Los fieles se acercan al templo a rezar el Viacrucis, a rezar las Siete Palabras, el Rosario del Pésame y sobre todo, a reflexionar sobre el significado de la muerte de Cristo. Este día no hay misa; es el único día que no se celebra el Sacrificio Eucarístico.
Aun cuando estaba en la cruz oraba por sus asesinos. Su muerte fue el hecho más trascendental en la historia de la humanidad; su resurrección, la esperanza de todo aquel que lo declare como su salvador.
Durante siglos, la costumbre de sacrificar la carne para limpiar los pecados acompañó a los pueblos: los unos sacrificaban un cordero, los otros se autoflagelaban y no pocos elegían una virgen para ofrecerla a los dioses.
Pero en el principio era el verbo, y el verbo se hizo carne para traer la verdad y morir él mismo por amor a su creación.
Ya el profeta Isaías había escrito sobre la llegada de uno llamado Enmanuel (Dios con nosotros) que sería el Cordero Inmolado que quitaría el pecado del mundo.
La muerte de Jesús de Nazaret puso fin a todo intento de expiar el pecado a través del sufrimiento. Su sacrificio se extiende a todo aquel que lo acepte como señor y salvador, y es promesa de vida eterna después de la muerte, porque “mi reino no es de este mundo“, dijo el Señor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario