CONMOVEDOR RELATO DEL
PRIMER PESEBRE VIVIENTE
Hace ya 793 años, el 25 de Diciembre de 1223, en la
Navidad de ese año, en el pueblecito de Greccio, una
pequeña población situada cerca de Roma, en Italia, se construyó el primer
pesebre viviente navideño. Fue creado por San Francisco de Asís, el
santo de la humildad y de la pobreza, fundador de la orden franciscana, quien lo
llevó a cabo conmovido por el fervor que vio en Jerusalén para los festejos del
nacimiento del Niño Jesús.
Francisco estaba débil y enfermo, y pensando
que tal vez aquella sería su última Navidad en la tierra, quiso celebrarla de
una manera distinta y muy especial. Con personas reales y animales vivos, y como un homenaje a la
llegada de Jesús, el Santo invitó a todos los habitantes del lugar a integrarse
a la escena viviente.
Un amigo de Francisco, el señor Juan Velita, era dueño de un
pequeño bosque en las montañas de
Greccio, y en el bosque había una gruta que a Francisco se le parecía mucho a
la cuevita donde nació Jesús, en los campos de Belén, y que él había conocido
hacía poco en su viaje a Tierra Santa.
Francisco
habló con su amigo, le contó su idea de hacer allí un “pesebre vivo”, y juntos
lo prepararon todo, en secreto, para que fuera una sorpresa para los habitantes
del pueblo, niños y grandes.
Entre
la gente del pueblo, Francisco y Juan escogieron algunas personas para que
representaran a María, a José y a los
pastores, y, siguiendo el relato del Evangelio de San Lucas, prepararon la
escena del nacimiento. ¡Hasta consiguieron un hermoso bebé para que
representara a Jesús!
La
noche de Navidad, cuando todas las familias estaban reunidas en sus casas, las
campanas de la iglesia empezaron a tocar solas… ¡Tocaban y tocaban como
si hubiera una celebración especial!… Pero nadie sabía qué estaba pasando… El
Párroco del pueblo no había dicho que fuera a celebrar la Misa del Gallo…
la Misa de Medianoche….
Sorprendidos
y asustados a la vez, todos los habitantes de Greccio salieron de sus casas
para ver qué estaba sucediendo… Entonces vieron a Francisco que desde la
montaña los llamaba, y les indicaba que subieran donde él estaba.
Alumbrándose con
antorchas, porque la noche estaba muy oscura y hacía mucho frío, todos se
dirigieron al lugar indicado, y cuando llegaron quedaron tan admirados, que
cayeron de rodillas, porque estaban viendo algo que nunca habían pensado poder
ver. Era como si el tiempo hubiera retrocedido muchos, muchos años, y se
encontraran en Belén, celebrando la primera Navidad de la historia: María tenía
a Jesús en sus brazos, y José, muy entusiasmado, conversaba con un grupo de
pastores y pastoras, que no se cansaban de admirar al niño que había acabado de
nacer.
Después,
cuando todos se calmaron, el sacerdote del pueblo celebró la Santa Misa, y
Jesús se hizo presente en el Pan y el Vino consagrados, como pasa siempre que
se celebra una Misa en cualquier lugar del mundo.
Terminada
la Eucaristía, Francisco, lleno de amor y de alegría, les contó a todos los
presentes, con lujo de detalles, la hermosa historia de la Navidad, y Jesús,
“luz del mundo”, llenó sus corazones de paz y de amor.
Pronto,
toda Italia imitaría el gesto. Fue, precisamente en Nápoles, donde se comenzó a
fabricar figuras de barro alusivas a este evento, y desde entonces la fama de
los "Nacimientos" y su costumbre se extendió por todo el mundo.
Tres
años más tarde, Francisco de Asís murió, dejándonos esta hermosa costumbre de
hacer el pesebre todos los años, que a todos nos gusta tanto.
El Papa
Juan Pablo II, en 1.986, a petición de las asociaciones belenistas de todo el
mundo, proclamó a San Francisco de Asís Patrón Universal del Belenismo.
Esta
tradición llegó a América por medio de los frailes franciscanos, y tuvo un gran
desarrollo artístico, que perduró a través del tiempo con las más variadas
representaciones, y que aún se conservan en Venezuela, especialmente en la
región andina.
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