domingo, 10 de diciembre de 2017

CARLOS GARDEL NACIO EN FRANCIA PERO SU FAMA LA LOGRO COMO ARGENTINO

Carlos-Gardel
Carlos Gardel nació en la ciudad de Toulouse, Francia, el 11 de diciembre de 1890. Hijo de padre desconocido y Berta Gardés, quien le dio su apellido, fue bautizado Charles Romuald Gardés. Su lugar natal, el hospital de Saint Joseph de la Grave, como se lo denomina desde 1647, se yergue en la ribera oeste del ancho y ampuloso río de Toulouse, el Garona.
El niño que nació allí alrededor de las dos de esa mañana recibió el nombre de Charles Romuald Gardes. El certificado de nacimiento declaraba que era hijo de “padre desconocido” y de Berthe Gardes, una planchadora de 25 años, entonces domiciliada en el número 4 de la rue du Canon d’Arcole. (La casa aún existe, ahora dividida en pequeños apartamentos; da sobre las gráciles curvas de cemento del moderno Palais des Sports de Toulouse.)
 Una comadrona llamada Jenny Bazin atestiguó que se había producido el alumbramiento, en una declaración realizada ante dos empleados del hospital. Así, la llegada al mundo de Charles Romuald Gardes se asentó adecuadamente bajo la irreprochable autoridad de la Tercera República.
Esta romántica ciudad de los trovadores medievales y de sus juegos florales presenció el nacimiento de uno de los grandes trovadores populares del siglo veinte. Por una de esas ironías de la historia, sin embargo, este trovador no halló la fama en Francia, sino en un país de las remotas costas del otro lado del Océano Atlántico. En sus años de madurez conquistaría una fama perdurable en su tierra natal, pero como argentino y no como francés.
Años más tarde, Berthe evocaría detalladamente el clima reprobatorio que la rodeó después del nacimiento de su hijo. La ilegitimidad comportaba un definido estigma social en la Francia de provincias, como en otras partes, y todo indica que la familia Gardes no fue muy comprensiva. Berthe debió de entender rápidamente que Toulouse no era el sitio adecuado para que una madre soltera criara al hijo, algo en lo cual estaba empeñada. Aunque su decisión de emigrar no pudo haber sido fácil, fue bastante lógica en las circunstancias. En un país extranjero, una historia ficticia podía ocultar su verdadera situación. Cuando Charles tuvo dos años, edad suficiente para viajar, Berthe lo llevó a Bordeaux, donde abordaron el vapor portugués Dom Pedro con rumbo a Buenos Aires.
En 1893 su madre llegó a la Argentina con su pequeño hijo de poco más de dos años. Su infancia transcurrió en los alrededores del Mercado de Abasto, su barrio por adopción, a partir de ese momento nace "El Morocho del Abasto". Cursó sus estudios primarios en las escuelas San Carlos y San Estanislao y abandonó los mismos en el segundo año de secundaria, en 1906.
El Carlos Gardes adolescente es (y quizá continúe siendo) una figura elusiva y algo borrosa. Su oscura vida y sus muy comunes ocupaciones en los barrios de Buenos Aires no se prestaban a ser documentadas. Cuando alcanzó la fama, no parecía recordar ordenadamente esos años, y nadie se molestó en tomar nota de las muchas anécdotas autobiográficas con que regalaba a sus amigos; por cierto, nadie lo entrevistó sistemáticamente con el propósito de hacer una biografía. La información de que disponemos proviene principalmente de declaraciones de sus amigos (o de quienes afirmaban serlo) después de su muerte. La adolescencia y juventud de Carlos, por lo tanto, nunca se han aclarado; muy pocos datos concretos, y prácticamente ninguna fecha, se pueden añadir a lo que sabemos.
22Esta falta de información ha dado a los escritores sensacionalistas y a los amantes de los mitos —siempre ansiosos de rodear al héroe con una aura de misterio— una maravillosa oportunidad para elaborar leyendas acerca de la adolescencia y la juventud de Carlos. En realidad, los escritores han exagerado el misterio. La información acerca de estos años puede ser fragmentaria y aun dudosa, pero no obstante es posible establecer una versión plausible, por imprecisa que sea, de la vida que llevaba Carlos.
 No hay dudas de que el joven Carlos Gardes —“el francesito”, como lo apodaban sus compañeros de juventud— llegó a conocer bastante los aspectos más sórdidos de la vida porteña. En las humildes circunstancias en que se crió, y en los barrios que ahora frecuentaba, esto era casi inevitable. Evidentemente el joven conoció la calle desde temprana edad, y aprendió a codearse con toda clase de hombres (y mujeres), aprendiendo también cómo encarar ciertas situaciones difíciles. Ya debía de tener algo de ese extraordinario encanto que le fue tan útil en años posteriores, aunque también era dado a las payasadas y las bromas, y hubo, en esos años tempranos (y aún después), quienes tomaban a mal sus humoradas. Pero llevaba consigo, dondequiera que iba, y con quien estuviera, un talismán de singular valor: su voz.
