En el culto del Nazareno de San Pablo, en la Basílica de Santa Teresa de nuestra ciudad capital, se recuerda, principalmente, la tragedia ocurrida el miércoles santo, de fecha 9 de abril de 1952. En muchas oportunidades se ha comentado que el único incidente conocido desde que el Nazareno de San Pablo es venerado fue ese miércoles santo; el miércoles santo del año 1902, cincuenta años atrás, ocurrió una tragedia similar, pero de menor proporciones que la del año 1952.
El pueblo caraqueño a principio del siglo XX, recordaba con temor el terremoto ocurrido a las 4.42 am del día 29 de octubre de 1900, llamado de San Simón, más aún, por el hecho de haberse producido un nuevo terremoto en la mañana de ese día. En esa oportunidad se derrumbaron alrededor de 20 casas, y hubo 21 muerto y más de 50 heridos. Esto mantenía a la población con ánimo exaltado, por tal motivo llegada la Semana Santa de 1902, el miércoles santo, los caraqueños se volcaron a hacerle rogativas al Nazareno de San Pablo.
La Basílica de Santa Teresa estaba llena; cuando se celebraba la Misa Mayor, a las 9 am, de repente se escuchó un grito: “¡misericordia, temblor!”. Al parecer fue un cuadro que rodó y calló de la pared, una persona nerviosa lo confundió con un temblor; de inmediato cundió el pánico, que provocó súbitamente un tumulto, todos quisieron salir al mismo tiempo, y un minuto más tarde no quedo nadie en el templo, salvo unos cuantos heridos; no se ha precisado con exactitud el número de muertos, sí es que en verdad los hubo.
Comenta José García de La Concha en su ameno libro Reminiscencias Vida y costumbres de la vieja Caracas, lo siguiente: “En la iglesia sólo quedo el altozano alfombrado de paraguas y sombrillas, faldas y zapatos, carrieles y andaluzas e infinidad de cosas. Muchos años más tarde encontraba a una señora con la oreja partida y nos decía: Mijito, eso fue cuando el zaperoco de Santa Teresa”
Tragedia el 9 de abril de 1952, día Miércoles Santo, en Santa Teresa.
Desde la madrugada de ese día la Basílica de Santa Teresa estaba atiborrada de fieles, algunas puertas estaban clausuradas por reparaciones; Monseñor Hortensio Carrillo inició los sagrados oficios, y de repente, cerca del amanecer, se oyó una voz: “¡Fuego!”; acto seguido se desbordaron en pánico los asistentes, todos trataron, en forma brusca y desordenada, de salir por donde pudieran; con el agravante de la confusión creada por los obstáculos en algunas de las salidas. Inesperadamente la multitud milagrosamente se detuvo y comenzó a salir en forma ordena. En la tragedia hubo 49 muertos, entre ellos, 24 menores de edad, y cientos de heridos.
Este recuerdo perdura aún tristemente en todos los caraqueños de esa época, y con sus diferentes versiones se lo siguen transmitendo a sus descendiente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario