Se lleva a cabo principalmente en México durante dos días: el 1 de noviembre, llamado Día de Todos los Santos, que es cuando llegan las ánimas de los niños y el 2 de noviembre, el Día de los Muertos, que acuden los espíritus de los adultos.
La historia de esta celebración se remonta a la época de los indígenas mesoamericanos Aztecas, Mayas, Purepechas, Nahuas y Totonacas, que durante los últimos 3.000 años realizaban rituales para celebrar la vida de sus ancestros. En la era prehispánica era común conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
A pesar de que la muerte puede ser un tema tabú en múltiples culturas, en este día se celebra alegremente y se honran las vidas de los difuntos.
Según la tradición, durante la fiesta de Día de Muertos las almas de los difuntos salen de su estancia y regresan a visitar a sus seres queridos en la Tierra. Se les recibe con una ofrenda; además, se les coloca su comida y bebida favorita, fruta, calaveritas de dulce, juguetes para los niños, fotografías de los difuntos y coloridas flores de cempasúchil.
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