lunes, 27 de marzo de 2017

Hace 143 años LA IGLESIA DE LA SANTISIMA TRINIDAD SE CONVIRTIO EN PANTEON NACIONAL

Hace 143 años
LA IGLESIA DE LA SANTISIMA TRINIDAD
SE CONVIRTIO EN PANTEON NACIONAL
Mediante un decreto promulgado el 27 de marzo de 1874 por el presidente Antonio Guzmán Blanco, la iglesia de la Santísima Trinidad de Caracas fue transformada en Panteón Nacional, con el objeto de conservar los restos de los Próceres de la Independencia y de las personas eminentes. Con relación a la vieja iglesia, la misma había sido construida por Juan Domingo del Sacramento Infante a mediados del siglo XVIII, pero fue destruida casi totalmente por el terremoto de 1812. Por tanto su lenta reconstrucción continuó bajo la dirección de varios ingenieros y al declararla convertida en Panteón Nacional, no estaba terminada aún.
Por otra parte, la escogencia de este templo para tan particular destino era motivada por sus antecedentes históricos: a su regreso desde Santa Marta, en 1842, los restos del Libertador Simón Bolívar habían sido depositados temporalmente en esa iglesia. El decreto de Guzmán Blanco fue acompañado por la orden de la terminación de sus fachadas en base al proyecto que para la iglesia había diseñado el ingeniero José Gregorio Solano en los años 1853-1858. Los trabajos fueron conducidos por los ingenieros Julián Churión, Juan Hurtado Manrique, Tomás Soriano y Roberto García, inaugurándose la obra el 28 de octubre de 1875
No obstante, la verdadera consagración del edificio se efectuó el mismo día de San Simón un año más tarde (28.10.1876), cuando se trasladaron desde la catedral los restos del Libertador. Estos fueron colocados en un sarcófago de madera con revestimientos de plata y oro, realizado en estilo neogótico por el artista francés Emile Jacquin. Se trasladó asimismo desde la catedral la estatua del Libertador hecha en 1842 por el escultor italiano Pietro Tenerani. El sarcófago y la estatua fueron ubicados en el espacio que correspondía al presbítero de la iglesia, es decir, en el lugar del altar. En ella también fueron sepultados, en 1851, los restos del marqués del Toro y más tarde, los de José Gregorio Monagas, Andrés Ibarra y Ezequiel Zamora.
Internamente, fueron realizadas correcciones en los arcos y las columnas. El antiguo sarcófago de madera que contenía los restos del Libertador fue sustituido por uno de bronce, diseñado por el escultor español Chicaharro Gamo y colocado sobre un basamento de mármol.  En el interior del Panteón, de ambos lados del ambiente principal que contiene el sarcófago y el monumento del Libertador, se encuentran nichos con las estatuas de Francisco de Miranda y Antonio José de Sucre, respectivamente.
Entre otros nichos, dispuestos a lo largo de las paredes longitudinales, hay monumentos dedicados a la Primera República, a José Gregorio Monagas, a la Federación, a Andrés Bello, a José Antonio Páez, a la Declaración de la República de Venezuela, a Rafael Urdaneta y a José María Vargas. Bajo el pavimento, en las 2 naves laterales están colocados los restos de los próceres y hombres ilustres de Venezuela, señalados con lápidas.
El Panteón Nacional, ese cementerio que la cuarta República creó durante el mandato de Guzmán Blanco, en 1874, para alojar en él los restos de “personas eminentes”, al transformar la pequeña iglesia católica de la Santísima Trinidad, ubicada en las faldas del Guaraira Repano, en medio de abundante vegetación, es ahora un lugar dignificado por la inclusión de los auténticos héroes, mártires y también creadores identificados con las causas más dignas y expresivas del pueblo pobre, explotado y ninguneado por las oligarquías y clases dominantes en el país.

Los movimientos insurgentes, nacidos en rebeldía para combatir la traición que encabezara el gobernante  Rómulo Betancourt, por Acción Democrática, y sus aliados socialcristianos de Copei y también de Unión Republicana Democrática (URD), más tarde firmantes del llamado “Pacto de Punto Fijo” -por el cual se aseguraban dominio político absoluto, en alternabilidad electoral cada cinco años- encontraron en valientes y preclaras figuras, como la de Fabricio Ojeda, a un nuevo grupo de patriotas independentistas que supieron entender que la Batalla de Carabobo se debía hacer imperecedera para alcanzar la liberación nacional y la independencia definitiva.

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