viernes, 9 de marzo de 2018

EL DIA DEL MEDICO, EL JURAMENTO HIPOCRÁTICO Y LAS OBLIGACIONES MORALES ABSOLUTAS

Dia-del-medico

El Juramento Hipocrático, es un juramento público que  pronuncian los que se gradúan en medicina ante los otros médicos y ante la comunidad. Su contenido es de carácter ético, para orientar la práctica de su oficio.
Durante casi dos mil años la medicina occidental y árabe estuvo dominada teóricamente por una tradición que, remontándose al médico griego Hipócrates (s. V a.d.C.), adoptó su forma definitiva de la mano de Galeno, un griego que ejerció la medicina en la Roma imperial en el siglo II. Según la tradición, fue redactado por Hipócrates o un discípulo suyo. Lo cierto es que forma parte del corpus hipocraticum, y se piensa que pudo ser obra de los pitagóricos. Según Galeno, Hipócrates creó el juramento cuando empezó a instruir, apartándose de la tradición de los médicos de oficio, a aprendices que no eran de su propia familia. Los escritos de Galeno han sido el fundamento de la instrucción médica y de la práctica del oficio hasta casi el siglo XX
No obstante el hecho que el gran médico Hipócrates, a menester de su asociación con el más gran filósofo del alma humana, Platón,i haya dicho algunas cosas que suenan muy materialistas sobre el rol del cerebro humano,  el juramento de Hipócrates puede ser considerado como la máxima y más profunda breve formulación de una ética médica                                            La medicina obtiene su propósito y dignidad, su plena respetabilidad, del servicio fiel y libre a los fines de la salvación de la vida y de la sanación. Si la medicina se separa de esos fines, se convierte en un crimen y cuando el profesional médico usa sus conocimientos y habilidades para, en lugar de salvar vidas, dañar o matar personas - quizá por motivos económicos o de otro tipo - las prácticas médicas se degradan a una mera pericia técnica, el juramento hipocrático y sus fundamentos eternos están violados, y la medicina deja de ser medicina.                                         Alienada de sus fines, pierde su naturaleza esencial que es inseparable de su compromiso con sus fines éticos y humanos. Cualquier aficionado a la ciencia y el arte médicos que toma, sin embargo, ciertas medidas conducentes al restablecimiento de la salud y que así sirve a los fines de la medicina tiene más de médico que un brillante técnico y científico médico que abusa de su arte para fines destructivos como sucedió con los médicos nazis que hacían morir de hambre a los bebes de las internadas en los campos de concentración para ver como reaccionaban a la muerte por inanición5 o que inyectaban virus y bacterias a mujeres sanas para estudiar el porcentaje de muertes y de otros efectos negativos de enfermedades. .                                                                        Los bienes o fines a los que el médico debe servir y respetar según el juramento hipocrático

    Merece la pena reflexionar sobre los fines o bienes afirmados en el juramento hipocrático que el profesional médico tiene que promover, preservándolos, manteniéndolos o dándolos a conocer. Hay pocas cosas más significativas para la filosofía de la medicina y para la ética médica que una reflexión sobre estos fines de la ciencia y práctica médicas y sobre las formas obligatorias, lícitas e ilícitas, de promoverles o de actuar contra ellos. Una semejante investigación nos permitirá entender cuatro puntos: (a) los fines y bienes a los que el médico debe tender y promover; (b) la existencia de formas de promover estos fines que son obligatorias, buenas y deseables mientras que otras son incorrectas y algunas son objetos de elecciones non-obligatorias; (c) cada uno de estos bienes, a los cuales el médico ha de servir, pueden ser reemplazados por males respectivos. Esta es una de las tentaciones del médico y, por tanto, la aspiración a estos bienes no es necesaria, sino objeto de una elección libre; (d) la finalidad de la acción médica - que constituye la verdadera forma y esencia de la profesión médica - solamente puede ser comprendida por referencia a verdades filosóficas que caen fuera del alcance de la ciencia empírica.           El servicio médico a la vida humana en su peculiaridad y naturaleza específicamente personal así como en su lugar adecuado en el orden de los bienes y el juramento hipocrático
    El bien más fundamental al cual la medicina sirve no es la salud, sino la vida que el médico a menudo tiene que salvar o mantener. En el caso del tratamiento de la infertilidad el médico tiene indudablemente que ayudar a promover la vida ayudando a los padres en la generación de una nueva vida, removiendo sobre todo los obstáculos hasta su origen. La vida humana es el fin de tres tipos de acciones médicas éticamente legítimas:
  1. acciones que sirven a traer al ser una nueva vida, eliminando fuentes de infertilidad o ayudando mediante el tratamiento de ésta a que las parejas puedan concebir,
  2. acciones de toma de medidas profilácticas (por ejemplo, mediante inmunización) de protección de la vida contra su destrucción por enfermedad y otros problemas de salud,
  3. acciones encaminadas a salvar la vida cuando ésta está en peligro o podría ser destruida sin intervención médica.
