Flota Europea anclada en la Costas Venezolanas de La Guaira
El Bloqueo a las costas venezolanas fue un incidente diplomático entre fines de 1902 y principios de 1903 en que las marinas de guerra del Imperio Británico, el Imperio alemán y el Reino de Italia bloquearon las costas y puertos de Venezuela exigiendo el pago inmediato de las deudas contraídas por Venezuela a las compañías de sus connacionales
La agresión se perpetró primero contra La Guaira. El 9 de diciembre de 1902, el Almirante inglés Sir A. Douglas, cual jefe de la flota aliada anglo-germana, dio la orden de ataque, capturando viejos buques de guerra y realizando un desembarco, todo sin disparar un tiro. La reacción del gobierno del General Cipriano Castro se sintetizó en la frase inicial de una proclama: “La planta insolente del extranjero ha profanado el suelo sagrado de la Patria...”.
Se trataba de cobrarle a una Venezuela endeudada compromisos económicos adquiridos por el gobierno del General Joaquín Crespo en la construcción del Gran Ferrocarril que unió a Valencia con la capital de la República. La Compañía de Descuento de Berlín (Berliner Disconto...) reclamaba el cumplimiento de obligaciones que le habían sido traspasadas por la empresa inglesa constructora de la vía férrea. A eso se unió la posición del gobierno venezolano de no reconocer deudas producto de daños causados a súbditos alemanes, durante las guerras civiles desde 1898 a 1900. A la reclamación pacífica siguió el ultimátum: el Kaiser alemán, los Reyes de Inglaterra y de Italia, y los banqueros de Europa, se coligaban para cobrar sus dineros amparados por la fuerza de sus cañones.
(Sobre el tema de la agresión imperial anglo-germana contra Puerto Cabello, existe una interesante tradición oral, recogida en folletos y artículos de prensa de difícil localización. Debidamente traducidos y editados, los “Documentos Británicos Relacionados con el Bloqueo de las Costas Venezolanas” arrojan definitivas luces al respecto. A estos documentos, en especial al informe del Comodoro Montgomerie cual jefe agresor, debemos referirnos en lo adelante).
El bombardeo contra La Guaira levantó una ola de patriotismo, que colocó a los venezolanos en pie de guerra. El gobierno ordenó la prisión de alemanes e ingleses residentes en el país, lo cual se cumplió en Puerto Cabello con gran pesar, por ser los súbditos de Alemania personas vinculadas al progreso económico y cultural de la ciudad. No había ingleses en el puerto, salvo la tripulación de un vapor carbonero -el Topaze- que realizaba faenas de descarga en el muelle, y cuyos tripulantes fueron sacados a punta de bayoneta de sus literas, a la medianoche del martes 9 de diciembre, y llevados, semidesnudos como estaban, a la Corrección, antigua cárcel colonial, ubicada en la intersección de las calles Valencia e Independencia. Puestos en libertad los prisioneros, por la intermediación ante el Presidente Cipriano Castro del embajador norteamericano Bowen, correspondió al populacho hacer justicia por su propia mano. El Topaze fue asaltado por una turba, que saqueó la embarcación y quemó la bandera del imperio agresor. Noticiado el Comodoro inglés Montgomerie del atropello, dirigió el buque a su mando, un crucero de nombre Charybdis, hacia Puerto Cabello; no sin antes hacerse convoyar por el crucero alemán Vineta, bajo el comando del Comodoro Scheder. Ambos buques de guerra anclaron su maciza estructura en la bahía porteña, en el amanecer del sábado 13 de diciembre.
Debió ser un imponente espectáculo el de las dos moles de acero erizadas de cañones, maniobrando en la bahía. El Vineta desplazaba 5.800 toneladas y tenía 110 metros de longitud; había sido botado al agua apenas cinco años antes. El Charybdis era de mayor porte.
