sábado, 30 de marzo de 2019

¿GUERRA CIVIL? PASOS DE LA OPERACIÓN LIBERTAD QUE GUAIDÓ ACTIVARÁ PRONTO PARA TUMBAR A MADURO



“Cada vagón del metro puede convertirse en una Bosnia en miniatura”, dice Hans Magnus Enzensberger en su ensayo sobre la naturaleza de los conflictos posteriores a la Guerra Fría. La frase se convierte en un resumen brutal de lo que puede ser un escenario lamentable para Venezuela: la Guerra Civil Molecular.

Malestar subterráneo

A principios de los años 90, Enzensberger publica ‘Perspectivas de la Guerra Civil’, un ensayo en el que postula un paradigma novedoso para evaluar las crisis de las sociedades industriales que abandonan la tensión Estados Unidos-Unión Soviética para adentrarse en los nebulosos caminos del mundo unipolar.

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Sensibilizado por el conflicto Yugoslavo, cuyo cruel terreno fue abonado por Estados Unidos y la OTAN, Enzensberger postula que la guerra ya no será el enfrentamiento entre Ejércitos nacionales, sino que mutará a una forma de lucha en el corazón de las propias sociedades. Esta clase de guerra no suele ocurrir como en las películas de Hollywood. La confrontación no estalla con bombas de humo y se despliega ante nuestros ojos tras una bandera estadounidense. No veremos a un contingente de marines arrasando todo a su paso. Para Enzensberger, el asunto es mucho más invisible y se va apoderando de cada espacio de la sociedad sin que nadie la perciba. Es un malestar social que se incuba y florece a menudo con frutos muy amargos.

“El comienzo es incruento la evidencia circunstancial —detalla Enzensberger—. La Guerra Civil Molecular pasa inadvertida. No hay movilización general. La cantidad de basura en el lado de las calles aumenta gradualmente. Montones de jeringas y botellas rotas aparecen en el parque. Los grafitis monótonos están pintados en las paredes, su único mensaje tiene que ver con el autismo. Los muebles de los salones de clase están destrozados, los jardines delanteros huelen a mierda y orina: pequeñas declaraciones mudas de guerra que cualquier habitante de la ciudad con experiencia puede interpretar. Pronto los signos se vuelven más claros. Se cortan los neumáticos, se cortan los cables de emergencia, se prenden fuego a los autos. En un incidente espontáneo tras otro, la ira se desahoga con cualquier cosa que no esté dañada, el odio se convierte en algo que funciona y forma una amalgama insoluble con odio a sí mismo. La juventud es la vanguardia de la guerra civil”, señala.

La degradación social como semillero de conflictos moleculares

Existen algunas características para identificar esta guerra silenciosa. Un especialista en inteligencia, polemología y geopolítica, Sebastián Tepedino, explica en exclusiva a Sputnik que la Guerra Civil Molecular “constituye un fenómeno notablemente urbano de vandalismo y violencia en las ciudades. Las acciones están caracterizadas por el autismo y la falta de convicción. Son llevadas por vanguardias jóvenes motorizadas por el deseo de agresión sin contenido”, relata.

Las sanciones y el bloqueo financiero, la guerra psicológica para sembrar el odio entre venezolanos, el debilitamiento de la imagen institucional producto de la incapacidad para hacer frente al deterioro del bienestar material de la población, son el caldo de cultivo para esta hipótesis de conflicto. Pero lo es, aún más, la colonización cultural de antivalores que se vuelven prácticas cotidianas.

Fenómenos como el ‘bachaquerismo’ o venta de alimentos y bienes de primera necesidad en forma paralela a los canales formales de la economía. El contrabando de extracción de combustible y del cono monetario fuera del país. La especulación cambiaria y la corrupción en general, aceleran la decadencia.

Tal como lo explica Tepedino, citando al general francés Eric de la Maisonneuve, ” (…) la principal amenaza que pesa sobre nuestra sociedad es la de su propia descomposición…”. Quizá por ello, Enzensberger nos alerta una y otra vez de que “la guerra civil no es algo que hemos importado del extranjero. No es un virus que nos haya permitido infectarnos. Viene desde dentro, y siempre comienza con una minoría”.

Tepedino se extiende en este aspecto, pues a su juicio allí radica el mayor peligro de esta nueva forma de conflicto:

“Cuando una sociedad pierde la brújula de lo que tiene que hacer, la acción o inacción del Estado pasa a ser una cuestión meramente incidental. Lo primario radica en la profunda descomposición de la racionalidad. (…) El Estado como orden jurídico que se vale de actos jurídicos se desvanece ante la cultura antijurídica de la guerra civil molecular donde ‘vale todo’. La guerra civil representa una ruptura en el monopolio legítimo de la fuerza de parte del Estado como personificación del derecho. (…)

Fases de la Guerra Civil Molecular

La potente agresión no convencional lanzada por Estados Unidos contra Venezuela desde la llegada al poder del presidente Nicolás Maduro brindó el soporte para que se incubara el germen de la Guerra Civil Molecular, tal y como lo plantea Enzensberger.

La otra circunstancia que la hizo posible fue la incapacidad del Estado para intuir estratégicamente sus vulnerabilidades y hacerles frente. En palabras del economista Philippe Delmas, citado por Tepedino: “La guerra ya no proviene de la potencia de los Estados, sino de su propia fragilidad…”. Por tanto, identificar los momentos en que discurre esta nueva teoría del conflicto nos permite una visión panorámica de lo que enfrentamos como sociedad.

