“Los venezolanos somos
admiradores
de los mitos porque
no entendemos nuestra historia”.
José Ignacio Cabrujas

La actitud de José Ignacio Cabrujas se parece a la de una persona que ha aceptado su destino. Camina con indiferencia, habla firme pero pausadamente, enciende un cigarrillo y comienza a conversar. Cabrujas se abre, fija su mirada en algún punto y dice su respuesta. Si se siente cómodo y en confianza, de sus palabras saldrá oro. Improvisa discursos que deja a muchos boquiabiertos aunque hayan pasado muchos años de distancia. Declara que “nunca he sido nacionalista, ni me interesa lo «latinoamericano» como una característica distintiva. Me importa Latinoamérica sólo como una consecuencia de una historia no decidida por sus habitantes”[1].
Hablar de un solo José Ignacio es imposible: intelectual, dramaturgo, director de teatro, actor, cronista, escritor de telenovelas, libretista de radionovelas, autor de guiones cinematográficos, moderador de programas de radio, profesor universitario y hasta diseñador de campañas políticas. Es uno de los innovadores del género de la telenovela en América Latina. Su obra prolífica está compuesta por 23 obras de teatro, 18 guiones cinematográficos, 30 telenovelas y miniseries y 500 artículos de prensa.
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José Ignacio nació cerca de Miraflores, lo que hoy se conoce como la parroquia Catedral, en Caracas. Creció en el popular sector de Catia, al oeste de Caracas, un 17 de julio de 1937, apenas dos años después de la muerte de Juan Vicente Gómez. Se crió junto a sus padres –José Ramón Cabruja y Matilde Lofiego- y hermanos. Como dato curioso, su apellido original es “Cabruja”, la confusión surge gracias al periodista Lorenzo Batallán, quien publicó una nota sobre el desempeño de Cabrujas en el Teatro Universitario, agregando una “S”. El cambio no le molestó y decidió seguir usando el plural.
En su adolescencia a Cabrujas le cayó en las manos Los miserables. La historia le caló tan hondo que decidió dedicarse a la escritura. Tal era su emoción que no podía dejar de llorar y expresó: “Esto es lo que quiero hacer en la vida; estas cartas, estas páginas han producido en mí toda esta emoción… es un milagro; Quiero ser parte de ese milagro”[2]. Fue un secuestro para la literatura, José Ignacio quedó atrapado entre las palabras y más nunca salió de ellas.
Estudió Derecho en la Universidad Central de Venezuela. Otro cambio importante se presentó al ingresar al Teatro Universitario, lugar donde encontró su destino, y decidió dejar sus estudios.  Con los destacados dramaturgos Isaac Chocrón y Román Chalbaud, conforma el Nuevo Grupo en 1967, agrupación teatral con producciones innovadoras para la época.
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Cabrujas, dramaturgo
Cabrujas dejó una marca importante en el teatro venezolano del siglo XX, al destacarse como director y actor de teatro.  A José Ignacio, de todos sus oficios, le resulta más cómodo ser dramaturgo, porque el teatro “es el supremo capricho, la libertad total”[3]. En 1961, fundó el Teatro de Arte de Caracas.
Resalta como el autor de tres piezas imprescindibles de las tablas venezolanas: Profundo (1968), Acto Cultural (1976) y El día que me quieras (1979). La santísima trinidad del teatro, en 1962, presenta Triángulo, un grupo que comprende 3 obras. “Las pinzas” de Román Chalbaud, “Tradicional hospitalidad” de Cabrujas y “A propósito de Triángulo” de Isaac Chocrón.
Cabrujas atendía a grupos de estudiantes y actores en las escaleras del teatro Alberto de Paz y Mateos. Esas conversaciones eran una clase magistral, el silencio prevalecía y solo se escuchaba la voz de Cabrujas. Parecía un maestro. De allí,  en parte, lo llamaban Maestro.
Cabrujas, escritor de telenovelas
José Ignacio Cabrujas es conocido por su trabajo como guionista en las telenovelas venezolanas al revolucionar las historias de estos seriados con temas que hasta ese momento no habían sido mostrados. Se le conoce como el creador de la “telenovela cultural”. El escritor expresó que “la televisión me ha enseñado a escribir teatro, me ha hecho mejor escritor de teatro porque me ha enseñado a conocer a la gente, a la imagen de la gente. Me ha enseñado a no pensar en mí, a volverme sobre las personas”.
La señora de Cárdenas y Estefanía (coescrita con Julio César Mármol); Silvia Rivas, divorciada; Natalia de 8 a 9, entre otras, son parte de sus obras. Escribe junto a Salvador Garmendia la versión para televisión de Doña Bárbara de Rómulo Gallegos y La Dueña inspirada en la novela El Conde de Montecristo de Alexandre Dumas, pero adaptada a una protagonista femenina.
Cabrujas rompió paradigmas con la manera de escribir telenovelas en el país. Nosotros que nos queremos tanto, que solo pudo escribir el primer capítulo porque llegó su inesperada muerte. De esta novela dijo lo que fue una constante de lo que mostró en televisión.
Quiero seguir haciendo una televisión nueva. No quiero protagonista que ignore quien es su madre, no quiero que a la protagonista le den un tubazo por la cabeza y pierda la memoria. Entre otras cosas, porque un médico amigo mío dice que nadie pierde la memoria de esa manera. Por el contrario, quiero que la protagonista conserve la memoria desde el primer hasta el último capítulo, puesto que ella necesita mucho de la memoria para poder vivir. No quiero estrujones, ni desgarramientos. Nada de eso. No hay nadie que viene del pasado y asusta. Y se pone unos ojos azules de contacto porque los lentes de contacto no le cambian el pasado a nadie[4].
Otro medio audiovisual en el cual se destacó Cabrujas es el cine con la escritura de guiones. Coescribió junto a Román Chalbaud el guion del largometraje La quema de Judas (1973). Adapta al cine la obra de teatro El pez que fuma (1977). Escribe el guion de Amaneció de golpe (1995), para el dirigida por Carlos Azpúrua y estrenada en 1998, cuenta la historia de cómo se da el golpe de estado que intentó Hugo Chávez Frías contra Carlos Andrés Pérez en 1992.
Cabrujas, escritor
Escribió numerosos artículos, alrededor de (unos) 500, publicados en los periódicos El Nacional y El Diario de Caracas. “La comunicación es testimonial y eso a mí me hace feliz”[5]. Durante el último decenio de su vida cultivó con particular éxito el género de la sátira política. Por eso, su pluma durante algún tiempo fue parte de la revista El sádico ilustrado. No hubo político venezolano que estuviera presente en alguno de sus artículos.
También fue un pensador sobre la ciudad de Caracas. “Vivo en una ciudad imposible y, si bien recuerdo sus rutas y direcciones, desplazarme en ella no es más que partir de un sitio y llegar a otro, sin que el trayecto me devuelva un significado o, por lo menos, una modesta memoria”[6]. Una buena muestra de ello es su famoso ensayo titulado La ciudad escondida, donde con una prosa cariñosa, llena de nostalgia y a veces divertida habla acerca de la crisis de Caracas y su sentido de pertenencia.
Comparte lo dicho por Gunter Wallraff, periodista de investigación y escritor alemán, “no le doy aval a un poderoso, sea quien sea”. José Ignacio sonríe y, por un momento, se distrae. Se le nota sin agobios, no tiene pinta de estrella. No hay guardaespaldas, aplausos, ni medidas de seguridad. Cabrujas, el hombre, se vuelve de carne y hueso.