viernes, 20 de octubre de 2017

UNA LEYENDA LLAMADA CELIA CRUZ

HACE 92 AÑOS NACIO UNA
LEYENDA LLAMADA CELIA CRUZ
Celia Caridad Cruz Alfonso nació en el barrio de Santos Suárez de La Habana el 21 de octubre de 1924, si bien algunas fuentes señalan su nacimiento cuatro años antes, y otras en 1925, datos todos ellos de difícil comprobación dada la persistente negativa de la estrella a confesar su edad.
Fue una de las más grandes intérpretes de música latina del siglo XX. Ya en la década de 1950 cobró popularidad como vocalista de La Sonora Matancera, una de las orquestas punteras de la Cuba de Batista; el advenimiento de la revolución cubana (1959) forzó su exilio a los Estados Unidos, donde se vinculó a los artistas latinos de Fania All-Stars e inició su carrera en solitario.

Celia Cruz
A lo largo de más de medio siglo de trayectoria artística, la indiscutible Reina de la Salsa grabó alrededor de setenta álbumes y ochocientas canciones, cosechó veintitrés discos de oro y recibió cinco premios Grammy. Mucho más relevantes, sin embargo, fueron las innumerables giras y conciertos que prodigó por incontables países y que hicieron de ella la embajadora mundial de la música cubana. Ciertamente, Celia Cruz será siempre recordada por aquellas sensacionales actuaciones en directo en las que desplegaba todo el magnetismo de su voz y de su arrolladora personalidad; conciertos en los que era imposible no bailar y no sentirse contagiado de su inagotable vitalidad y alegría.

