Cecilio Acosta,
Era el tiempo del autoritarismo de Guzmán. Mientras el 05 de julio de 1881 el: “ilustre americano” o: “el regenerador de Venezuela” -como pomposamente era llamado- reconocía en apariencia la significación de la República aludiendo en términos formales que ella representaba: “la libertad, de reunión y elecciones; de la libertad de pensamiento, de palabra y de prensa” y definía que ella: “…tiende a hacer del ciudadano el soberano de sí mismo”, claridad en los conceptos, contradicción en sus acciones, Cecilio Acosta, en cambio, había demostrado admirable consecuencia en el pensamiento y en los actos en medio de los atropellos y vejámenes de quienes se oponían al hecho de que imperase la ley, la democracia y las libertades ciudadanas.
Existía entre ambos hombres una diferencia sustancial: Guzmán se valía del poder para sus intereses, modernizó sí, pero se enriqueció, persiguió, sojuzgó. Fue un caudillo ilustrado que sometió al país. Acosta, por su parte, fue un intelectual, un jurista, un literato, un hombre de severa conducta moral y ciudadana que creyó en la República a la que le ofrendó su talento y dignidad.
El día de su muerte varios testimonios resaltaron de inmediato la trascendencia de su obra y su vida. El periódico: “Opinión Nacional”, afecto al guzmancismo, en breve nota, tuvo sin embargo que destacar lo que Acosta significó para el país y expresó: “Las letras y las ciencias venezolanas están de duelo por haber perdido a uno de sus más distinguidos miembros, el señor Licdo. CECILIO ACOSTA, que ha dejado de existir hoy… Sus trabajos literarios fueron siempre admirados y aplaudidos por la elevación de sus ideas, la elocuencia del lenguaje y lo correcto del estilo… Los oficios religiosos se celebrarán mañana en la Basílica de Santa Ana por el señor Previsor, quien dará una misa de cuerpo presente”.
Por su parte, el mismo día, “El Siglo” registraba el luctuoso suceso calificando a Acosta como: “notabilidad entre nuestros notables escritores, miembro correspondiente de la Academia Española y ciudadano cuyo carácter y virtudes públicas y privadas habían conquistado la universal simpatía y estimación de esta sociedad”.
Refería este último medio como la obra de don Cecilio había trascendido fuera de las fronteras patrias hasta el punto que la: “…sabia y circunspecta Academia de la Lengua, no dudo hacer figurar su nombre en la lista de sus miembros honorarios”. Comentaba igualmente el texto ciertos aspectos de la personalidad de Acosta quien estaba alejado de la vida social por estar dedicado a las letras.
Días después, el 14 de julio, el periódico: “El Siglo”, publicó uno de los primeros homenajes públicos al preclaro ciudadano indicando que: “…no son los bélicos laureles los que orlan la frente ya helada del eminente ciudadano… ni el fausto de la fortuna lo que realza su indecible mérito, es puramente cívica pero imperecedera la gloria que le rodea… Su claro talento, su eximia instrucción, su honradez inalterable le bastaban para dominar y esclarecer los puntos más difíciles de la ciencia jurídica, su predilecta, hasta hacer palpable y eficaz el derecho y la justicia, en provecho del inocente maliciosamente culpado u oprimido…”.
Venezuela tiene en don Cecilio Acosta una de sus figuras más prominentes que supo alzar su voz contra la tiranía, escribir contra ella con pluma viril puesta al servicio de la patria. Defensor lúcido y valiente de la dignidad del pueblo, de su nombre y carácter, de su historia y futuro, nos deja a todas las generaciones venezolanas esta lección indispensable que debemos meditar, afirmativa y formadora de la auténtica consciencia nacional:
“¿Era preciso robar? Se invocaba al pueblo. ¿Se levantaban cuadrillas de facciosos? Era el pueblo quien se levantaba. ¿Se proclamaba, se pedía la caída del Gobierno? Era el puebloquien proclamaba y pedía. Y al fin, se insultaba a los buenos ciudadanos, y se sacaba a plaza el pudor y buen nombre de las doncellas y matronas, y se escarnecía en los mesones la virtud y el buen proceder, y se hacía gala de maldad, y se prometía el reparto de la propiedad y del sudor ajeno, y se alentaba la revolución, y se befaba a los buenos y se los perseguía; y todo en nombre del pueblo. Porque el pueblo lo pedía, porque el pueblo lo proclamaba…”.
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