( PARTE II )
COMO HA SIDO LA TV
VENEZOLANA
EN SUS
SESENTA Y CUATRO AÑOS
Años 60, el negocio y la dominación
En los años
sesenta, la televisión venezolana se perfilaba en Caracas como un negocio
rentable, con 500.000 aparatos receptores en manos de los habitantes de una
ciudad que llegó al millón de habitantes en 1958. La televisión también estaba
tocando de modo importante las ciudades de Valencia y Maracaibo, a finales de
los cincuenta.
Cayó la dictadura
de Marcos Pérez Jiménez, y de Estados Unidos (Nueva York) llegó importado el
Pacto de Punto Fijo. Venezolanos negocian el reconocimiento internacional a su
naciente clase gobernante a cambio de la exclusión política, social y económica
de otros venezolanos. La izquierda se fue a la lucha estudiantil, y luego
armada, para intentar su espacio en una democracia que, se suponía, combatiría
la exclusión, principal legado del régimen de Marcos Pérez Jiménez.
A partir de los
sesenta, la televisión venezolana no buscaba informar, entretener, ni educar.
La TV se convirtió en reproductor de la falsa democracia, excluyente,
bipartidista, y de una sola ideología, finamente camuflada en noticias pagadas
por transnacionales que, a diferencia de la imposición dictatorial, escondían
la explotación detrás de una información somnífera, estimulante del
conformismo.
El entretenimiento
era su principal adoctrinamiento. El teleteatro, que presentaba obras de
nuestra literatura, fue sustituido por la conversión de la dramaturgia en
fábrica de sentimientos: La Telenovela, promotora del egoísmo, valor contrario
a la generosidad venezolana, historias “de la vida misma”, donde los ricos
tenían fortunas no justificadas “por su esfuerzo”, mientras los pobres debían conformarse con
“la injusticia del mundo”, y si algún pobre surgía, no era por su trabajo, sino
por parentesco, por amiguismo, o por venganza contra alguien que le hizo daño.
El ”ascenso de una clase social a una superior’,
con toda la exclusión que esto significa, anulaba la solidaridad, convertía los
derechos en privilegios por los que había que “joderse trabajando”. Así fue la
telenovela venida de la CMQ cubana, protectora de la dictadura de Fulgencio
Batista, que llegó a Venezuela con el triunfo de la Revolución cubana, y así
comenzaron a cambiar, por este y otros factores, los bondadosos y generosos
venezolanos y venezolanas.
La producción
cinematográfica venezolana no alcanzaba para una programación regular, y
Estados Unidos invertía todo recurso para inundar a los países que
“necesitaran” de producción con su cine, claro, cine con “casual” chauvinismo y
anticomunismo.
Legisladores de la
época, más por un asunto de moral y estética, y no por el verdadero problema de
fondo, intentarían un primer esfuerzo por regular la televisión, lo que
significó el primer choque del Estado venezolano con el sector privado de la
TV, que ascendía en poder y preferencia en la audiencia venezolana.
REGULACION VS PODER
El primer intento
por regular la televisión ocurrió en el gobierno adeco de Raúl Leoni, tras una
resolución que prohibía transmitir películas de censura “C” en la televisión,
que fracasó ante la manipulación de los empresarios privados, quienes
calificaron la medida como “ataque contra la libertad de expresión”. Diputados
del antiguo Congreso Nacional estuvieron en México, buscando información sobre
leyes de contenidos en ese país, para regular los contenidos de nuestra TV.
A su llegada a
Venezuela, con el anteproyecto listo, la TV privada, ligada a otros oligopolios
nacionales del negocio de alimentos, vehículos, etc., presionó al poder
político, obligando al antiguo poder legislativo a archivar el proyecto. No se
volvió a plantear leyes de este tipo, hasta la actual Ley de Responsabilidad
Social en Radio y Televisión (hoy también medios electrónicos) aprobada en 2004.
El servicio público
de radio y TV lucía desintegrado, en contraste con la integración privada. La
publicidad era factor de presión en las decisiones públicas, en la integridad
cultural, en la independencia económica, e incluso la seguridad del Estado.
Pero sería Renny
Ottolina, símbolo de la televisión en los cincuenta, sesenta y setenta, el gran
vendedor de productos y vocero no oficial de la ideología capitalista, detrás
de sus comentarios “espontáneos” sobre el acontecer nacional, quien formuló,
dentro de su duro sesgo derechista, críticas sobre la televisión de los años
setenta en su artículo: “Juicio a la televisión venezolana” (1978) del cual
destaca, por encima de cualquier consideración fragmentaria sobre un problema
de fondo, su predicción:
“…yo predigo que la
televisión venezolana se irá hundiendo cada día más, en su mar de irresponsable
vulgaridad, con la única consecuencia de provocar la intervención del Estado. Y
tendrá que intervenir el Estado atendiendo el clamor de los hombres y mujeres
responsables del país, que cada día hacen sentir más fuerte su voz de justa
protesta…”
Pasarían casi 30
años para que la profecía se cumpliera, porque, la televisión, como el sistema
al que sostenía, perdió el poder, cuando creyó haberlo conquistado.
( Próxima entrega:
“LA TV CULTURAL VENEZOLANA)
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