LA NEGRA MATEA UNA GRAN
MUJER EN LA VIDA DE BOLIVAR
La negra Matea Bolívar,
hija y nieta de esclavos, fue una esclava nacida el 21 de septiembre de 1773 al
sur de San José de Tiznado (estado Guárico), pequeño pueblo ubicado en pleno
corazón de Venezuela, donde se encontraba el Hato El Totumo, propiedad de Don Juan Vicente de Bolívar y Ponte, padre de Simón Bolívar. Al igual que el resto
de los esclavos, llevaba el apellido de su dueño. Falleció en
Caracas el 29 de marzo de 1886 a la avanzada edad de 112 años y 6 meses.
Matea se encargó de los
quehaceres de la hacienda y cuando nació el niño Simón también le correspondió cuidarlo, y a
medida que iba creciendo le tocó contarle cuentos, leyendas y divertirlo con
algunos juegos de la época. Si
sacas la cuenta, Matea apenas era 10 años mayor que Simón Bolívar. Matea Bolívar vivió entre la hacienda El
Totumo y la residencia caraqueña de los Bolívar.
Fue Matea quien llevó en
brazos a Simón hasta la pila bautismal y junto a la negra Hipólita, cuidó y dio
amor al niño Bolívar. Ambas fueron muy queridas y recordadas por el Libertador
en cartas posteriores.
Años después, cuando Simón
regresó de Europa casado con María Teresa Rodríguez, se llevó a la negra Matea
de vuelta a San Mateo. En esta misma hacienda, lloraron juntos la muerte de
María Teresa, quien fue víctima de la fiebre amarilla.
Al morir doña Concepción Palacios, en 1792,
Matea fue asignada a María Antonia Bolívar, hermana del Libertador, de esta
manera se encargó de las nuevas generaciones Bolívar.
Durante muchos años vivió en San Mateo, en
el Ingenio Bolívar. Según su propio relato, presenció allí el ataque de José
Tomás Boves y el sacrificio del capitán Antonio Ricaurte el 25 de marzo de
1814.
Después de 1821 habitó en la casa de María
Antonia Bolívar, hermana del Libertador. Debido a las persecuciones de los españoles, tuvo que huir con María
Antonia a la Habana, donde se quedaron hasta 1823.
Su longevidad causaba asombro en la Caracas
de su época, donde inclusive llegó a ser una reliquia de los antiguos tiempos.
El
día en que se efectuaron las pomposas ceremonias para el traslado de los restos
del Libertador desde la catedral de Caracas hasta el Panteón Nacional el 28 de
octubre de 1876, entró en el recinto del brazo del Presidente de la República,
general Antonio Guzmán Blanco y al
acercarse al monumento, exclamó con dolor: “¡Hijo, mío. ¡Hijo, mío”!. Para entonces ya contaba con 102 años de edad.
Sus restos reposan en la cripta de los
Bolívar, en la capilla de la Santísima Trinidad, en la catedral de Caracas.
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