El 10 de febrero de 1824 Bolívar fue nombrado Dictador del Perú, para que controlara las riendas, porque para los peruanos era insufrible ya la situación, la anarquía reinaba por doquier, y la amenaza realista crecía.
Su actuación, de hecho, produjo los frutos deseados. El decreto del Congreso del Perú decía: “Considerando ...que sólo un poder dictatorial depositado en una mano fuerte, capaz de hacer la guerra, cual corresponde a la tenaz obstinación de los enemigos de nuestra independencia, puede llenar los ardientes votos de la representación nacional...la suprema autoridad política y militar de la República queda concentrada en el Libertador Simón Bolívar».
Eran los días en que el Perú agradecido confiaba en el Libertador y depositaba en él toda su esperanza. No fue defraudado este país sureño, cuando ese mismo año de 1824 Bolívar logró desbaratar la anarquía de los inadaptados, y para cerrar con broche de oro el 9 de diciembre Sucre vence en Ayacucho dando libertad al Perú y al resto de la América dominada entonces por los españoles.
Un año antes Bolívar tuvo una conferencia con San Martín en Guayaquil para discutir la estrategia de liberación del resto de Perú. En 1825 Bolívar renunció a los poderes ilimitados que le habían sido conferidos ante el Congreso.
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