domingo, 29 de septiembre de 2019

La verdadera historia del asalto al Tren del Encanto hace 56 años

La verdadera historia 

  • Se produce el Asalto al Tren del Encanto, también conocido como Operación Olga Luzardo u Operación Italo Sardi (1963). Fue un asalto ejecutado por miembros de la guerrilla venezolana FALN, donde mueren y son heridos guardias nacionales, mujeres y niños. El hecho provocó indignación nacional e internacional.
Demasiado tiempo lleva Venezuela conviviendo con esta historia, así como fue contada. Demasiadas, y muy importantes, fueron las consecuencias como para olvidarlo.

Una crónica publicada en el diario El Nacional en 1997, firmada por la periodista Albor Rodríguez, da cuenta de un episodio que marcó la aventura guerrillera de la izquierda armada venezolana de comienzos de los años 60, incluso con el testimonio de un protagonista.
El texto relata lo ocurrido, quiénes estuvieron involucrados y cómo desde entonces se inició una operación de propaganda que, a 2018, ha mutado y cambiado de actores pero sigue viva. La muerte de Teodoro Petkoff lo demuestra, con tantos que aún le endilgan un suceso del que se enteró como los demás, por terceros 

Luis Correa. Cineasta y escritor,  con sus ojos azules fulminantes,en medio de una atmósfera de confesionario, es el protagonista de este diálogo. Gracias a él, muchas preguntas encontraron su respuesta.
–La operación del asalto al Tren del Encanto fue organizada por una Unidad Táctica de Combate (UTC) de la Brigada No 1, de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). Recibimos la información de que iban a ser trasladadas unas armas en ese tren, y la brigada planificó la operación de forma tal que hubiesen el menor número de lesionados. Para el efecto se colocaron hombres y mujeres combatientes en ambos extremos de los vagones, de manera de poder neutralizar la actividad de los guardias que también iban repartidos en los vagones. En un momento determinado, a uno de los compañeros se le cayó un arma, y un guardia lo vio. Ahí empezó todo.
–¿No estaba previsto el enfrentamiento?
–No, no estaba previsto. Fue realmente un lamentable error. Al final no hubo ningún traslado de armas. Fue una operación fallida. Se tomaron diez sub ametralladoras Madsen, y un par de revólveres.
–¿No eran esas armas el objetivo?
–No, el objetivo no eran las armas que llevaban los guardias, sino las que supuestamente estaban siendo trasladadas en el tren. En todo caso, se levantaron doce armas, con el lamentable resultado de cinco guardias muertos. Por la parte nuestra no hubo ningún herido grave. De resto, nada más. Después vinieron las consecuencias: esta acción desencadenó una violenta ofensiva política por parte del gobierno.
–¿La operación estaba autorizada por el alto mando de las FALN?
–Plenamente.
–Entonces los que hoy dicen que nada sabían sobre El Encanto…
–Hoy se dicen muchas cosas. Por eso yo llamo a ese período como el espejismo de la revolución. Hoy es muy fácil no asumir las responsabilidades de lo que pasó hace treinta años. Es muy fácil decir que fue una “operación por la libre”, como se decía en aquel entonces.
–Hoy todavía se dice que fue un grupo anárquico que actuó sin el consentimiento de las altas esferas de las FALN.
–Eso no es verdad.
–¿Teodoro Petkoff tuvo que ver con El Encanto?
– No. En absoluto. Eso no quiere decir que Teodoro no tenga sus méritos en otros campos, pero esta operación en particular, y con esta Brigada en particular Teodoro no tenía nada que ver.
–¿Y Guillermo García Ponce?
–Guillermo sí, porque él era miembro de las FALN y por lo menos estaba enterado.
–¿Cuántas personas realizaron la operación?
–Siete.
–¿Mujeres y hombres?
–Creo que dos y cinco.
–¿Es cierto que la tarea de las mujeres era entretener a los guardias?
–No. Esa fue una acción muy violenta, y creo que se desarrolló en muy pocos minutos.
–¿Es cierto que se desarrolló justo en el momento de oscuridad absoluta, cuando el tren iba atravesando el túnel 10?
–Saliendo del túnel.
–¿Qué no se ha dicho sobre El Encanto que crea importante decir en este momento?
–Esa operación se bautizó con el nombre de “Toribio García”, un combatiente muerto. De resto no hay nada extraordinario. Fue una operación, desde el punto de vista militar, sencilla, de rutina, como hubo tantas. Todo estaba planificado para que nadie cayera preso. Desde el punto de vista militar fue un éxito, aunque desde el punto de vista político haya sido un error, visto ya retrospectivamente.
–En El Nacional del 12 de octubre de 1963 apareció un anuncio del MRI en el que se decía que habían sido identificado dos de los asaltantes del tren: Eliobardo Pérez (a) Elio, y Andrés Delfín Rodríguez.
–Ninguno de los dos participó en la operación. Ellos eran combatientes, pero no tuvieron nada que ver con El Encanto. Estuvieron presos en el San Carlos sin tener nada que ver con eso. Supongo que había que justificar cierta eficacia judicial, pero ellos fueron dos chivos expiatorios. Posteriormente cayeron presos otros combatientes que estuvieron en el Tren del Encanto, pero por delaciones o por otras actividades.
–También salió en esos días “Se busca vivo o muerto Máximo Canales”.
–Tampoco tuvo nada que ver con el asalto. Él era de una brigada del MIR.
–¿La operación fue posteriormente revisada?
–¿Autocríticamente? Sí, se vio el error que se había cometido.