Dirigieron los agresivos visitantes una comunicación a las autoridades porteñas, que lo eran para ese entonces los Generales Vicente Emilio Mora (jefe civil), Saturnino Torres (comandante militar), Carlos Reina (jefe del fortín Solano) y Julio Bello (comandante del castillo San Felipe), donde se solicitaba una explicación a lo que consideraban un ultraje a la bandera inglesa. La mediación estuvo a cargo de los cónsules William Wollmer (Estados Unidos), Enrique Monsanto (Colombia y República Dominicana) y Carlos Gramcko (Noruega e Italia). Sacaron los ingleses al Topaze del muelle, y lanzaron a las 3 p.m. un ultimátum. Escribiría el Comodoro inglés en informe a su gobierno: “No recibiendo respuesta a nuestra petición, el Comodoro Scheder y yo enviamos una carta conjunta diciendo que, a menos que se recibiera una respuesta para las 5 p.m., demoleríamos los fuertes y también la Aduana, si cualquier disparo viniera del pueblo; además, advirtiéndoles que removiesen las tropas y los prisioneros de los fuertes”. Los porteños se habían movilizado entretanto para la defensa, llegando a instalar una batería provisional en Playa Blanca, integrada por tres modernos cañones Krupp de campaña, de la misma marca de los usados en la dotación del crucero Vineta.
El bombardeo comenzó a las cinco y siete minutos de la tarde. El Charybdis bajó una señal convenida, y disparó sus cañones de babor contra el castillo, mientras sus baterías de estribor disparaban al fortín Solano; el buque se colocó enfilando la entrada del Puerto, a unas 2.500 yardas de la fortaleza principal. A su vez, el Vineta se fondeó cercano a la isla de Goaigoaza, y utilizó sus cañones exclusivamente contra el fortín, objetivo que fue calculado a 10.000 yardas de distancia.
El cañonero SMS Panther, de la marina imperial alemana, fue repelido y asediado por las baterías del castillo San Carlos durante el bloqueo
“La descarga fue excelente. Ningún disparo cayó en el pueblo ni cerca de él”, informaría el Comodoro inglés. Lo que nunca supo el agresor fue que las granadas que no hicieron blanco en la maciza estructura del Solano ni en la piedra dura del cerro de Las Vigías continuaron su trayectoria tierra adentro, y algunas cayeron en los patios de las villas que súbditos alemanes habían fundado en el vecino burgo de San Esteban (en terrenos de la casa de los Römer-Kolster se desenterraron después algunos proyectiles).
La resistencia de Puerto Cabello no fue sólo simbólica. Los cañones del castillo estaban enfilados, consecuencia de las perpetuas guerras civiles, hacia la parte que mira a tierra firme, pero desde la playa del puerto dispararon fusiles los defensores. “Algunos disparos de rifles -escribió Montgomerie- fueron dirigidos al Charybdis desde el pueblo, y algunos de ellos tocaron el buque, pero fue algo tan insignificante que no le presté atención”. El General Julio Bello, comandante de la fortaleza, estuvo en su puesto de honor (y no como dice la tradición recogida por el cronista Enrique Bernardo Núñez, “sorprendido por el bombardeo en el momento en el cual amolaba las espuelas a uno de sus gallos”), y allí fue hecho prisionero junto a su segundo, un Coronel de apellido Crespo, doce oficiales y veinte soldados. Desde el fortín Solano el desafío sí fue aceptado plenamente. Escribiría el inglés: “El fuerte El Vigía hizo algunos disparos con sus dos cañones, uno de los cuales cayó y explotó cerca del Charybdis y otro pasó sobre él, pero los cañones fueron pronto abandonados...”. Lo que debemos lamentar aún fue la mala puntería de nuestros artilleros...
Según el informante inglés, el fuego de los buques duró unos veinte minutos, pero durante el bombardeo sonó por cinco veces el “cese al fuego”, debido a que el humo causado por la explosión de los proyectiles y la densa capa de polvo que circundó los objetivos impedían precisar los tiros. Al concluir la labor de ablandamiento, ocurrió el desembarco. Al Teniente Rawson cual comandante, y al guardiamarina Heard, al frente de la tripulación de un bote armado, correspondió por los ingleses ocupar el castillo San Felipe. Los alemanes del Vineta enviaron también infantería de marina.