            La vida es un bien último y un fenómeno irreductible. Es irreductible a la salud por la razón de que es primera con respecto a ésta y sus opuestos o enemigos: dolencias y enfermedades de cualquier tipo7. No solamente la salud, sino también la dolencia y la enfermedad presupone necesariamente la vida. Por consiguiente, el bien de la vida no puede ser reducido a la salud.  El servicio a la vida humana es el primer y más fundamental bien de la medicina. Precisamente por esta razón la breve formula del juramento hipocrático insiste dos veces sobre el compromiso incondicionado a favor de la vida y no puede imaginarse una mayor perversión de la medicina que su orientación a lo opuesto de su primera y principal tarea de servir a la vida humana.
            Muchas ramas de la medicina se ocupan o deberían ocuparse del servicio a la vida. Ginecología, obstetricia y medicina reproductiva deben dirigir la atención médica a problemas de fertilidad, deben proteger la vida naciente del embrión y darle cuidado prenatal, asistir en el parto y, de este modo, servir de muchas formas a la vida y a la venida al ser del bebé. La inmunología sirve a la protección de innumerables vidas humanas de la destrucción. Las unidades o departamentos de cuidados intensivos en hospitales, medicina de emergencia y otras ramas de la actividad médica contribuyen a salvar vidas que están en un peligro inmediato. La parte de la gerontología que incluye algunas formas de cuidado médico a los ancianos está también comprometida con la salvación de la vida de los mayores. Con respecto a los servicios médicos prestados en el servicio de la venida al ser de la vida humana y de la protección o salvación de la vida, notemos de nuevo que las ramas de la medicina que deben ocuparse de esta tarea se han orientado a sus propios opuestos más que nunca en la historia de la medicina mediante la destrucción de vidas humanas del anciano y del no nacido.
            Más frecuentemente que en la eutanasia, innumerables vidas humanas de no nacidos son destruidas hoy a través del aborto y de abortivos como la píldora RU 486, o sea la píldora “del día después,” y mediante numerosos otros medios de asesinar a bebés hasta el noveno mes de embarazo (como en los abortos „eugenésicos“ en razón de malformaciones físicas o mentales). Este tipo de aborto puede ser realizado en muchos países, como, por ejemplo, Austria y Alemania hasta el noveno mes de embarazo sin ningún tipo de sanciones legales destinadas a proteger tales vidas que obviamente son consideradas como „vida sin el valor de tal“ e incluso hasta en el mismo proceso del nacimiento.8 Los abortos practicados momentos antes del nacimiento son una clara demostración del hecho de que defender el aborto es defender claramente el infanticidio y de que lo que es asesinado en el aborto no es una criatura de apariencia o naturaleza animal, sino la vida de un bebé humano que, desde la conclusión del nacimiento, goza de la protección plena de la ley, pero que puede ser sacrificado cruelmente segundos antes. En un artícolo reciente famoso e infame los autores proponen extender el concepto del aborto hasta un año o más después el nacimiento. En lugar de servir a la fertilidad o de enseñar a las parejas acerca de ésta o de formas moralmente aceptables de planificación familiar y paternidad responsable, la „medicina reproductiva“ se concentra hoy mucho más en actos que atentan temporal o permanentemente contra la vida, actos que no sirven a la venida al ser o a la salvación de vidas humanas, sino a la destrucción de la fertilidad mediante la esterilización a través de la píldora, y la destrucción de vidas humanas mismas mediante el DIU, el aborto o experimentación con células madres embrionales9. Llamar a tales acciones „médicas“  presupone un concepto de medicina divorciado de su fin primario al servicio de ésta  cada vez más extendido10.