Ahora, ya casi hombre, Carlos Gardes conocía muy bien los barrios de Buenos Aires y se interesaba ávidamente en todo lo que veía y oía. Su universo suburbano abarcaba una ancha franja de distritos que se extendían desde el Bajo Belgrano, con sus reminiscencias turfísticas, en el norte, hasta la Boca, al sur del Centro. La Boca era un pintoresco barrio portuario con casas de colores chillones, inmigrantes genoveses y (cada vez más desde principios de siglo) cafés donde las primitivas orquestas típicas de la época deleitaban a los parroquianos con las últimas melodías y, de paso, echaban los cimientos de una incomparable tradición de música popular. Carlos no sólo aprendió los complejos pasos del tango cuando joven sino que a fuerza de practicar adquirió una gran habilidad.28 La música de tango ya le era sumamente familiar; en toda la gran ciudad, los organilleros propulsaban insidiosamente su futura hegemonía en el gusto popular.
41En otras partes, especialmente en barrios un poco alejados del Centro (barrios como Puente Alsina, quizá, con sus sórdidos cafés especializados en partidas “arregladas” de monte criollo, un juego de naipes), habría conocido inevitablemente a los malevos y compadres tan comunes en la proliferante metrópoli en el filo del siglo. Estos matones callejeros, con sus arrogantes alardes viriles, su inconfundible uniforme (botas bien lustradas, chambergo, pañuelo de seda anudado al cuello), sus muy preciados facones y pistolas, a menudo eran hostiles a los cantantes y otros artistas, pues los consideraban —y con buena razón— rivales ante la atención femenina. Carlos más tarde cantaría con espíritu intensamente evocativo sobre la efímera cultura suburbana que había producido al malevo (y al tango mismo), pero, por lo que sabemos, siempre salió indemne de sus encuentros con los personajes reales
Su vocación era el canto y animado por el payador José Betinotti, quien lo bautizara "El Zorzal Criollo", comenzó a cantar en ruedas de comités (centros políticos) y fondas del Abasto.
El Abasto se convirtió en la base de Carlos, el centro de operaciones de su “barra”, la versión adulta de la pandilla adolescente, el grupo de amigos (habitualmente varones) que se encuentran regularmente en un lugar fijo. Comenzó a frecuentar los cafés y restaurantes del vecindario que rodeaba al mercado. Se cuenta que el propietario de uno de ellos, un italiano, le enseñó canzonettas napolitanas, un tipo de canción ligera a la que siempre permanecería afecto. Carlos ahora poseía, al menos parte del tiempo, una guitarra propia.29 “Cuando supo tocar”, cuenta Esteban Capot, “fue el ídolo del Abasto. Las barras de muchachos de ese barrio, algunas de ellas de no muy lícitas actividades, adoraban a Carlitos. Se pasaban horas enteras oyéndolo cantar. Su repertorio se fue ampliando”.
Para la época del Centenario de la Revolución de Mayo (1910), era el número artístico del café O'Rondemann de los hermanos Traverso. En 1911 y junto a José Razzano, cantor del café El Pelado del barrio de Balvanera, forma el dúo Gardel-Razzano que marcará toda una etapa de su vida artística.
Su última grabación en Buenos Aires fue el 6 de noviembre de 1933 cuando registra "Madame Ivonne" de Eduardo Pereyra y Enrique Cadícamo.
El 7 de noviembre se va para siempre. Nuevamente a Europa, donde tras un breve paso por Barcelona y París viaja a los Estados Unidos, para debutar en la cadena de radio más importante del mundo, la NBC de Nueva York, el 31 de diciembre del mismo año. En 1934 con la colaboración de Alfredo Le Pera, en los argumentos, Gardel filma "Cuesta abajo", "Mi Buenos Aires querido" y "Tango en Broadway",
para la Paramount de Nueva York.
Tras un breve viaje a Francia, a fines de 1934 vuelve a actuar en la NBC y a filmar, participando en el musical de la Paramount "Cazadores de estrellas" junto a Bing Crosby, Richard Tauber y Ray Noble entre otros grandes.
Entre enero y febrero de 1935 filma "El día que me quieras" y "Tango Bar" donde canta sus éxitos más recordados.
En abril, Gardel decide emprender una gira por Puerto Rico, Venezuela, Aruba, Curaçao, Colombia, Panamá, Cuba y México, pero el destino impidió que ésta se completara por el trágico accidente aéreo de Medellín que terminó con su vida el 24 de junio de 1935.
La tumba de Gardel, en el cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires
La tumba de Gardel, en el cementerio de la Chacarita, en Buenos Aires. Foto: Archivo / LA NACION

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