor por nosotros. La Palabra viva de Dios es capaz de implicarnos en esta historia de amor, alimentando la esperanza y reavivando la alegría. Nos lo recuerda también el Evangelio que hemos escuchado: los ángeles, para infundir la esperanza en las mujeres, dicen: «Recordad cómo Jesús os habló». No olvidemos su Palabra y sus acciones, de lo contrario perderemos la esperanza; hagamos en cambio memoria del Señor, de su bondad y de sus palabras de vida que nos han conmovido; recordémoslas y hagámoslas nuestras, para ser centinelas del alba que saben descubrir los signos del Resucitado.
Queridos hermanos y hermanas, ¡Cristo ha resucitado! Abrámonos a la esperanza y pongámonos en camino; que el recuerdo de sus obras y de sus palabras sea la luz resplandeciente que oriente nuestros pasos confiadamente hacia la Pascua que no conocerá ocaso.
El Señor está vivo y quiere que lo busquemos entre los vivos. Después de haberlo encontrado, invita a cada uno a llevar el anuncio de Pascua, a suscitar y resucitar la esperanza en los corazones abrumados por la tristeza, en quienes no consiguen encontrar la luz de la vida.
La liturgia de esta noche nos propone un buen consejo. Nos enseña a hacer memoria de las obras de Dios.
No permitamos que la oscuridad y los miedos atraigan la mirada del alma y se apoderen del corazón, sino escuchemos las palabras del Ángel: el Señor "no está aquí. Ha resucitado".
Liturgia Bautismal:
Suelen haber bautizos este día, pero aunque no los haya, se bendice la Pila bautismal o un recipiente que la represente y se recita la Letanía de los Santos. Esta letanía nos recuerda la comunión de intercesión que existe entre toda la familia de Dios. Las letanías nos permiten unirnos a la oración de toda la Iglesia en la tierra y la Iglesia triunfante, de los ángeles y santos del Cielo.
El agua bendita es el símbolo que nos recuerda nuestro Bautismo. Es un símbolo que nos recuerda que con el agua del bautismo pasamos a formar parte de la familia de Dios.
A todos los que ya estamos bautizados, esta liturgia nos invita a renovar nuestras promesas y compromisos bautismales: renunciar a Satanás, a sus seducciones y a sus obras. También, de confirmar nuestra entrega a Jesucristo.
Con la Eucaristía llegamos al momento culminante, el más importante de la celebración de esta noche. Glorifiquemos y demos gracias al Padre porque en Cristo resucitado nos abre el camino de la vida.
El gozo y la alegría que reflejamos en esta Noche Santa debe ser por nuestra nueva condición de hijos de Dios. Hagamos de nuestra vida renovada, por la resurrección de Cristo, el mejor don para presentar a Dios.
¡Verdaderamente Cristo ha resucitado!
Te damos gracias, Padre, Señor de la vida, porque Cristo resucitó hoy del sepulcro. ¡Aleluya!
Él es el lucero matinal que no conocerá ocaso.
Ésta es la noche venturosa que une cielo y tierra, cuando la muerte fue vencida por la vida.
Ésta es la noche en que por todo el universo los que confesamos nuestra fe en Cristo resucitado somos liberados del pecado y restituidos a la gracia.
¡Feliz culpa que nos mereció tal Redentor!
Éste es el día en que actuó el Señor, ¡aleluya!,
sea nuestra alegría y nuestro gozo, ¡aleluya!
Amén
No hay comentarios.:
Publicar un comentario