Falsa paz (fase cero): Tepedino la considera “imperceptible a los ojos del ciudadano de a pie, que vive normalmente con las vicisitudes diarias que pueden transcurrir en su vida”. Sin embargo, pueden comenzar a aparecer pequeñas señales, hechos puntuales y en apariencia inconexos que no parecen al principio de mucha importancia, pero que para el ojo experto podría indicar que un mal germina al interior de una sociedad. Pongamos por ejemplo el progresivo abandono del sistema de transporte Metro de Caracas, aunque podría extenderse el ejemplo a Hospitales, Escuelas, etc. Comienza con una butaca rota, un grafiti en un vagón o un aire acondicionado que no funciona. Una solitaria voz de queja de algún usuario desperdigada entre la marea masiva de gente. Sí, al principio no parece gran cosa. Nadie las atiende, nadie se ocupa.

Falsa normalidad (fase uno): Enzensberger denomina a esta etapa ‘Comandante Cero’. Y Tepedino la define por una acumulación de problemas que nunca fueron solucionados, lo que favorece la instauración de una crisis que se extenderá en el tiempo y permitirá avanzar al caos. Se trata de un nivel “eminentemente cultural” donde comienza a perderse el respeto por las reglas y la fe en las instituciones. Lo que conlleva a que se desarrolle una “cultura antijurídica progresiva basada en la transgresión y el remedio excepcional”.

En esta fase, la vida de los ciudadanos continúa en una “falsa normalidad”, apalancada por el deseo aún latente de que los problemas se solucionen. El retardo de los gobiernos en cumplir con dichas expectativas es lo que da paso a la desconfianza hacia el Estado y sus capacidades. Es una fase peligrosa por cuanto la cohesión social se resquebraja, el respeto por los principios se desmorona y se desvinculan “los intereses individuales y grupales del interés colectivo, estableciéndose así la premisa del ‘sálvese el que pueda’.

Crisis de seguridad o confianza (fase dos): Para Enzensberger aquí aparece una categoría denominada ‘Comandante Invisible’, que está relacionada con la incapacidad del Estado de generar la protección y justicia que los ciudadanos esperan de él. Puede caracterizarse por varias subfases identificadas con “la indolencia” del funcionariado estatal y el desinterés para “servir al bien común”. Otro aspecto viene a ser “la omisión”, en el que, a diferencia de la indolencia (que es una forma pasiva de proceder), se pretende sacar alguna ventaja de las posiciones de poder (Piénsese en las mafias que cobran por algunos servicios como, por ejemplo, la expedición de pasaportes o documentos legales).

Por último, tenemos la subfase de ‘la comisión’ en la que funcionarios estatales actúan directamente en la ejecución de delitos (Cobro de vacunas, secuestros, etc), lo que “favorece la conformación de sistemas reticulares de crimen organizado”, señala Tepedino. Preguerra Civil Molecular (fase tres): Producto de la desatención del Estado para garantizar la seguridad interior, se multiplican los territorios tomados por la violencia y las bandas criminales. La sociedad pone en entredicho las capacidades del Gobierno en su conjunto para proteger a la población y comienzan a crearse “fortalezas urbanas”, especie de guetos donde la población ha corporativizado su seguridad entregándosela a empresas privadas y contratistas. Lo peligroso de este fenómeno es que, además de deslegitimar al Estado, se crean grupos de autodefensas que disputan al Estado su monopolio de la violencia. En la frontera sur de Venezuela, esta fase está cobrando una intensidad que conviene atender. También las Guarimbas del 2017 en Venezuela permitieron atestiguar el funcionamiento de territorios tomados por la violencia, donde grupos armados mantuvieron confinados durante semanas a miles de ciudadanos dentro de sus hogares y urbanizaciones, so pena de ser asesinados o heridos.

Estado de Guerra Civil Molecular (fase cuatro): En vista de las declaraciones del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, esta fase es la que le tocará transitar a Venezuela en el futuro próximo. Un escenario similar al de las Guarimbas del 2017, con el añadido que significa el deterioro acelerado del bienestar material de la población.

Tepedino describe que en esta fase no es tanto la extensión del territorio o las armas empleadas para la violencia, lo que debe ser tomado en cuenta, sino “la voluntad de avasallar al otro, ignorando completamente a las instituciones, las normas establecidas y lo que hace al Estado de Derecho”. Las acciones violentas son dirigidas por un ‘Comandante invisible’ puesto que no responden a “un mando centralizado o una conducción centralizada y no siguen una lógica militar, son anárquicas, nihilistas”. Anarquía o Guerra Civil Macroscópica (fase final): Si se permite que avance la desintegración social como producto de la Guerra Civil Molecular, descrita en la fase anterior, se llegaría al ‘colapso de un Estado’. La anarquía a la que se daría paso no resultaría permanente, sino que sería parte de un estadio transitorio en el que se abren dos opciones a juicio de Tepedino: “O se retrocede hacia la regeneración del viejo Estado o se avanza hacia una guerra civil macroscópica con miras a las constitución de una o varias unidades geopolíticas nuevas (nuevos Estados)”. Para el especialista, esta etapa es sumamente crítica por cuanto “la historia demuestra que la fragmentación macroscópica se da cuando las Fuerzas Armadas de un país se dividen”, lo que abre la puerta a la balcanización, la partición o escisión territorial.

Ante tal perspectiva, Tepedino hace algunas recomendaciones a quienes tienen responsabilidades de alto nivel gubernamental sobre cómo enfrentar la amenaza que representa la Guerra Civil Molecular:

“No hay una receta sencilla (…) Cuando las sociedades dejan de adherirse a los principios rectores sobre los cuales se fundaron sobrevienen estas crisis. Intuyo que la clave fundamental es contar con un Estado fuerte y sano basado en los principios fundamentales y democráticos, que haga cultura del orden y el respeto a las leyes. La ley y el orden son la mejor barrera de contención”, concluye.

(sputniknews.com)

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