martes, 31 de octubre de 2017

LA VERDAD SOBRE LA HERMANA MONARQUICA Y REALISTA DE SIMON BOLIVAR

MARIA ANTONIA BOLIVAR Y PALACIOS ERA CONOCIDA COMO "LA CRIOLLA PRINCIPAL"


El artículo de hoy no versa sobre una heroína de la Independencia sino sobre una mujer que marcó distancia con esa gesta y actuó apoyando a los realistas y al rey. Se trata de María Antonia Bolívar y Palacios, la hija primogénita del matrimonio constituido por María de la  Concepción Palacios y Blanco y Juan Vicente Bolívar y Ponte, y hermana mayor del Libertador  Simón Bolívar. Publicamos hoy aspectos escasamente difundidos sobre su vida.

Nació en Caracas el 1º de noviembre de 1777;  mujer de la aristocracia, una mantuana caraqueña. Su familia se remontaba a los conquistadores de Tierra Firme, la cual poseyó mucha tierra, esclavos, numerosos inmuebles en Caracas y La Guaira, y cuyos hombres ocuparon posiciones y empleos de prestigio en la colonia y por estas razones gozó de los privilegios que ese linaje le otorgaba: admisión a los hombres a la universidad, espacios preeminentes en las iglesias y ceremonias de Estado, y el honor de ser enterrados en la misma catedral.
María Antonia quedó huérfana de padre a los ocho años y de madre a los catorce, tres meses después de la muerte de ésta, estando aún en severo luto, don Feliciano Palacios y Sojo, su abuelo materno y tutor, la casa con su primo en tercer grado Pablo Clemente y Palacios. Aportó una dote por la notable suma de 80.000 pesos y tuvo cuatro hijos en el matrimonio. Su marido era un hombre enfermo que a posterior quedó reducido a la invalidez y perdió sus facultades mentales.

Contexto socio-histórico

Para entender a María Antonia en sus opiniones, posturas y decisiones, no hay que descontextulizarla, sino que es preciso analizarla, en primer lugar, desde la historiografía tradicional como mujer de su época en la jerarquía patriarcal institucionalizada por la sociedad colonial imperante, donde la vida de las mantuanas discurría a la sombra del linaje de los hombres y de los mayorazgos (su hermano Juan Vicente heredó el la familia y el Libertador el de un tío sacerdote).
A las mujeres de la familia les esperaba un matrimonio impuesto, procrear, proporcionar la primera educación a los hijos/as en el seno de la familia, y si el marido fallecía antes que ellas encargarse del cuido  de los bienes familiares y hacerlos prosperar, casi siempre asesoradas por un varón de la familia o unido por amistad estrecha a la familia; la mayoría de las viudas no volvían a casarse. Tal fue la suerte de su madre María de la Concepción, quien a la muerte de su marido, viuda a los veintiocho años, tuvo que enfrentar los problemas de la familia, seguir juicios y discusiones, apoyada por varones de su familia. Al igual que su hija María Antonia, Concepción fue casada a los 15 años, en su caso con un hombre de 47 años.
En segundo lugar, analizar a María Antonia, contradiciendo la reseña historiografía tradicional de que las mujeres no tenían ningún espacio de acción  en la sociedad colonial. Porque algunas como ella se resistieron a permanecer calladas y marginadas de los negocios y de la política, aunque siguieron siendo leales defensoras  de los mecanismos  que sostenían las diferencias y desigualdades sociales de toda índole. La lucha de María Antonia era por mantener sus privilegios de clase social y por  sus bienes materiales, de ahí emerge su autonomía, actuando de acuerdo a sus ideas e intereses particulares.

