Si Martin Luther King hubiera celebrado su cumpleaños 90
El 15 de enero de 1929, nacía en Atlanta, Georgia, Martin Luther King Jr., el más emblemático de los defensores de los derechos civiles de los negros en su patria, Estados Unidos.
Gandhiano de formación y caracterizado por su accionar pacífico a ultranza fue, en los tiempos de la guerra de Vietnam, uno de los más críticos del conflicto bélico.
Ya en abril de 1967 la voz de King le puso énfasis a su discurso en Nueva York, particularmente a partir de la masacre de My Lai, perpetrada el 16 de marzo de 1968 por el ejército de Estados Unidos en Vietnam. Todos los pobladores del sitio habían sido asesinados luego de destruir sus casas y plantaciones, buscando a los guerrilleros del Vietcong. Ancianos, mujeres y niños. Entre 350 a 500 personas, según los reportes.
Sólo 39 años y una bala
En la tarde del 4 de abril de 1968, en Memphis, el estampido seco y potente de un disparo dirigido a King lo hiere mortalmente.
Un luchador como pocos, convencido de sus razones, abrió con su muerte un espacio de reflexión todavía más ancho que el que pudo lograr en vida. Tenía sólo 39 años. Si esa bala se hubiese perdido en su amenazante trayecto, es muy probable que la longevidad de M.L.K. hubiera resultado beneficiosa para su país y el mundo.
Gandhi, ya casi octogenario, pudo coronar el proceso de independencia de la India. El único disparo en su historia es el que segó su vida en 1948. Nelson Mandela, a sus 95 años, y con 27 de ellos de cárcel y habiendo sido catalogado como “terrorista” por el capitalismo mundial a causa de su lucha contra el apartheid, logró —con su presidencia, nada menos— el pleno reconocimiento del derecho de la mayoría negra en Sudáfrica.
Martin Luther King hubiera liderado —y con éxito, seguramente— una férrea oposición a la invasión criminal a Irak en 2003. Hubiese desmantelado las mentiras con las que se justificó.
Canoso ya, hubiera logrado con su prédica que el racismo en EEUU fuera desapareciendo de las crónicas policiales que dan cuenta, aún en la actualidad, de detenciones y tratos diferenciados contra ciudadanos negros por parte de la policía.
La prestigiosa revista Time, hace tres años, se preguntaba “Qué había cambiado y qué no” en Estados Unidos desde 1968 (año del asesinato de MLK). Publicó entonces en la portada una foto de los disturbios en Baltimore con la muerte de un joven negro (apellidado Gray) a manos de la policía. El propio presidente Barack Obama, refiriéndose al caso, advirtió que era una crisis irresuelta (el racismo aún vivo) en su país.
MLK hubiera alzado su voz en contra de las determinaciones de George W. Bush, el presidente guerrero, que basando su estrategia en lo que significó para su país el 11 de septiembre, salió a la caza de brujas con la invasión de Afganistán a tres semanas de la caída de las Torres Gemelas. Y también hubiera cuestionado la autocensura en los medios.
Y es de suponer cómo y de qué contundente modo, Martin Luther King hubiera sido la contracara de este Trump, xenófobo, autoritario, guerrero, ególatra.
Martin Luther King le estaría prestando hoy un alto servicio a su país y al mundo.
Cuando finalmente, en 1983, el entonces presidente Ronald Reagan firmó la ley que establece el tercer lunes de enero como “Día de Martin Luther King Jr.”, se aplicó en algunos estados en 1986 y recién a partir del año 2000, en los 50 estados.
No puedo dejar de decir que la conmemoración y el monumento de granito en Washington son sólo parte de un mea culpa, nada más. “Bien muerto está MLK”, formando parte de una cadena de magnicidios no resueltos: John Kennedy, en 1963 (pese al voluminoso informe Warren que niega una conspiración); Robert Kennedy, dos meses después de MLK, en 1968, en plena campaña presidencial, y luego de haberse referido con vehemencia e indignación al asesinato de quien lideraba la lucha por los derechos civiles de los negros.
En fin, si Martin Luther King hubiese podido celebrar su cumpleaños 90 hoy, muchas malas cosas no habrían sucedido en EEUU y en el mundo.
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