domingo, 14 de enero de 2018

Crimen de la socialdemocracia :El 15 de enero de 1919: Alemania: Es asesinada la dirigente comunista Rosa Luxemburgo.


 Hubo una vez una revolución en Alemania!!!
Esta revolucionaria alemana cae asesinada por los nazis, con tan sólo
48 años, junto al también dirigente comunista Kart Liebknech. Fue
fundadora de la Liga Espartaquista.

El gobierno contrarrevolucionario de la socialdemocracia alemana
decidió que aquel cerebro teórico del marxismo tenía que dejar de
pensar. Rosa Luxemburgo fue apresada durante la frustrada revolución
de 1919, en Berlín, junto a otros compañeros, entre ellos, Karl
Liebknett.

Unos sicarios, oficiales del ejército, le hundieron el cráneo a golpes
que remataron con un tiro en la cabeza. Su cadáver mutilado fue tirado
a un canal del que no sería rescatado hasta meses después.

Un compañero de lucha, Leo Jogiches, asesinado en las jornadas de
marzo, comunicó a Lenin, el máximo dirigente del partido bolchevique y
de la Gran Revolución Rusa de Octubre (1917), la muerte de Rosa
Luxemburgo y de Karl Liebknett, en términos lapidarios: “Rosa y Karl
han llevado a su extremo el deber revolucionario”.

Y es que, tanto Rosa como Karl pudieron haber huido, cuando la
socialdemocracia gubernamental decidió ser “el perro sangrador” de la
revolución alemana, incitando a matar a los dirigentes espartaquistas
y recientes fundadores del Partido Comunista Alemán (KPD).

Las paredes de las calles de Berlín aparecieron con carteles que
decían: “Si quieres tener pan, trabajo y paz, mata a Liebknett y Rosa
Luxemburg”. El mismo diario socialdemócrata Vorwärts, en el que antaño
escribiera Rosa incitaba a que la asesinaran impunemente.

Rosa Luxemburgo había nacido el 5 de marzo de 1871 en Zamosc, cerca de
Lublin, en la Polonia entonces controlada por Rusia, en el seno de una
familia de origen judío. Su padre fue Eliasz Luxemburgo III, un
comerciante de maderas, y su madre Line Löwenstein. Tuvieron cuatro
hijos antes de Rosa, la cual nació con un defecto en el crecimiento
que la discapacitó físicamente toda su vida. Después de estar postrada
en cama por una dolencia en la cadera a la edad de cinco años, quedó
con una cojera permanente.

Al mudarse a Varsovia, Rosa asistió a un instituto femenino
(Gymnasium) desde 1880. Incluso a esa edad tan temprana, Rosa aparece
ya como miembro del partido polaco izquierdista «Proletariat» desde
1886. Este partido se fundó en 1882, 20 años después de la aparición
de los partidos obreros en Rusia, e inició su andadura política con la
organización de una huelga general, tras la cual el partido fue
desbaratado y cuatro de sus líderes condenados a pena de muerte.
Algunos de sus miembros consiguieron reagruparse en secreto, uniéndose
Rosa a uno de estos grupos.

Militó activamente en el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD),
hasta que en 1914 se opuso radicalmente a la participación de los
socialdemócratas en la I Guerra Mundial, por considerarla un
“enfrentamiento entre imperialistas”. Integró entonces el grupo
internacional que en 1916 se convirtió en Liga Espartaquista, grupo
marxista que sería el origen del Partido Comunista de Alemania (KPD).
Al terminar la guerra fundó el periódico La Bandera Roja, junto con el
alemán Karl Liebknecht. Sus libros más conocidos, publicados en
castellano, son Reforma o Revolución (1900), Huelga de masas, Partido
y sindicato (1906), La Acumulación del Capital (1913) y La Revolución
Rusa (1918), en el cual critica constructivamente a la misma y
sostiene que la forma soviética de hacer la revolución no puede ser
universalizada para todas las latitudes.

Tomó parte en la frustrada revolución de 1919 en Berlín, aun cuando
este levantamiento tuvo lugar en contra de sus consejos. La revuelta
fue sofocada con la intervención del ejército y la actuación de los
freikorps o ‘cuerpos libres’ (grupos de excombatientes nacionalistas).
A su término, cientos de personas, entre ellas Rosa Luxemburgo, fueron
encarceladas, torturadas y asesinadas.

Las últimas palabras conocidas de Rosa Luxemburgo, escritas la noche
de su muerte, fueron sobre su confianza en las masas, y en la
inevitabilidad de la revolución:

«El liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser
regenerado desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas
son el pilar sobre el que se construirá la victoria final de la
revolución. Las masas estuvieron a la altura; ellas han convertido
esta derrota en una de las derrotas históricas que serán el orgullo y
la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo que la
victoria futura surgirá de esta derrota».

«¡El orden reina en Berlín!, ¡Estúpidos secuaces! Vuestro ‘orden’ está
construido sobre la arena. Mañana la revolución se levantará vibrante
y anunciará con su fanfarria, para terror vuestro: ¡Yo fui, yo soy, y
yo seré!» (El orden reina en Berlín).

Rosa Luxemburgo vivió y murió en un tiempo de transición, como el
nuestro, en el que un mundo viejo se hundía y otro surgía de los
escombros de la guerra. Sus compañeros intentaron construir el
socialismo, sus asesinos y enemigos ayudaron a Adolf Hitler a subir al
poder.

Hoy, cuando el capitalismo demuestra una vez más que la guerra no es
un accidente, sino una parte irrenunciable de su estrategia. Cuando
los partidos y organizaciones “tradicionales” se ven en la obligación
de cuestionar sus formas de actuar ante el abandono de las masas.
Cuando nos encontramos ante una enorme crisis mundial del modelo de
democracia representativa y como en Latinoamérica se lucha por
construir democracias verdaderamente participativas.

Hoy, decimos, Rosa Luxemburgo se convierte en referente y ejemplo
indispensable en las luchas y debates de la izquierda. No es sino su
voz la que se escucha bajo el lema de urgencia: “Socialismo o
barbarie”.


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