JUICIO DE RENNY OTTOLINA A LA
TV VENEZOLANA SIGUE VIGENTE
A propósito de que hace hoy 88 años nació en la ciudad de Valencia,
estado Carabobo, Reinaldo José Ottolina Pinto ( Renny Ottolina), el todavía no
superado e indiscutible mejor animador de la televisión venezolana, es oportuno
recordar que el 22 de junio de 1980
salió publicado en el N° 346 de la “Revista Resumen”, en Caracas, su controversial “Juicio a la Televisión
Venezolana”, en el cual el “Show Man”
criollo puntualizó graves irregularidades de nuestra industria televisiva que
lamentablemente se siguen presentando todos los días a través de la pantalla
chica de los canales de televisión.
En el trabajo “COMO HA SIDO LA TV VENEZOLANA EN SUS 64 AÑOS” publicado
por entregas en este mismo espacio en fecha reciente, decíamos que “sería Renny
Ottolina, símbolo de la televisión en los cincuenta, sesenta y setenta, el gran
vendedor de productos y vocero no oficial de la ideología capitalista, detrás
de sus comentarios “espontáneos” sobre el acontecer nacional, quien formuló,
dentro de su duro sesgo derechista, críticas sobre la televisión de los años
setenta en su artículo: “Juicio a la televisión venezolana” (1978) del cual
destaca, por encima de cualquier consideración fragmentaria sobre un problema
de fondo, su predicción:
“…yo predigo que la televisión venezolana se irá hundiendo cada día más,
en su mar de irresponsable vulgaridad, con la única consecuencia de provocar la
intervención del Estado. Y tendrá que intervenir el Estado atendiendo el clamor
de los hombres y mujeres responsables del país, que cada día hacen sentir más
fuerte su voz de justa protesta…”
Pasarían casi 30 años para que la profecía se cumpliera, porque, la
televisión, como el sistema al que sostenía, perdió el poder, cuando creyó
haberlo conquistado”.
Porque Renny Ottolina fue el primer productor independiente que tuvo
nuestro país, y su erudicción, aunada a su gran carisma, espontaneidad y
creatividad, lo convirtieron en la voz más cotizada y con mayor credibilidad de
la TV venezolana, quiero, sin más comentarios, publicar algunos fragmentos de
su “Juicio a la Televisión Venezolana”.
“Al enjuiciar a la televisión venezolana lo hago como un espectador más.
Siendo un medio de comunicación masiva y, como tal, sujeta al juicio público,
quienquiera que vea televisión tiene derecho a enjuiciarla. En este derecho
común a todo baso la autoridad de mi juicio. Que esa autoridad cuenta con los
recursos que me da el ser un profesional de la televisión es otra cosa. Pero
quiero dejar claro que, más que como Renny Ottolina, en este análisis me sitúo
como un venezolano más que tiene televisor en su casa, que tiene esposa e hijos
y tanto él como su familia ven televisión”.
“La televisión venezolana, hoy por hoy, no aporta lo que debiera a la
cultura nacional. Es más, su influencia es, quizás, negativa. Para tener un
punto de partida me veo obligado a comenzar por el final, que en caso de un
juicio es el veredicto. Encuentro la televisión venezolana culpable de ignorar
la dignidad de los habitantes de nuestro país. Paralelamente la encuentro
culpable de desidia en su programación y de pecar de ligereza en cuanto a la
responsabilidad que implica su inmenso poder.
Responsables por igual de esta situación: los patrocinantes, las
agencias de publicidad y las estaciones de televisión. Conocido el veredicto y
los culpables estudiemos las razones determinantes, y veamos cómo un principio
razonable puede ser distorsionado por una miopía de la industria, hasta el
punto de convertirse en causa del mal causado”.
“Hay que llegar al grueso del público... la televisión venezolana suelta
entonces sus andanadas diarias de telenovelas donde las hijas se disputan el
marido de la madre, la madres no saben quiénes son sus hijos o donde los hijos
no saben quiénes son sus padres. Gracias a este concepto de la televisión surge
el programa donde un hombre, impulsado por la necesidad o la ignorancia, no
vacila en exponerse al ridículo a costa de su dignidad, a cambio de unos pocos
bolívares”.
“Hasta hace muy poco la
televisión venezolana, no satisfecha con su esforzada labor hacia el descenso
de los más elementales valores de la dignidad humana, consideró más que
necesario, imprescindible, programar espectáculos filmados cuya base son el
terror y la violencia, en horas cuando la televisión venezolana estaba
absolutamente segura que habría más niños encendiendo televisores y, por lo
tanto, aumentando el rating.
Pero si todo lo anterior fuese poco, las cuñas comerciales en su gran
mayoría, acostumbran a los televidentes venezolanos a gritar, a hablar mal
nuestro idioma, y a comprar algunos productos por la razón primordial de que
son estímulos del sexo. Todo eso pagado muy a conciencia por las agencias
publicitarias respectivas y programado muy a conciencia por las estaciones
televisoras respectivas”.
“A mi entender, al pensar que las clases económico-sociales menos
avanzadas sean, por su escasa o ninguna educación, básicamente estúpidas y
vulgares es un gravísimo error. El ser humano tiene una tendencia natural hacia
lo mejor. La televisión venezolana no estimula esta tendencia, si por el
contrario, hace todo lo posible para desvirtuarla. El hecho de que una persona
no haya recibido la educación a la cual tiene derecho, el hecho de que una
persona no tenga la capacidad adquisitiva que ojalá tuviera, no hace de ella
una persona vulgar, chabacana e indigna. Solo la hace desgraciadamente, pobre e
ignorante. Pero la calidad humana sigue estando allí, al alcance de quien
quiera estimularla”.
“La televisión tiene una influencia en el hogar mucho mayor que la de
cualquier otro medio de comunicación masiva. Su fuerza es terrible. Esa fuerza
implica una mayor responsabilidad. Quien no sabe asumir esta responsabilidad no
está a la altura de la fuerza de la cual dispone. Es hora de que la televisión
venezolana esté a la altura de su fuerza. Es hora de que la competencia entre
estaciones cese en su lucha por demostrar quién puede ser el más vulgar de
todos. Es hora que la competencia sea para ver quién puede lograr el mayor
respeto, el mayor aprecio y el mayor cariño de la comunidad venezolana. Los
patrocinantes no deben pagar programas donde haya situaciones que vayan en
contra de la dignidad familiar ni aquellos que puedan deformar la percepción
que los niños deban tener de la vida. Las agencias de publicidad tienen la
obligación de no recomendarlos las estaciones de televisión tienen el deber de
no producirlas”.
“Soy solo un venezolano más que tiene televisor en su casa y que con su
familia ve televisión. Como tal creo hacerme eco del hombre pobre que quiere
dejar de serlo si tan solo le dieran la oportunidad de saber un poco más de lo
que sabe, y del hombre pudiente que tiene en sus manos la decisión final de
este problema.
Ambos, estoy seguro coincidirán en pensar que nuestra televisión debe
seguir el camino correcto para construir algo, de lo mucho que puede al
mejoramiento de la comunidad venezolana. No es mucho pedir”.
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