Tras
un enigmático peregrinaje
HACE
174 AÑOS REPATRIARON
LOS
RESTOS DE SIMON BOLIVAR
El
13 de noviembre de 1842 zarpó rumbo a Santa Marta, Colombia, la flota venezolana enviada a buscar los
restos del Libertador Simón Bolívar.
Inexplicablemente,
el regreso de los restos mortales del Padre de la Patria se vio demorado,
durante doce años, desde el mismo día de su muerte, el 17 de diciembre de 1830,
por la actitud anti bolivariana de sus propios compatriotas.
En
el año 1833, el General José Antonio Páez, Presidente de la República y primer
instigador del odio de los venezolanos hacia el Libertador, propuso al Congreso
Nacional la reivindicación del nombre de Bolívar, siendo rechazada tal
solicitud. El sentimiento anti bolivariano estaba muy fresco aún.
Igualmente,
el General Carlos Soublette, encargado del Ejecutivo en el período 1837-1839,
planteó el mismo asunto obteniendo similar rechazo. Por su parte, los deudos
del Libertador habían hecho sus diligencias para traer los restos de Bolívar a
Venezuela, accediendo el Gobierno de Nueva Granada a la solicitud de exhumación
hecha por Fernando, María Antonia y Juana Bolívar, siendo negado este acto por
el gobierno venezolano, alegando que esos restos pertenecían a la nación y sólo
ella podía repatriarlos.
El
5 de febrero de 1842 se instaló el nuevo Congreso Nacional, siendo electo
Presidente del mismo el Dr. José María Vargas. Fue leído el mensaje del General
Páez, Presidente de Venezuela en su 2do.mandato, en el cual hizo la solicitud
de amnistía y traída de los restos del Libertador como una necesidad nacional,
siendo al fin aprobado por el Congreso, dictando el 30 de abril de 1842 el
Decreto correspondiente, reconociéndole a Bolívar todos los títulos de honor y
gloria decretados por Venezuela y Colombia, ordenando el traslado de sus
cenizas desde Santa Marta y otras disposiciones en cuanto a los honores al
Libertador.
El
Ejecutivo nombró una comisión integrada por los Generales Francisco Rodríguez
del Toro, Mariano Montilla y el Dr. José María Vargas para trasladarse a Santa
Marta.
El
13 de noviembre de 1842, zarpó la goleta de guerra venezolana Constitución, al
mando del Capitán de Navío Sebastián Broguier, acompañada de la corbeta
francesa Circé y del bergantín mercante Caracas, llevando a bordo a los cadetes
de la Escuela de Matemáticas.
Tres
días más tarde arribarían al puerto de Santa Marta, donde los esperaban el bergantín de guerra británico Albatros y el
bergantín holandés Venus. Los integrantes de la comisión fueron finalmente el
Dr. José María Vargas, quien la presidía, el General José María Carreño, el Sr.
Mariano Uztáriz y el Presbítero Manuel Sánchez, en virtud de las sucesivas
excusas de no poder asistir de otros generales nombrados. Inexplicablemente, al
Sr. Fernando Bolívar, sobrino del Libertador, le fue negado el permiso para
asistir a Santa Marta porque no había cupo en el buque destinado al efecto.
Una
vez en Santa Marta, el acto de exhumación de los restos del Libertador Simón
Bolívar se llevó a cabo el 20 de noviembre de 1842, a las cuatro y treinta
minutos de la tarde. Al momento se rompe la losa y se renueva la piedra
sepulcral. La caja de madera externa estaba deshecha y la caja de madera
interna, forrada con plomo, estaba entera, pero con daños visibles.
Se
abrió la urna y en su interior estaba el esqueleto, pocas prendas de vestir,
las cajitas contentivas de las vísceras del Libertador. Los huesos de las
piernas y pies estaban cubiertos con las botas de campaña, la derecha entera y
la izquierda despedazada; pedazos de galón decaídos se hallaban a los lados de
los muslos. Es decir, todo el vestido del Libertador se había pulverizado.
Acto
seguido, el General Joaquín Posada Gutiérrez, Gobernador de Santa Marta y
Presidente de la Comisión designada por el Gobierno de Nueva Granada, preguntó
en voz alta al Dr. Próspero Reverend y al Sr.
don Manuel de Ujueta y Bisais, Jefe Político en 1830 y amigo personal de Bolívar, si reconocían en
estos restos al Libertador de Colombia.
