ASESINATO
DE DANILO ANDERSON
CANGREJO
DE ORO DE LA V REPUBLICA
El 18
de noviembre de 2004, fue asesinado el fiscal Danilo Anderson quien adelantaba
investigaciones vinculadas a los sucesos del golpe de Estado de abril de 2002 y
el paro petrolero producido ese mismo año. Por el crimen se habría pagado más
de medio millón de dólares a los ejecutores.
El
fiscal murió al estallar un explosivo C4, colocado debajo del asiento del
conductor de su camioneta Toyota Autana, el cual fue activado vía teléfono
celular. Por la acción fueron detenidos los hermanos Otoniel y Rolando Guevara
a quienes se acusó de ser los autores materiales. Pagan una condena de 27
años y nueve meses de prisión.
Quince
días antes del atentado había librado citaciones contra el ex alcalde mayor
Alfredo Peña, el secretario de seguridad Henry Vivas y el director de la
Policía Metropolitana Lázaro Forero. Anteriormente había sido designado como
encargado del caso de la masacre de Altamira en diciembre de 2002. Además El
fiscal cuarto en materia ambiental del Ministerio Público fue el primer
funcionario en abrir un caso por delitos ambientales suscitados en Caracas.
Anderson nació en Caracas y terminó la carrera de Derecho en
la Universidad Central de Venezuela en 1995. Se especializó en criminología y
leyes ambientales. Trabajó para varios bufetes de abogados y fue
fiscal tributario entre 1993 y 2000.
La muerte del fiscal Anderson conmocionó al país, primero por
la forma de asesinarlo y luego por cómo fue manejado el caso hasta mitigarlo de
manera sospechosa. Los
autores intelectuales aún no han sido develados y tal vez nunca se sepa en
realidad cómo y de qué forma planearon el más vil de los asesinatos hechos a un
funcionario público del país. Hay
muchos cabos sueltos, dudas que nadie ha sabido responderle ni al pueblo ni a
los familiares de Danilo Anderson.
En la
actualidad hay órdenes de capturas activas, y alerta roja en la Policía
Internacional, contra Johan Peña, Pedro Lander y Patricia Poleo, por
presuntamente estar involucrados como autores intelectuales.
Venezuela no emuló nunca una cultura bélica o de violencia
extrema, por lo que la muerte del fiscal, utilizando C4 en el mismo vehículo de
la víctima representó un gran impacto por haber simbolizado un acto de rabia y
venganza que generó en la conciencia colectiva un miedo generalizado y se creyó
que era el primero de muchos que caerían de esa manera.
Hoy, después de doce años, la opinión pública vive con el
mismo temor, puesto que las muertes posteriores de Eliécer Otaiza y Robert
Serra hacen creer que la violencia selectiva y programada tiene fuertes
vinculaciones con el paramilitarismo colombiano.
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