            Si podemos proporcionar evidencia de que la medicina debe proteger la vida humana en todos los momentos de su duración, encontramos también hoy día una gran perversión de los fines de la medicina en el fin de la vida, esto es, en los ancianos, en los pacientes de Alzheimer y en otros pacientes demenciados o que sufren, que en número creciente son asesinados hoy día mediante la eutanasia. Esto es cada vez más verdadero del „cuidado sanitario“dado a los ancianos en la eutanasia manifiesta en un cada vez mayor número de estados, pero también en la eutanasia encubierta que es llevada a cabo hoy en la mayoría de los estados mediante la „supresión de la alimentación parenteral“(es decir, dejando morir a los pacientes de inanición) y por otros procedimientos a los que se les da nombres agradables, pero que siguen siendo lo que son: asesinato de personas humanas.
            Esto no significa denegar que precisamente la medicina más avanzada continúa también hoy ayudando a la venida al ser de vida humana mediante píldoras de fertilidad, mediante nuevos y espectaculares modos de terapia de la infertilidad.
El valor de servicio a los importantes bienes de la existencia y de la protección de la vida humana no implica, sin embargo, que todos y cada uno de los medios encaminados a este fin esté justificado. También hay diversos modos de promover la vida y ayudar a su venida al ser que son moralmente erróneos a pesar de que no inflijan daño alguno a otras vidas humanas11. Actualmente hay dos tipos de contradicción en la medicina en aquellas acciones de servicio a la vida al cual está llamado la medicina: actos de destruir la vida humana en el proceso de ayudar su nacimiento (como en IVF) y actos de ayudar a su venida al ser que son ilegítimos porque transforman personas en objetos y divorcian los orígenes de la vida de otros bienes en cuyo contexto encontramos exclusivamente un origen de la vida verdaderamente humano y digno. Esto es reconocido hoy día en muchos estados - pero no en muchos otros -  con respecto a ciertos actos como la inseminación artificial heteróloga o la clonación de seres humanos12. Esto muestra que el primer fin de la medicina no es el bien aislado de la vida humana, sino la vida humana en su contexto de otros muchos valores y bienes con los cuales está conectada, especialmente aquellos que tienen que ver con la dignidad y corrección de su origen. La medicina tiene que respetar no sólo el valor de la vida humana como tal y la cuestión de si se produce o si se daña o destruye, sino también aquellos valores humanos fundamentales que están esencialmente unidos con el único origen digno de la vida humana, a saber, su procedencia del acto sexual de los padres que está destinado a expresar el mutuo y definitivo amor esponsal entre ellos. Por ejemplo, en la fecundación in vitro heteróloga, la medicina sirve al primer fin de la medicina, el bien de la vida humana, pero viola el lazo entre amor marital y la venida al ser de una nueva persona y mata a otros embriones y nuevos sobrenombrados. Pero muchos otros valores que tienen que ver con la moralidad, el pudor o la discreción - como hoy están siendo enfatizados frecuentemente por movimientos orientados a una „medicina que haga justicia a la mujer“ - tienen que ser protegidos al servir a este bien de la vida. Por tanto, otros valores y bienes están íntimamente conectados con la vida humana.
Puesto que la medicina debe prevenir enfermedades mortales y proteger a las personas humanas de ellas, encontramos una amplia escala de servicios médicos positivos y progresivos que sirven a la vida humana. Más acciones protectoras de la vida e inmunizaciones encaminadas a salvar vidas pueden ser y son llevadas a cabo por la medicina para crecientes masas de gente como nunca antes en la historia. Aquí encontramos un progreso puro en la medicina moderna, sólo limitado por prioridades frecuentemente miopes e incorrectas en la investigación y financiación médicas.
Con respecto a la salvación de la vida cuando ésta está directamente en peligro a consecuencia de condiciones médicas agudas, la medicina ha hecho, indudablemente, tremendos progresos y es capaz de prestar servicios a la vida nunca alcanzados con anterioridad. Precisamente porque la medicina es capaz de servir mejor a la vida en esta forma que antes, la perversión de la medicina es particularmente seria cuando hoy - en porcentajes increíbles - ésta se dirige en contra de su más específico servicio, a saber, el de la vida humana.
