miércoles, 5 de octubre de 2016

Está en el Panteón Nacional UNA VENEZOLANA QUE NO NACIO NI MURIO EN NUESTRA VENEZUELA

Está en el Panteón Nacional
UNA VENEZOLANA QUE NO NACIO
NI MURIO EN NUESTRA VENEZUELA
Ana Teresa del Rosario Parra Sanojo, mejor conocida como “Teresa de La Parra”, se convirtió en una venezolana de singular característica, por cuanto, por esas cosas raras del destino, no nació en Venezuela, ni tampoco dejó de existir en nuestro suelo patrio y, sin embargo, sus restos mortales reposan en el Panteón Nacional.
Vino al mundo esta excepcional mujer en París, Francia, el 05 de octubre del año 1889, hija de padres venezolanos residenciados en París, para convertirse en una de las más destacadas creadoras de la literatura venezolana. 
Incursionó en el mundo de las letras de la mano del periodismo y escribió dos novelas que la inmortalizaron en toda América:”Ifigenia” y “Memorias de Mamá Blanca”. Teresa de La Parra falleció en Madrid, España, el 23 de abril de 1936, cuando apenas contaba 47 años de edad.
Desde temprana edad, y ya viviendo en Venezuela, desarrolló habilidades en el campo de la poesía y la escritura.
En 1906, murió el padre de Ana Teresa, teniendo ella ocho años de edad, y su Madre decidió regresar a Europa. Isabel de Parra se estableció en España con sus seis hijos y Ana Teresa ingresó al Colegio “Sacrè Coeur” de la ciudad de Valencia, donde entró en contacto con las obras de escritores como Guy de Maupassant, Catulle Méndes y Valle-Inclán, quienes ejercerían gran influencia en su formación literaria.
Al finalizar sus estudios en el colegio, Ana Teresa viajó a París donde permaneció un tiempo antes de volver a Caracas. Para este momento ya había escrito varios cuentos bajo el seudónimo de “Fru-Fru”. “Un evangelio indio: Buda y la leprosa” y “Flor de loto”, una leyenda japonesa, fueron algunos de ellos.
En 1910, los Parra Sanojo estaban de vuelta en Caracas. Vivían en una casa de estilo colonial, situada entre las esquinas de Torre y Veroes. En las tertulias que allí se organizaban, y en frecuentes reuniones que se daban en los cafés o "botellerías" de la Caracas de principios del siglo XX, la joven escritora tomaba apuntes sobre los modismos del español caraqueño, de sus maneras, de sus variantes. Tenía una gran fascinación por el habla coloquial, pero, a diferencia de lo que estilaba el costumbrismo, reproducirla no era el fin de su obra, se trataba sólo de un recurso para contar historias.
A los 26 años de edad, comenzó a publicar sus cuentos de corte fantástico, que empezaron a ser reconocidos en diferentes publicaciones francesas, lo cual generó el interés de diarios y revistas venezolanas. Publicó algunas de sus obras en “El Universal”, en la revista “Lectura Semanal”, y más tarde en la revista “Actualidades”, dirigida por Rómulo Gallegos, donde expuso su “Diario de una caraqueña por el Lejano Oriente”.
Su regreso a Venezuela, en plena dictadura Gomecista, le permitió recoger vivencias que significarían una gran influencia en el desarrollo de su narrativa. Desde su llegada al país Ana Teresa comenzó a revelarse como escritora gracias a varios artículos publicados en diferentes diarios capitalinos. A pesar de que gran parte de su vida transcurrió en el extranjero, supo expresar en su obra literaria el ambiente íntimo y familiar de la Venezuela de ese entonces.
En 1923, el éxito de sus cuentos y artículos, publicados en los periódicos caraqueños, la impulsó a escribir su primera novela, el “Diario de una Señorita”, título que cambiaría momentos antes de su publicación por el de “Ifigenia”, una de las obras más importantes de la época, editada en español y francés por la Casa Editora Franco-Ibero-Americana. . En 1924, esta obra, editada bajo el seudónimo de Teresa de la Parra, obtuvo el primer premio en un concurso literario de la Ciudad... Junto a la chilena Gabriela Mistral, ganadora en ese entonces del Premio Nobel de Literatura, se convirtió en una de las escritoras más reconocidas.
A partir de 1928 Teresa de la Parra fue invitada a participar en distintos eventos internacionales de literatura, como el Congreso de Prensa Latina en Cuba y en un festival de literatura en Münich, Alemania.
Viajó de nuevo a Europa en 1929, y publicó su segunda novela, “Memorias de mamá Blanca”, escrita con gran sutileza, llena de nostalgia por su tierra natal, y de su infancia. En 1931 comenzó a escribir su tercera gran obra en honor a Simón Bolívar, por quien sentía gran admiración. Pero no logró terminarla, debido a que en esos días se manifestaron los síntomas de una grave enfermedad pulmonar.
Se le diagnosticó una bronquitis asmática en 1934, acabando con su vida el 23 de abril de 1936, en Madrid. Para el momento de su muerte la acompañaban su madre, Isabel Sanojo de Parra; su hermana María y su amiga Lydia Cabrera, escritora cubana que le dedicó a Teresa su libro “Cuentos negros”. 
Sus restos fueron sepultados en el cementerio de Almudena, en Madrid (España), fueron repatriados en 1947 al panteón familiar Parra Sanojo y finalmente al cumplirse el centenario de su nacimiento fueron llevados el 7 de noviembre de 1989 al Panteón Nacional de Venezuela.
Teresa de la Parra fue la primera gran escritora dentro del proceso de las letras venezolanas, logró ser la mujer que encontró en sus bellas novelas un espacio para la mujer dentro de la narrativa, ámbito que ésta antes no había tenido. Su novela más conocida, “Ifigenia, planteó por primera vez en el país el drama de la mujer frente a una sociedad que no le permitía tener voz propia.
OBRA LITERARIA: Novelas: “Ifigenia” (1924), “Las memorias de Mamá Blanca” (1929). 
Cuentos: “La flor del Loto” (1921), “Historia de la señorita Grano de Polvo Bailarina del sol”, “El genio del Pesacarta” y “El Ermitaño del reloj”. Otros: Pero además sus correspondencias, entre ellas su “Epistolario Intimo” (1953) y sus “Tres Conferencias Inéditas” (1961) son reconocidas como obras literarias de gran valor.

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