jueves, 27 de diciembre de 2018

Se cumplen 220 años del natalicio de la Libertadora del Libertador Manuela Sáenz


Manuela Sáenz fue reconocida por Simón Bolívar como la Libertadora del Libertador porque en 1828 lo salvó de un atentado en Santa Fe de Bogotá. Foto: Archivo

MANUELA SÁENZ FUE RECONOCIDA POR SIMÓN BOLÍVAR COMO LA LIBERTADORA DEL LIBERTADOR PORQUE EN 1828 LO SALVÓ DE UN ATENTADO EN SANTA FE DE BOGOTÁ. FOTO: ARCHIVO

Este miércoles se cumplen 220 años del nacimiento de Manuela Sáenz, la caballeresca del sol y la libertadora del libertador,  prócer que luchó por la libertad de América.
Sáenz estuvo en el monasterio de Santa Catalina de Siena (Quito), de la Orden de Santo Domingo, donde recibió la educación que en aquellos tiempos se impartía a las señoritas de las familias pudientes de la ciudad. Aprendió a bordar, a elaborar dulces y a comunicarse en inglés y francés, habilidades y labores con las que se mantendría en sus años de exilio en Paita, Perú.
A los 17 años huyó del convento, al parecer, luego de ser seducida por un oficial del Ejército Real. Dos años más tarde, en diciembre de 1816, conoció en Quito a James Thorne, acaudalado médico inglés, veintiséis años mayor que ella, que entonces tenía 19. Su padre, por razones de conveniencia, de acuerdo con los usos de la época, pactó su boda para julio de 1817, celebrándose el matrimonio en Lima, ciudad que no conocía las condiciones “ilegítimas” de su nacimiento.
Por tal razón, Manuelita fue inicialmente aceptada en el ambiente aristocrático de la ciudad virreinal, donde se involucró de lleno en actividades políticas en el contexto del descontento creciente hacia las autoridades españolas, situación en la cual las mujeres ejercieron una gran influencia en los círculos virreinales, como ocurría usualmente en todo lo que tenía que ver con la obtención de empleos y cargos para sus padres, esposos e hijos.

Inicio de luchas

Manuela Sáenz combatió en la Batalla de Pichincha que selló la libertad de Ecuador (1822), así como en la Batalla de Ayacucho que coronó la soberanía de Perú y América del Sur. Antonio José de Sucre, en una carta emitida el 10 de diciembre de 1824, reconoció la importancia de Sáenz en la gesta independentista:
“Se ha destacado particularmente doña Manuela Sáenz por su valentía; incorporándose desde el primer momento a la división de Húzares y luego a la de Vencedores; organizado y proporcionando el avituallamiento de las tropas, atendiendo a los soldados heridos, batiéndose a tiro limpio bajo los fuegos enemigos; rescatando a los heridos (…) Doña Manuela merece un homenaje en particular por su conducta”.
El 16 de junio de 1822 vería por primera vez a Simón Bolívar, durante la entrada triunfal del Libertador a Quito. Así describe el momento en su diario: “Cuando se acercaba al paso de nuestro balcón, tomé la corona de rosas y ramitas de laureles y la arrojé para que cayera al frente del caballo de S. E.; pero con tal suerte que fue a parar con toda la fuerza de la caída, a la casaca, justo en el pecho de S. E. Me ruboricé de la vergüenza, pues el Libertador alzó su mirada y me descubrió aún con los brazos estirados en tal acto; pero S. E. se sonrió y me hizo un saludo con el sombrero pavonado que traía a la mano”.
Al encontrarse de nuevo en un baile de bienvenida al Libertador, Bolívar le dirigió estas palabras: «Señora: si mis soldados tuvieran su puntería, ya habríamos ganado la guerra a España». Poco después, Manuela y Simón Bolívar se convirtieron en compañeros de lucha. En 1823 Manuelita le acompañó al Perú y permaneció a su lado durante buena parte de las campañas, participando en ellas activamente, hasta culminar la gesta libertadora.
Manuela Sáenz fue reconocida por Simón Bolívar como la Libertadora del Libertador porque en 1828 lo salvó de un atentado en Santa Fe de Bogotá.
Lograda la Independencia, Bolívar y Manuela se radicaron en Santa Fé de Bogotá, donde el 25 de septiembre de 1828, el Libertador sufriría un atentado que se frustró gracias a la valiente intervención de Manuelita. Sus enemigos políticos, conjurados para darle muerte aquella noche, fueron descubiertos por Manuela al entrar al palacio de San Carlos (actualmente sede de la Cancillería de Colombia). La valiente mujer se plantó frente a los rebeldes, dando tiempo a que Bolívar salvara su vida escapando por la ventana. Por estas acciones, el mismo Bolívar la llamó la “Libertadora del Libertador”.
Sáenz describió en su Diario de Paita el amor y el compromiso por la libertad de América, una lucha que la unió a la vida de Bolívar.
Sáenz falleció el 23 de noviembre de 1856, a los 59 años de edad, en la población de Paita, Perú, durante una epidemia de difteria que azotó la región. Su cuerpo fue sepultado en una fosa común del cementerio local y todas sus posesiones fueron incineradas, incluyendo una parte importante de las cartas de amor de Bolívar y documentos de la Gran Colombia que aún mantenía bajo su custodia. Manuelita entregó a Daniel Florencio O’Leary gran parte de los documentos con los que este elaboró la voluminosa biografía sobre el Libertador, de quien Manuela llegó a decir: “Vivo adoré a Bolívar, muerto lo venero”.
En julio de 2010, los restos simbólicos de Manuela Sáenz fueron trasladados al Panteón Nacional de Venezuela (Caracas), lugar donde reposan los del Libertador Simón Bolívar.

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