Hace 127 falleció en La Guaira, aquel 4 de octubre de 1892 el poeta Juan Antonio Pérez Bonalde, precursor del romanticismo y el modernismo literario en nuestro país. A sus 46 años, tras años de privaciones, tragedias familiares y una vida errante, este poeta, perteneciente a la segunda generación del Movimiento Romántico en Latinoamérica, impregnó su poesía con sentimientos melancólicos y un ritmo poético rico en matices.
Pérez Bonalde era el noveno hijo de una familia de escasos recursos, por lo que tanto su educación como su afición a la lectura se formaron en un hogar modesto. Conoció su primer exilio a los 15 años, cuando Venezuela se hallaba sumida en el caos de la Guerra Federal (1859-1863). Tras su regreso colaboró con publicaciones liberales y se incorporó a una Sociedad Patriótica que asumió posturas críticas ante el gobierno autoritario de Antonio Guzmán Blanco. Esto le costó su segundo exilio.
Viajó incansablemente por diversos países de Latinoamérica, Europa, Asia y Medio Oriente, razón por la cual trabajó como traductor en numerosas ocasiones. Su obra poética refleja el romanticismo melancólico: nostalgia de lo perdido y culto a los muertos, y esta influyó profundamente en la lírica venezolana. Sus poemas más recordados sonFlor (dedicada a su hija Flor, que murió siendo muy niña), Primavera, Poema del Niágara y Vuelta a la Patria (1875).
Este último es una composición sobre el amor patrio y el amor filial, fortalecidos en la ausencia. El poema fue escrito en el mar, mientras el barco que transportaba a Pérez Bonalde navegaba hacia Puerto Cabello. La trascendencia de este poema se debe a su calidad emotiva, a la sinceridad y a la profundidad del sentimiento expresado, así como el reflejo de su mayor amor pese a la distancia: Venezuela.
Con el Mazo Dando
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