Los
señalados examinaron los restos, reconociendo el Dr. Reverend el cráneo que él
aserró en forma horizontal durante la autopsia para examinar el cerebro, al
igual que las marcas oblicuas de la sierra en las costillas. Tanto el Dr.
Próspero Reverend como el Sr. Ujueta respondieron con un "Sí" rotundo
a la pregunta hecha por el General Posada.
Casi
todos los presentes al acto lloraban en silencio, con respeto ante tal
circunstancia tan especial. Varias personas se acercaron sobre el féretro para
tomar pedazos de la urna de madera como reliquia del Padre de la Patria, y hubo
algunas, que inclusive sustrajeron huesos pequeños sueltos de la urna.
Posteriormente, los huesos se acuñaron con cojines de seda, cubriéndolos con
una sábana para evitar se desordenaran.
Mientras
tanto, algunos habitantes de Santa Marta mostraban su ira en las afueras,
considerando tal acto como una profanación, simultáneamente confundidos con los
honores que se le rendían al Libertador. Se levantó un acta de la exhumación,
agregándose a la verificación de los restos, que desde el año 1830 y
subsiguientes, no hubo otra sepultura en la Catedral.
Los
restos de Simón Bolívar fueron sepultados el 20 de diciembre de 1830 en una
bóveda de la nave del Evangelio de la Catedral Basílica de Santa Marta, según
consta en la partida de defunción.
No
obstante, tras el terremoto que sacudió a la ciudad el 22 de mayo de 1834
quedaron a la intemperie hasta que tres años después fueron rescatados por don
Manuel de Ujueta y Bisais, quien los tuvo tres días en su casa mientras
construían una nueva bóveda en la nave central de la Catedral para evitar que
los santanderistas los arrojaran al morro, según el historiador William
Hernández. Allí permanecieron hasta el 20 de noviembre de 1842, cuando la
comisión venezolana vino a llevarse
estos restos para Caracas.
La
ceremonia terminó aproximadamente a las ocho de la noche, aunque las puertas
del templo permanecieron abiertas hasta las diez, permitiéndosele a la población
rendir su último tributo al Libertador. Esa misma noche, el General Joaquín
Posada entregó al Dr. José María Vargas una solicitud en la cual la Nueva
Granada pedía dejar en el mismo sitio del sepulcro en Santa Marta, la urna
contentiva con el corazón de Bolívar. Tal solicitud fue aceptada de inmediato.
Al
día siguiente, 21 de noviembre, continuaron los honores al Libertador. Pasada
las cuatro de la tarde, se inició el cortejo fúnebre hacia el muelle. El
féretro era cargado en hombros por los oficiales y vecinos, quienes se
alternaban dicho honor. Las ventanas y puertas de la ciudad mostraban luto y un
silencio marcaba el respeto de la procesión, roto únicamente por el rugir de
los tambores de la banda marcial del batallón, la cual abría la marcha. La
población acompañaba los restos del Padre de la Patria hacia su destino final.
En
el muelle se rindieron los últimos honores. Fueron colocados los restos en una
falúa de la goleta Constitución, la cual fue escoltada hasta dicha goleta y
ésta a su vez escoltada por los buques venezolanos y extranjeros. Pero el
traslado no fue del todo tranquilo como se deseaba. La nave Constitución
encalló el 7 de diciembre en la isla Gran Roque, bamboleándose y amenazando con
hundirse, llevándose consigo los restos del Libertador.
Pasado
el gran susto, después de 22 días de accidentada travesía, lograron arribar al puerto de La Guaira el 13
de diciembre de 1842, manteniéndose allí hasta el día 15, cuando se produjo el
desembarco de los restos del Padre de la Patria. Al fin se había cumplido su
última voluntad.
A
su llegada a Caracas, fueron depositados en el templo de San Francisco para los
funerales correspondientes, y luego fueron conducidos a la cripta familiar en
la capilla de la Santísima Trinidad de la Catedral de Caracas. Allí
permanecieron hasta octubre de 1876, cuando fueron colocados en el Panteón
Nacional, donde reposan actualmente.
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