El 9 de Agosto de 1945, a 3 días de Hiroshima, y ante un mundo horrorizado, los Estados Unidos lanzaron en Nagasaki (Japón) la segunda y última bomba atómica dirigida contra civiles en la historia. Sin embargo admitieron que tenían preparada una tercera dosis del letal y terrorífico instrumento.
En este día en 1945, hace 73 años, Nagasaki se convierte en la segunda ciudad del mundo en ser pasto del terror de un artefacto nuclear. EEUU lanzó una segunda bomba atómica sobre Japón, en Nagasaki, buscando la rendición incondicional del país nipón. La devastación causada en Hiroshima no fue suficiente para convencer a los Estados Unidos de desistir de la nueva masacre que habían planeado al disparar su segunda bomba atómica, apodada "Fat Man",( HOMBRE GORDO) prevista para el 11 de agosto, pero que debido al mal tiempo previsto para ese día adelantó la fecha para el 9 del mismo mes.
Con el humor macabro que suelen exhibir los gringos,el bombardero B-29 «Bock’s Car» deja caer su única bomba, «Fat Man», sobre la fábrica Mitsubishi a las 11:02 am, a 1.650 metros sobre la ciudad. La explosión desató la fuerza equivalente a 22.000 toneladas de TNT. El número de muertos se estima entre 60.000 y 80.000 (las cifras exactas son imposibles ya que la explosión hizo desaparecer cuerpos enteros y desintegró registros).
50.000 de los 195.000 habitantes con que cuenta la población mueren en el acto, otros 30.000 sufren graves heridas. A consecuencia de la radiación otras decenas de miles de personas irán muriendo, en un dramático y continuado goteo, con el paso de los años.
El general Leslie R. Groves, hombre responsable de la organización del Proyecto Manhattan, consideraba que otra bomba atómica estaría lista para usarse contra Japón el 17 de agosto, pero no fue necesario.
El emperador Hirohito se reunió con el Consejo y declaró que "la continuación de la guerra sólo puede dar lugar a la aniquilación del pueblo japonés...". Con estas palabras, el emperador de Japón dio su permiso para una rendición incondicional.
¿Era necesario lanzar la bomba atómica? Es la gran pregunta que olímpicamente Estados Unidos respondió justificando la bárbara actuación.
"La usamos para acortar la agonía de la guerra, para salvar las vidas de miles y miles de jóvenes estadounidenses", se justificó el presidente estadounidense, Harry S. Truman, tres días después, en un mensaje transmitido el día del lanzamiento de una segunda bomba sobre la ciudad de Nagasaki. En realidad, se trató de una devastadora demostración del poderío bélico al que son tan aficionados los norteamericanos.
Y pocos después, el 15 de agosto de 1945, Japón finalmente anunció la rendición incondicional que desde hacía tiempo se le venía exigiendo.
Terminaba así la Segunda Guerra Mundial. Y empezaba un debate que todavía no ha terminado.
Muchos son los que jamás considerarán justificable el uso de armas o estrategias que no discriminan entre combatientes y civiles, y no falta quien considere que lo de Hiroshima y Nagasaki fue un crimen de guerra.
En realidad, una rendición japonesa se podía obtener sin recurrir a las armas nucleares. Hasta la fecha estos bombardeos constituyen los únicos ataques nucleares de la historia. Se afirma que la explosión de las dos bombas produjo la mayor matanza simultánea de seres humanos de la Historia de la Humanidad
"Los japoneses estaban listos para rendirse y no hacía falta golpearlos con esa cosa horrible", diría por ejemplo, años después, Dwigth Eisenhower, en aquel entonces máximo comandante de las fuerzas aliadas en Europa y eventual sucesor de Truman en la Casa Blanca.
Y tal vez, por eso, más útil que preguntarse si el uso de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki era necesario o no, o evitable o no, su aniversario debería servir para reflexionar sobre las formas en las que, todavía hoy, se hace la guerra. O sobre por qué, todavía hoy, hay guerras.
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