La lucha por sus bienes


María Antonia era la hija mayor, asimiló y asumió plenamente las características del contexto cultural, social y político patriarcal donde nació y creció, que fueron salvarguadados por el estado español y los mantuanos, poseía mucha riqueza y la defendía. No en balde le escribió al Rey de España en 1816 pidiéndole que no la penalizara por llevar el apellido Bolívar porque ella seguía siendo una fiel servidora del Rey.
Ella solicitaba que le devolvieran todos sus bienes que le habían sido confiscados durante la guerra. María Antonia manifestó su rechazo a las iniciativas independentistas desde los intentos  revolucionarios de Gual y España en 1797 y de Miranda en 1806. Por ello no entendió y vio con sumo disgusto que sus tres hermanos (Juan Vicente, Simón y Juana) se involucraran en el movimiento independentista.
En este sentido, la historiadora venezolana Inés Quintero, señala lo siguiente sobre María Antonia:
…una mujer consecuente con las impresiones de su primera educación y fiel a las máximas de sus progenitores. Formada desde su infancia en los valores y principios que compartían las familias de la aristocracia mantuana, educada en los rígidos conceptos morales que debían florecer en una doncella de bien, acostumbrada a las comodidades y opulencia que distinguían a la familia Bolívar y Palacios, de las más principales de la provincia por su fortuna y por su prosapia… (Quintero, Inés, La criolla principal, María Antonia Bolívar, hermana del Libertador, Caracas, Fundación Bigott, 2005)


En 1813 cuando su hermano Simón lanzó desde Trujillo el Decreto de Guerra Muerte, María Antonia desoyendo las amenazas, auxilió y escondió en su propia casa a un grupo notable  de realistas y no cambió sus opiniones cuando su hermano entró victorioso a la ciudad en agosto de 1813.
En 1814, cuando las tropas realistas se aproximaban a Caracas, la orden de  Bolívar fue desocupar la ciudad para impedir su arrasamiento. María Antonia creía que podría hacer valer su lealtad al rey y se oponía a salir. Bolívar la obligó, convencido de que no recibiría clemencia.
Vivió con su familia en Curazao hasta 1816, en donde sufrió las privaciones y la marginalidad propias del exilio; escribió en varias ocasiones a la Real Audiencia de Caracas sin ser escuchada. En 1817 se trasladó a La Habana, donde obtuvo de la Real Audiencia de Caracas el desembargo de sus bienes y en 1819, del Rey de España, una pensión de 1000 pesos la cual, por nuevos ruegos, le fue duplicada el año siguiente.
Después del triunfo patriota, y siendo Bolívar el hombre más poderoso de Venezuela,  regresó ya viuda a Caracas, motivada muy especialmente por recuperar el control de todos los bienes. Estos no parecían  interesarle mucho al Libertador quien, para su manejo, había dado poder precisamente al hijo mayor de María Antonia, Anacleto, a quien ella misma consideraba inepto e irresponsable.
María Antonia logró que el Libertador destituyera a su hijo Anacleto del poder que le había otorgado y se lo diera a ella, quien asumió funciones con un gran dinamismo y buenos resultados, ya que logró recuperar casas y haciendas. Bolívar sentía especial afecto por sus dos hermanas, María Antonia y Juana. Su hermano Juan Vicente había fallecido en 1811 en una contienda de la guerra.
Desde el año 1822 hasta 1827 la historia de María Antonia fue reconstruida por la historiadora venezolana Inés Quintero  sobre la base de su correspondencia con Bolívar, en la que se trata casi exclusivamente de asuntos económicos. No obstante, en las cartas de María Antonia, es patente que sus intereses económicos estaban muy por encima de cualquier consideración sobre la suerte de su hermana viuda, de su cuñada viuda y sobrinos. Ella no tuvo ningún reparo en tratar de bribones aun a sus tíos y otros parientes si se oponían a sus intereses.
La imagen que queda es la de una mujer centrada en sí misma, con una autonomía que pasa sin reparos a la desobediencia de los designios de su hermano sobre los bienes que le pertenecían a él, y ahora sí, muy interesada en el mantenimiento de su poder político, por cuanto eso le reportaba a ella grandes beneficios.
En sus cartas a su hermano Simón ella repite su angustia por la falta de orden social, es decir, por el orden jerárquico y desigual que veía perdido. Ya no había respeto; la gente lo criticaba todo, inclusive a las autoridades.

Contra el olvido histórico

A María Antonia Bolivar apenas se la menciona no sólo por ser una mujer criolla y principal, sino por la incomodidad que conlleva la inclusión en el relato nacional de una hermana de Bolívar realista y opositora de la causa independentista, cuando es sabido que la guerra de Independencia dividió a la sociedad venezolana. Esta polarización comprometió por igual a los hombres y las mujeres que habitaban la provincia de Venezuela

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