Poema a Puerto Rico
Volviendo a Puerto Pobre
Mientras sube el laurel a las victorias
una saeta me atraviesa el alma
y vuelve a Puerto Rico mi desvelo.
Puerto Pobre, ¿por qué no tienes voz?
Y ahora que cantaron nuestros pueblos
¿por qué de pronto fue como una herida
la cadena mortal de tu silencio?
Cuando llegó la libertad a Cuba
temblaron las banderas en el viento,
pero faltaba una bandera hermana:
faltaban los colores de tu pueblo.
Cuando cantó cada nación su canto
salido de victoria y sufrimiento
cada voz nacional dijo su estrofa.
Tú bajaste los ojos en silencio
2
Poema a Augusto Sandino
Aquel amigo
Después Sandino atravesó la selva
y despeñó su pólvora sagrada
contra marinerías bandoleras
en Nueva York crecidas y pagadas:
ardió la tierra, resonó el follaje:
el yanqui no esperó lo que pasaba:
se vestía muy bien para la guerra
brillaban sus zapatos y sus armas
pero por experiencia supo pronto
quiénes eran Sandino y Nicaragua:
todo era tumba de ladrones rubios:
el aire, el árbol, el camino, el agua,
surgían guerrilleros de Sandino
hasta del whisky que se destapaban
y enfermaban de muerte repentina
los gloriosos guerreros de Luisiana
acostumbrados a colgar los negros
mostrando valentía sobrehumana:
dos mil encapuchados ocupados
en un negro, una soga y una rama
Aquí eran diferentes los negocios:
Sandino acometía y esperaba,
Sandino era la noche que venía
y era la luz del mar que los mataba.
Sandino era una torre con banderas,
Sandino era un fusil con esperanzas.
Eran muy diferentes las lecciones,
en West Point era limpia la enseñanza:
nunca les enseñaron en la escuela
que podía morir el que mataba:
los norteamericanos no aprendieron
que amamos nuestra pobre tierra amada
y que defenderemos las banderas
que con dolor y amor fueron creadas.
Si no aprendieron esto en Filadelfia
lo supieron con sangre en Nicaragua:
allí esperaba el capitán del pueblo:
Augusto C. Sandino se llamaba.
Y en este canto quedará su nombre
estupendo como una llamarada
para que nos dé luz y nos dé fuego
en la continuación de sus batallas
y despeñó su pólvora sagrada
contra marinerías bandoleras
en Nueva York crecidas y pagadas:
ardió la tierra, resonó el follaje:
el yanqui no esperó lo que pasaba:
se vestía muy bien para la guerra
brillaban sus zapatos y sus armas
pero por experiencia supo pronto
quiénes eran Sandino y Nicaragua:
todo era tumba de ladrones rubios:
el aire, el árbol, el camino, el agua,
surgían guerrilleros de Sandino
hasta del whisky que se destapaban
y enfermaban de muerte repentina
los gloriosos guerreros de Luisiana
acostumbrados a colgar los negros
mostrando valentía sobrehumana:
dos mil encapuchados ocupados
en un negro, una soga y una rama
Aquí eran diferentes los negocios:
Sandino acometía y esperaba,
Sandino era la noche que venía
y era la luz del mar que los mataba.
Sandino era una torre con banderas,
Sandino era un fusil con esperanzas.
Eran muy diferentes las lecciones,
en West Point era limpia la enseñanza:
nunca les enseñaron en la escuela
que podía morir el que mataba:
los norteamericanos no aprendieron
que amamos nuestra pobre tierra amada
y que defenderemos las banderas
que con dolor y amor fueron creadas.
Si no aprendieron esto en Filadelfia
lo supieron con sangre en Nicaragua:
allí esperaba el capitán del pueblo:
Augusto C. Sandino se llamaba.
Y en este canto quedará su nombre
estupendo como una llamarada
para que nos dé luz y nos dé fuego
en la continuación de sus batallas
3
Poema al líder revolucionario Fidel Castro
A Fidel
Fidel, Fidel, los pueblos te agradecen
palabras en acción y hechos que cantan,
por eso desde lejos te he traído
una copa del vino de mi patria:
es la sangre de un pueblo subterráneo
que llega de la sombra a tu garganta,
son mineros que viven hace siglos
sacando fuego de la tierra helada.
Van debajo del mar por los carbones
y cuando vuelven son como fantasmas:
se acostumbraron a la noche eterna,
les robaron la luz de la jornada
y sin embargo aquí tienes la copa
de tantos sufrimientos y distancias:
la alegría del hombre encarcelado,
poblado por tinieblas y esperanzas,
que adentro de la mina sabe cuándo
llegó la primavera y su fragancia
porque sabe que el hombre está luchando
hasta alcanzar la claridad más ancha.
Y a Cuba ven los mineros australes,
los hijos solitarios de la pampa,
los pastores del frío en Patagonia,
los padres del estaño y de la plata,
los que casándose con la cordillera
sacan el cobre de Chuquicamata,
los hombres de autobuses escondidos
en poblaciones puras de nostalgia,
las mujeres de campos y talleres,
los niños que lloraron sus infancias:
ésta es la copa, tómala, Fidel
palabras en acción y hechos que cantan,
por eso desde lejos te he traído
una copa del vino de mi patria:
es la sangre de un pueblo subterráneo
que llega de la sombra a tu garganta,
son mineros que viven hace siglos
sacando fuego de la tierra helada.
Van debajo del mar por los carbones
y cuando vuelven son como fantasmas:
se acostumbraron a la noche eterna,
les robaron la luz de la jornada
y sin embargo aquí tienes la copa
de tantos sufrimientos y distancias:
la alegría del hombre encarcelado,
poblado por tinieblas y esperanzas,
que adentro de la mina sabe cuándo
llegó la primavera y su fragancia
porque sabe que el hombre está luchando
hasta alcanzar la claridad más ancha.
Y a Cuba ven los mineros australes,
los hijos solitarios de la pampa,
los pastores del frío en Patagonia,
los padres del estaño y de la plata,
los que casándose con la cordillera
sacan el cobre de Chuquicamata,
los hombres de autobuses escondidos
en poblaciones puras de nostalgia,
las mujeres de campos y talleres,
los niños que lloraron sus infancias:
ésta es la copa, tómala, Fidel
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