Un recuerdo de amor
en estado agónico
POSTRADO EN SU LECHO DE MUERTE
BOLIVAR ESCRIBE
A SU PRIMA FANNYLuciano Mendible Camejo, abogado apureño y anti gomecista, exiliado en Barranquilla, Colombia, publicó en 1925, en el Diario del Comercio de esa ciudad, un escrito según la cual el Lunes, 6 de Diciembre de 1830, nuestro Libertador Simón Bolívar escribió una hermosa carta a su prima Fanny Duvillar, quien fue su novia cuando él tenía 20 años. Esta carta, según Mendible Camejo, la redactó El Libertador, en su lecho de enfermo, en Santa Marta, Colombia, el sexto día del último mes de 1.830. Falleció once días más tarde.
Se destacan al final de sus días las cualidades de nuestro gran guerrero, estadista, estratega, visionario y soñador Simón Bolívar, el hombre más extraordinario que ha tenido este Continente Americano. Es algo extraordinario que nuestro Libertador siendo un joven adinerado, ameno, talentoso, enamoradizo y bien correspondido, sacrificara todos los placeres que puede obtener con cierta facilidad para dedicar su tiempo, mente y alma en beneficio de la libertad de su patria; y así lo hizo.
Es tal el ímpetu que puso en esta empresa, que desde que hizo este juramento hasta su muerte, se entregó, en cuerpo y alma, a cumplir su proyecto emancipador hasta conseguirlo y después de ello decidió salir de la patria para libertar otras naciones.
Pero Bolívar además de los atributos señalados anteriormente tiene en alta estima el valor de los sentimientos, aquellos que hace aflorar su alma de poeta al redactar algunos escritos. Este original y no cultivado poeta , cuando el estado de su salud es grave, hace volar su mente y espíritu 25 años atrás y le dedica este poema en prosa al amor profesado a una mujer: Fanny Du Villars , publicado por primera vez en 1925.
“Querida prima: ¿Te extraña que piense en ti al borde del sepulcro? Ha llegado la última aurora: tengo al frente el mar Caribe, azul y plata, agitado como mi alma, por grandes tempestades; a mi espalda se alza el macizo gigantesco de la sierra con sus viejos picos coronados de nieve impoluta como nuestros ensueños de 1.805; por sobre mí, el cielo más bello de América, la más hermosa sinfonía de colores, el más grandioso derroche de luz... Tú estás conmigo, porque todos me abandonan; conmigo en los postreros latidos de la vida, en las últimas fulguraciones de la conciencia.
¡Adiós Fanny! Esta carta llena de signos vacilantes, la escribe la misma
mano que estrechó la tuya en las horas del amor, de la esperanza, de la fe;
esta es la letra escritora del decreto de Trujillo y del mensaje al Consejo de
Angostura. No la reconoces, ¿verdad? Yo tampoco la reconocería si la muerte no
me señalara con su dedo despiadado la realidad de este supremo instante. Si yo
hubiera muerto sobre un campo de batalla, dando frente al enemigo, te daría mi
gloria, la gloria que entreví a tu lado, a los campos de un sol de primavera.
Muero despreciable, proscrito, detestado por los mismos que gozaron mis
favores; víctima de intenso dolor, presa de infinitas amarguras. Te dejo mis
recuerdos, mis tristezas y las lágrimas que no llegaron a verter mis ojos.
¿No es digna de tu grandeza tal ofrenda? Estuviste en mi alma en el
peligro; conmigo presidiste los consejos de gobierno; tuyos fueron mis triunfos
y tuyos mis reveses; tuyos son también mi último pensamiento y mi pena
postrimera. En las noches galantes del Magdalena vi desfilar mil veces la
góndola de Byron por los canales de Venecia, ¡en ella iban grandes bellezas y
grandes hermosuras, pero no ibas tú: porque tú has flotado en mi alma mostrada
por níveas castidades! A la hora de los grandes desengaños, a la hora de las
íntimas congojas, apareces ante mis ojos moribundos con los hechizos de la
juventud y de la fortuna; me miras, y en tus pupilas arde el fuego de los
volcanes; me hablas, y en tu voz oigo las dianas inmortales de Junín.
Adiós, Fanny, todo ha terminado.
Juventud, ilusiones, risas y alegrías se hunden en la nada, sólo quedas tú como
ilusión serafina señoreando el infinito, dominando la eternidad.
Me tocó la misión del relámpago: rasgar un instante las tinieblas,
fulgurar apenas sobre el abismo y tornar a perderse en el vacío. Simón Bolívar”.
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