Modos directos de violar este tercer servicio médico a la vida humana son, además del aborto y la eutanasia explícitamente mencionados y rechazados en juramento hipocrático, el suicidio asistido, el asesinato de cualquier tipo, la tortura que lleva a la muerte, etc. Todos estos actos son el opuesto estrictamente contrario a la salvación y protección de la medicina a las cuales esta está llamada. Actos libres e intencionales que aspiran a la destrucción o daño de la vida humana son siempre y bajo toda circunstancia incorrectos. Mientras que esto es verdadero y puede ser comprendido fácilmente en su evidencia objetiva por una mente que ame la verdad y que habrá sus ojos intelectuales a la verdad, está lejos de ser „obvio“ en el sentido de que este mal sería reconocido sin dificultad o por mayorías o incluso por todos. El mal que radica en la perversión de una medicina profesional que sirve ampliamente a la destrucción de la vida humana en lugar de salvarla y prolongarla es en, la mayoría de los casos, pasada por alto.
Como argüiremos, la medicina pierde su integridad enteramente cuando abandona la inquebrantable absolutez de su compromiso con la vida humana y cuando cesa de abstenerse absolutamente, tal y como el juramento hipocrático demanda, de actos destructores de la vida. Hoy en día son muchas las tendencias del médico de volverse contra el primer fin de su profesión y traicionar así a la medicina. No solamente existen tentaciones de médicos e industrias de volverse contra este primer fin de la medicina mediante la producción o procurando, por razones de beneficio económico, drogas mortales para ancianos, asistencia al suicido, abortivos y otros medios asesinos de „salud reproductiva”. También hay puntos de vista puramente teóricos que disputan la existencia de actos intrínsecamente incorrectos haciendo así depender exclusivamente de las consecuencias o de un balance consecuencialista-utilitarista de bienes y males el que la vida humana deba ser protegida13. No solamente el nominalismo ético, sino también la ética de situación y toda una avalancha de éticos utilitarista-consecuencialistas tanto en la filosofía como en la teología moral católica y protestante atacan este tipo de absolutez de los actos morales14 . Toda ética médica tiene que investigar cuidadosa y críticamente estos puntos de vista. Por tanto, la cuestión de si una posición semejante, que tiene efectos tremendos en la ética médica al permitir todo tipo de acción bajo toda circunstancia, es correcta es de la mayor importancia en la ética médica, en particular, y para la ética en general.
Un punto de vista semejante, que elimina todos los absolutos morales e implica un rechazo del concepto de „actos intrínsecamente incorrectos“ contradice profundamente no sólo la ética cristiana, sino también la comprensión humana de la moralidad que encontramos en Sócrates, Hipócrates o Cicerón. El debate acerca de esta cuestión se ha convertido en uno de los elementos clave en la discusión filosófica actual incluyendo la teología moral15 y, sobre todo, la ética16.
Podemos reconocer, con Hipócrates, que actos en cuales si intente la destrucción o el daño di una vida humana dotada con esta dignidad es un acto intrínsecamente malo. Esta cualidad de inmoralidad apartiene a estos actos no solo a causa de sus consecuencias pero también a causa di su finis operis, de su objeto inmediato e directamente querido. Sin embargo, últimamente también las nociones de „derechos humanos“ y de „persona“ se han convertido en nociones clave no sólo en la lucha por la santidad de la vida humana, sino también paradójicamente en la lucha contra ésta. Estos dos conceptos han sido usados no para defender la vida humana, sino para diferenciar entre aquellos seres humanos (miembros de la especie homo sapiens sapiens) que no son personas o aquellos que no tienen derechos humanos, de otros seres humanos que son personas y que poseen tales derechos17. Spaemann destaca agudamente la contradicción que se encuentra en el discurso actual acerca de los derechos humanos: por un lado, encontramos la convicción, ampliamente sostenida, de los derechos humanos universales y de la dignidad como una carta magna en la defensa de la superioridad esencial de la persona humana sobre todos los animales y como fuente de derechos inalienables. Por otra parte, está extendido el hablar de los derechos humanos con el fin de negar la dignidad inalienable. Recientemente Robert Spaemann ha puesto de relieve18 como introduciendo una distinción entre seres humanos que no son personas y aquellos que lo son, se defiende la tesis de la ausencia de dignidad personal en una gran clase de seres humanos: el no nacido, el anciano, el retardado mentalmente u otros seres humanos deficientes de alguna otra forma. La discusión de la vida humana como el primer bien confiado al cuidado médico tendrá que tener en cuenta e intentar resolver este debate.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario