viernes, 4 de noviembre de 2016

DIA INTERNACIONAL DEL PAYASO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO

DIA INTERNACIONAL DEL PAYASO
QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO
Reconozco que no es fácil escribir sobre ese personaje tan familiar y tan lejano al mismo tiempo, que es el “Payaso”. Se hace complejo reflejar con palabras una personalidad que resulta llena de tantos y tan variados matices como colores tienen su cara  y su vestimenta.
Qué cuándo apareció el primer payaso sobre la tierra? El mismo día en que Dios creó el mundo. Claro, el primer payaso no fue otro que el propio Adán, y lo demostró cuando le dijo al Creador que la mujer que le había dado por compañera lo había engañado. Esa fue la primera payasada de la historia. O no?
 Y esas formas de arte humilde, cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos, de fragancia imperecedera, que inagotablemente encanta y atrae, ¿no muestran y esconden al par algunos secretos de la condición humana, de una tradición; en suma, la historia que no pasa? Y del arte popular se destaca la figura del eterno payaso.
Por eso es que el payaso es un personaje esencial, intrínseco a la vida del ser humano. Más que popular es de todos, como lo son las obras clásicas. De ahí que debemos esforzarnos por conocer más acerca de este apasionante arte que nos conecta con la parte más humana de nosotros mismos.
Para todos juega el payaso la eterna pantomima. Hace reír a todos, infaliblemente. ¿Por qué?  Porque  el payaso es siempre eficaz; no importa que sea bueno o malo. Hay payasos geniales: pero cualquier payaso bajo la luz de acetileno, en una carpa desgarrada, logra, infaliblemente, con los viejos trucos –siempre los mismos y siempre inéditos-, la risa, o, lo que es más difícil, la sonrisa colectiva.
Produce  asombro esa sonrisa, no carcajada, ni siquiera risa colectiva, pues la sonrisa es lo más delicado de la expresión humana, que florece de preferencia en la intimidad, y aun a solas; comentario silencioso de los discretos, arma de los tímidos y expresión de las verdades que, por ser tan hondas o entrañables, no pueden decirse. La sonrisa es la expresión que apenas aflora el silencio, y se guarda, como el silencio, ante las verdades demasiado reveladoras.
Y yo diría que uno de los trucos del payaso que nunca falla es una escena en que no sabríamos decir qué es lo que hace. Pues en realidad, no hace nada. Todos los payasos lo repiten; es infalible y deben saberlo; ante cualquier público, aunque sea de intelectuales. Y es... ¿cómo describirlo con palabras? Es ese ir y venir vacilante y cambiando de dirección, es ese ir hacia algo y quedarse detenido a la mitad del camino; ese gesto fallido de querer apresar algo, de evitar que se escurra de entre las manos.
El payaso mimetiza desde siempre y con éxito infalible el acto de pensar, con todo lo que el pensamiento comporta: la vacilación, la duda, la aparente indecisión. El alejamiento de la circunstancia inmediata, esa que imanta a los hombres... Mimetiza esa peculiar situación del que piensa que parece estar en otro mundo, moverse en otro espacio libre y vacío. Y de ahí el equívoco, y aun el drama. El payaso realiza la mímica de esta situación en forma poética y plástica, o más bien musical; la hace visible cuanto es permitido.
Parece saberlo todo el payaso. Con su rostro inmóvil, imitación de la muerte, parece ser una de las formas más profundas de conciencia que el hombre haya alcanzado de sí mismo. Y como todo lo profundo necesita una máscara, como dijera el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, la tiene desde siempre en esa máscara la más profunda y la más transparente: un muerto que finge estar vivo.
La libertad que no goza por el pensamiento, el payaso la alcanza, al fin, riéndose de su propio conflicto. Pues siempre que nos reímos, ¿no nos reímos un poco de nosotros mismos? Nos reímos de lo que los otros hacen o dicen, pero si en ellos no nos viésemos un poco objetivados, no sentiríamos esa impresión de habernos liberado de un conflicto o un temor; del temor inconfesado de ser así, de algún modo que no nos gusta. Y así, el payaso nos consuela y alivia de ser como somos, de no poder ser de otro modo; de no poder franquear el cerco que nosotros mismos ponemos a nuestra libertad
Con la sombra densa de nuestros conflictos el payaso modela sus gestos, su mímica casi inmóvil. Y, al fin, todo lo resuelve en música; unos cuantos lamentos de violín o una cadencia apenas esbozada en el piano, y hasta el leve sonar de una filarmónica que viene a decirnos: Somos, a pesar nuestro, libres y es una reivindicación del talento, la habilidad y la audacia que se necesita para encontrar, estimular y liberar al PAYASO que llevamos dentro.
“El imbécil espera tener éxito en el futuro y vive fracasado.
El payaso disfruta el fracaso en el presente y en consecuencia tiene éxito”.

Fernando Córdova

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