Celia Cruz en los inicios de su carrera
Más tarde cantó en las orquestas Gloria Matancera y Sonora Caracas y formó parte del espectáculo Las mulatas de fuego, que recorrió Venezuela y México. En 1950, cuando ya había intervenido en varias emisoras, pasó a integrar el elenco del célebre cabaret Tropicana, donde la descubrió el director de La Sonora Matancera, el guitarrista Rogelio Martínez, y la contrató para reemplazar a Myrta Silva, la solista oficial de la orquesta. Con más de dos décadas de trayectoria a sus espaldas, La Sonora Matancera era por entonces una orquesta popular, bien conocida por su predilección por los ritmos negros y los sones de trompeta; con la incorporación como primera vocalista de Celia Cruz, que acabaría siendo el alma del grupo, la orquesta viviría su edad de oro.
La Sonora Matancera
A lo largo de los años cincuenta, Celia Cruz y La Sonora Matancera brillaron en la Cuba de Pío Leyva, Tito Gómez y Barbarito Díez; del irrepetible Benny Moré, del dúo Los Compadres, con Compay Primo (Lorenzo Hierrezuelo) y Compay Segundo; la Cuba de Chico O’Farril y su Sun sun babae, la Cuba de La conga de los Havana Cuban Boys, la de Miguel Matamoros con su Mamá, yo quiero saber de dónde son los cantantes, la de Miguelito Valdés con su Babalú... Celia Cruz aportó su Cao Cao Maní Picao, que se convirtió en un éxito, y otro tema posterior, Burundanga, la llevó a Nueva York en abril de 1957 para recoger su primer disco de oro. Se había ganado ya varios de los apodos y títulos con que quisieron distinguirla: fue la Reina Rumbala Guarachera de Oriente y, desde las primeras giras por México, Argentina, Venezuela o Colombia, la Guarachera de Cuba.
El 14 de julio de 1962, Celia Cruz se casó con el primer trompetista de la orquesta, Pedro Knight, quien a partir de 1965, año en que ambos dejaron La Sonora Matancera, se convirtió en su representante. Celia Cruz inició su trayectoria como solista junto al percusionista Tito Puente, con el que grabó ocho álbumes. Los jóvenes hispanos de Nueva York la descubrieron en 1973 en el Carnegie Hall, cuando integraba el elenco de la «salsópera» Hommy, de Larry Harlow.
La Reina de la Salsa
Posteriormente participó en un legendario concierto grabado en vivo en el Yanquee Stadium con Fania All-Stars, un conjunto formado por líderes de grupos latinos (así llamados porque grababan para el sello Fania) que darían el impulso definitivo a un género musical que había venido gestándose en los últimos años: la salsa. La cantante cubana era ya una celebridad internacional cuando en 1974 grabó con el flautista dominicano Johnny Pacheco el disco Celia & Johnny, considerado el primer clásico del género.
Desde entonces, el éxito fue la constante de los centenares de conciertos coreados por un público entregado al grito de su Bemba colorá. Esa voz electrizante, su alegría contagiosa y el llamativo vestuario fueron pronto una bandera de identidad de los inmigrantes. Ella, a su vez, terminó por asumir el rol de estandarte del anticastrismo. Como tal, Celia Cruz quiso dejar su impronta también en el cine, y participó como actriz -ya lo había hecho varias veces como cantante- en Los reyes del mambo (1992) y Cuando salí de Cuba (1995), porque ambas películas reflejaban historias de los primeros exiliados cubanos, en parte cercanas a su propia biografía.
Celia Cruz interpretando Quimbara con Fania All-Stars (Zaire, 1974)
«¡Azúcar!» era su potente grito infeccioso, la contraseña de apertura y cierre de sus conciertos y la clave para hacerse entender en todo el mundo. Difícilmente alguien ha bailado más y ha hecho bailar más que esta cubana de sonrisa vivaz y persistente que conquistó adeptos de todas las latitudes a lo largo de más de cincuenta años de triunfante trayectoria. Cantante de guarachas, danzones, sones y rumbas en sus comienzos, Celia Cruz siempre estuvo abierta a nuevas experiencias que la llevaron a abordar otros ritmos y a unirse a proyectos en principio arriesgados para una artista consagrada.
De este modo, no solamente se erigió en la imagen distintiva de la salsa con orquestas como las de Tito Puente, Willie Colón, Ray Barretto o Johnny Pacheco, sino que también llegó a cantar incluso rock o tango, y a unir su poderosa voz a la de intérpretes tan dispares como el británico David Byrne, el rumbero gitano Azuquita, el grupo argentino Los Fabulosos Cadillacs, los españoles Jarabe de Palo y el rapero haitiano Wyclef Jean, además de improvisar duetos con sus amigas Lola Flores y Gloria Estefan, con damas del soul como las estadounidenses Dionne Warwick o Patti LaBelle, y con el rey de la canción ranchera, el mexicano Vicente Fernández.
Enfundada en sus fastuosos y extravagantes vestidos, tocada con pelucas imposibles y encaramada sobre esos zapatos únicos de alto tacón inexistente, Celia Cruz conservó hasta el último momento una vitalidad insólita. Feliz con su flamante Grammy al mejor álbum de salsa por La negra tiene tumbao (2001), en el verano de 2002 celebró el cuadragésimo aniversario de su boda con Pedro Knight con una fiesta que le organizó la cantante Lolita Flores en Madrid.

Celia Cruz en el Madison Square Garden (Nueva York, 2000)
En noviembre, durante un concierto en el Hipódromo de las Américas de la capital mexicana, empezó a perder el control del habla. Al regresar a Estados Unidos se sometió a la extirpación de un tumor cerebral; desgraciadamente, la enfermedad no tenía remedio. Con el ruego expreso de que no se viera en ello una despedida, el 13 de marzo de 2003 apareció por última vez en público en el homenaje que la comunidad latina le tributó en el teatro Jackie Gleason de Miami. Por esos días, entre febrero y marzo, grabó un último disco que no llegaría a ver editado: Regalo del alma.
Se sentía optimista y con fuerzas, pero su dolencia pudo más que su portentosa energía: el 16 de julio de 2003 falleció en su casa en Fort Lee (Nueva Jersey), a los setenta y ocho años de edad. Miles de compatriotas desfilaron ante sus restos primero en Miami y luego en Nueva York, donde recibió sepultura. También los cubanos de la isla, pese a la prohibición oficial que había pesado sobre su música durante más de cuarenta años, lamentaron la desaparición de la más grande embajadora musical de Cuba. Pocos días después de su fallecimiento fue homenajeada por sus compañeros de profesión en la gala de entrega de los Grammy latinos.

Celia Cruz (Biografia Oficial pt1)


Celia Cruz (Biografia Oficial pt2)


Celia Cruz (Biografia Oficial pt3)


Celia Cruz (Biografia Oficial pt4)


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