–¿Y cómo definiría el error?
–Como un mal trabajo de inteligencia, que condujo a ese infausto resultado. Era mentira que había una caja de armas en el tren. Sin embargo, para aquel entonces diez ametralladoras eran diez ametralladoras, más dos revólveres, más cuatro peinillas…
–Se dice que mataron a los guardias por la espalda.
–El dispositivo se había colocado de manera que los guardias quedaran encerrados entre dos fuegos. Y un hombre entre dos fuegos o muere por delante o muere por detrás.
–¿Los miembros de la unidad iban en un vagón concreto?
–No, iban dispersos en varios vagones, igual que los guardias, a quienes hubo que irlos sometiendo rápidamente, vagón a vagón.
–¿Aparte del costo político, qué otras consecuencias cree que tuvo la acción de El Encanto?
–Sirvió para unificar a la Guardia Nacional. Como todo en la vida, El Encanto tuvo sus partes negativas y positivas. Al gobierno le sirvió. Ahora, si se juzga sólo por el número de muertos, habría que preguntarse ¿cuántos muertos hubo en Puerto Cabello o en Carúpano?
–Pero allí se entiende que hubo enfrentamientos.
–Aquí también. Sui géneris, pero fue un enfrentamiento.
–¿Los guardias nacionales llegaron a disparar?
–Por supuesto, pero no lograron herir a nadie. Incluso se combatió en las partes exteriores al tren, en los andenes, para evitar heridos civiles… Lo que pasó en El Encanto fue tan sencillo como se lo estoy contando. Claro, después adquirió un ribete político insospechado, acorde a los objetivos del gobierno. Mezclaron a Canales, mezclaron a Teodoro, mezclaron a todo el mundo, pero esa acción la hizo una UTC normal, ni siquiera fue una brigada extraordinaria. Desde entonces alguien señaló a Teodoro, pero es que han podido señalar a García Ponce, o a cualquier otro. Siempre se busca la descalificación del contrario. Y eso es normal dentro de las reglas del juego de la guerra. O de la guerrita, como queramos llamarla. Una guerra que costó bastantes muertos, y bastantes equivocaciones de parte y parte.
–Y usted, ¿cómo ve esa guerra hoy en día?
–Uno de sus problemas graves fue que a la dirección política del PCV -no quiero emitir juicios sobre el MIR- le faltó una cosa que se llama “decisión de partido”. Ellos jugaban a la guerra en un sentido, pero no tuvieron la decisión de enfrentar el problema en toda su magnitud. Era un juego dual, entre la guerra y la paz. El buró político tenía unas ideas, que tampoco transmitía; no estaba de acuerdo con la lucha armada pero a su vez la aupaba. Una contradicción flagrante, que fue una de las causas fundamentales de la derrota. Nuestra derrota fue, básicamente, una derrota política. No quiero decir con esto que la derrota política o militar sea más importante una u otra, sino que una vez que un movimiento está derrotado políticamente, sobran los fusiles.
–¿A su juicio, el asalto al Tren del Encanto fue determinante para perder el apoyo que ustedes tenían en un sector de la población?
–Tanto como aquella fotografía de un cura agarrando a un soldado herido en Puerto Cabello. El Encanto impactó a la opinión pública, y manejada con todos los medios que tenía el gobierno a su alcance, causó una erosión. Ahora, todo eso hubiese sido transitorio, si hubiésemos hecho otras cosas positivas. El Encanto no se puede ver como hecho aislado; en todo caso la población no le prestaba atención ni al gobierno ni a nosotros. El gobierno iba por un lado, nosotros por otro, y las masas por otro.
–¿Entonces las masas no eran sensibles a esa lucha?
–No, si lo hubiesen sido, hubiésemos ganado. Pero tampoco eran sensibles al gobierno, que ganó las elecciones con Leoni y después las perdió con Copei. Por una operación no se puede juzgar una etapa en la vida histórica de un país. El Encanto fue una operación irrelevante. Se hicieron muchas otras de más envergadura, donde hubo más muertos, y no pasaba nada. Hubo errores de parte y parte. El gobierno también cometió bastantes barbaridades. Unas se sabían y otras no. Muchas no se saben todavía. En una etapa de enfrentamiento entre dos fuerzas, una grande y otra pequeña, cabe todo. El gobierno escribió la historia, porque fueron los vencedores. Pero la historia siempre se está reescribiendo, sólo hay que tener la paciencia para seguirla leyendo.
–¿Cuándo cree usted que fue la fractura decisiva de la izquierda venezolana?
–En octubre–noviembre de 1963. Pero no por El Encanto, sino por las elecciones.
–Señor Correa, ¿en qué brigada estaba usted?
–Yo era el jefe de la Brigada No 1.
–¿Y todo lo que me ha dicho lo puedo poner con su nombre y apellido?
–Totalmente. Yo asumo mis riesgos, y mis responsabilidades. ¿Qué me van a cobrar? ¿La vida?
***
Luis Correa falleció de enfisema pulmonar a la edad de 73 años el 25 de marzo de 2010. Ha sido el único cineasta venezolano en ser encarcelado por una película, luego de haber dirigido la polémica Ledezma, el caso Mamera (1981), la primera de las únicas dos cintas prohibidas por tribunales –la otra fue El Inca, en tiempos del chavismo.
También dirigió Se llamaba SN (1978) y La matanza de Santa Bárbara (1986). Como autor, su primer libro fue Fal Brigada Uno, un testimonial de las guerrillas en Venezuela. Durante el gobierno de Hugo Chávez, se desempeñó como Jefe de Seguridad de Petróleos de Venezuela (Pdvsa).



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