Ocupado el fuerte por los anglo-germanos, se procedió a la demolición de los modernos cañones Krupp y tres 64-pr retrocargados, que lo defendían. Nueve cañones de bronce, vestigios de la guerra de independencia, fueron tomados cual trofeos. Dos cañones de hierro de carga por la boca fueron igualmente dinamitados. El interior del castillo, las puertas de los calabozos que retenían treinta y cinco prisioneros, el puente sobre el foso, fueron destruidos. El almacén fue volado con dinamita.
Pero la “hazaña” no pudo ser completa. La información obtenida de que batallones milicianos esperaban detrás del cerro de Las Vigías a que los agresores intentaran subir al fortín Solano para entonces atacarlos, enfrió los ánimos europeos. El solo territorio ocupado fue entonces el del castillo, de donde se llevaron provisiones, menajes y cubiertos de plata (sic), y nuestro tricolor patrio entonces mancillado.
La Venezuela, gobernada por Cipriano Castro, era un país insolvente y sumido en guerras civiles.
Inglaterra y Alemania pretendían adquirir territorios venezolanos utilizando como pretexto el cobro de las deudas.
En la tarde del día siguiente al bombardeo fueron liberados oficiales y soldados prisioneros, y entregados a las autoridades locales los criminales que cumplían sentencia en la prisión militar. En la noche del 14 de diciembre zarpó el Charybdis rumbo a La Guaira, permaneciendo el otro buque anclado en bahía, hasta ser relevado por el también crucero Panther, de la armada alemana (este acorazado atacaría el 16 de enero siguiente el castillo San Carlos, en la barra del lago de Maracaibo). Comenzaba formalmente el bloqueo de nuestras costas, que sería efectivo a partir del 20 de diciembre. Desde el delta del Orinoco hasta La Guaira, la escuadra inglesa aislaba a Venezuela; desde el litoral de este último puerto hasta la península de La Guajira, quedaba bajo el control de la flota imperial alemana.
A nivel nacional el gobierno de Cipriano Castro abrió las cárceles políticas y permitió el regreso de los desterrados. En lo internacional, el bombardeo de los puertos venezolanos permitió al Canciller argentino Luis M. Drago sustentar lo que después sería doctrina, al señalar los peligros que amenazaban a naciones que como Venezuela contraían deudas de carácter eminentemente mercantil y civil (no sujetas en consecuencia a tratados entre naciones) que pudieran dar lugar a intervenciones directas de potencias extranjeras, en abierta violación a leyes internacionales.
Después de los bombardeos y ante el acoso internacional, Cipriano Castro tuvo que aceptar pagar las deudas y los gastos ocasionados por el bloqueo, según las condiciones del arbitraje y las Comisiones Mixtas.
Venezuela debió aceptar los insultantes Protocolos, firmados el 13 de febrero de 1903 y entre el 17 de febrero y el 2 de abril, debido a todas las presiones que se ejercieron.
Los Protocolos fueron escritos en idioma inglés, alemán e italiano. Estas versiones eran las válidas y no así las traducciones que le hicieron llegar a Castro.
Tio Sam observando como el Kaiser Aleman y el Primer Ministro Británico despluman el Presidente de Venezuela
Cipriano Castro, sin presentir siquiera el ataque vil contra Puerto Cabello, escribió en el trozo final de su proclama a los venezolanos: “El Sol de Carabobo vuelve a iluminar los horizontes de la Patria...”.
Consecuencia para Latinoamerica
Las consecuencias del bloqueo naval estuvieron basadas en incremento de la influencia norteamericana en la América Latina en lo que se conoce como el Corolario Roosevelt de 1904, una sustancial “enmienda” a la Doctrina Monroe por parte del presidente de los Estados Unidos Theodore Roosevelt. En su estado alterado, la Doctrina de Monroe ahora consideraría a América Latina como territorio para expandir los intereses comerciales de los Estados Unidos en la región, adicional a su propósito original, de mantener a la hegemonía europea fuera del hemisferio.
En esta enmienda el presidente Roosevelt afirmó que si un país latino-americano y del Caribe situado bajo la influencia de los EE.UU. amenazaba o ponía en peligro los derechos o propiedades de ciudadanos o empresas estadounidenses, el gobierno de EE.UU. estaba obligado a intervenir en los asuntos internos del país "desquiciado" para reordenarlo, restableciendo los derechos y el patrimonio de su ciudadanía y sus empresas.
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