Originalmente no fue escrita
para niños
“LOS VIAJES DE GULLIVER”
CRITICA A
LA SOCIEDAD Y LA CONDICION
HUMANA
El 30 de Noviembre de 1667,
nació en Dublín, Irlanda, el escritor satírico Jonathan Swift, cuya obra principal es “Los viajes de Gulliver”,
dividida en cuatro tomos, que constituye
una de las críticas más amargas, y a la vez satíricas, que se han escrito
contra la sociedad y la condición humana. Aunque los libros estaban destinados
a los lectores adultos, los niños encontraron en ellos un verdadero tesoro, un
prodigioso juego entre la realidad y la fantasía.
Los viajes de Gulliver es una novela de Jonathan Swift publicada en 1726.
Aunque se le considera una obra infantil, en realidad es una sátira de la
sociedad de su tiempo y la condición humana, camuflada como un libro de viajes por países pintorescos, un género
bastante común en la época.
¿De qué trata? Del capitán Samuel Gulliver, quien es llevado por
el mar a mundos fantásticos en donde es un gigante entre enanos, un enano entre
gigantes, y un ser humano avergonzado de su condición en una tierra poblada por
caballos sabios que son más humanos que los propios hombres, y que desconfían
de estos últimos.
Los viajes de Gulliver recuerdan de
cierta forma aquellas travesías en donde la fantasía y el mito se unen para
hablar sobre nuestra condición humana. De hecho, esta historia recuerda las
hazañas de una pequeña “Alicia
en el País de las Maravillas”, que
rememoramos en días pasados en estos espacios, o un Bastian en La historia
sin fin, obras que también fueron un reflejo fantástico de
la naturaleza humana.
“Los
viajes de Gulliver” tiene mucho en común con “Robinson
Crusoe”, y ambos relatos con Simbad de “Las mil y una noches”, puesto que son
obras alimentadas por la fantasía e inspiradas en viajes y aventuras de
fabuladores y náufragos empeñados en hacer creíble lo increíble, y en cuyas
páginas llenas de vigor confluyen lo real y lo imaginario, la utopía y el
reportaje.
Jonathan Swift captura con este libro el romanticismo que
gobernaba la época, reflejado en la posibilidad de descubrir nuevos mundos que,
de cierta forma, ayudaban a huir de las injusticias sociales que predominaban
en el viejo continente. En “Los viajes de Gulliver”, el autor nos muestra cuán
relativo es todo en este mundo y cuán estúpido llega a ser el individuo a
través de su arrogancia y orgullo.
En su primer viaje, Gulliver es llevado a la costa por las olas
después de un naufragio, y se despierta siendo prisionero de una raza de gente
bastante pequeña,
se ve rodeado de hombrecillos
que miden menos de seis pulgadas, y mientras unos le apuntan con lanzas, otros
le lían con cuerdas que, alrededor de su cuerpo, parecen hilos de coser.
Gulliver, sin proponérselo, arribó a las
tierras del emperador de Liliput, quien ordena construir una monumental
plataforma para transportarlo hasta la capital del imperio.
En este país, se convierte en el favorito en la corte, parodia de la
libidinosa casa del rey Jorge I de
Gran Bretaña.
En la capital de Liliput, donde los paisajes y
personajes rompen los límites de la realidad, Gulliver es exhibido como el
fenómeno del siglo: su voz es un trueno y su estornudo un huracán que hace
volar los templos por los aires. Los liliputienses marchan por debajo de las
piernas de Gulliver, quien los levanta en la mano como un niño lo hace con sus
juguetes, y juega con los navíos de guerra del rey de Blefescu, los ata entre
sí y los remolca hasta el puerto de Liliput, para así evitar la tragedia de una
guerra. Al final, el monarca, como prueba de gratitud, le obsequia un bote
gigantesco para que retorne a su tierra natal.
El barco Adventure es desviado por las tormentas y
forzado a ir a una isla por agua dulce. Allí el grupo de desembarco es
perseguido por seres de gigantesca estatura. Este
juego de dimensiones relativas, aceptado por los niños desde todo punto de
vista, se inicia cuando Gulliver, abandonado por sus
compañeros, huye hasta un campo de cereal y allí es encontrado para después ser
usado como objeto de diversión. La Reina de este país, al conocer a este
pequeño hombre, queda fascinada por su personalidad.
Como es
de suponer, en este país es también objeto de atracción. El rey lo adquiere a
cambio de una fabulosa fortuna y se lo obsequia a su hija menor. Al cabo de un tiempo,
Gulliver le suplica a la princesita que lo lleve a nadar en la playa. Ella
cumple con el pedido y lo lleva encerrado en una cajita.
En la playa, donde había
una caseta para que Gulliver se cambie de ropa, la niña se distrae recogiendo
conchas, en tanto el protagonista aprovecha la oportunidad para huir; voltea la
caseta sobre las olas, se sube a horcajadas encima de ella y se hace a la mar
agitando brazos y piernas, hasta desaparecer más allá del horizonte. Navega varios días a la deriva, hasta que avista las
velas de un navío inglés que lo recoge a bordo.
Estas
relatividades, propias de la fantasía, les fascina a los niños como los cuentos
fantásticos, en los cuales se relatan las aventuras de personajes diminutos,
cuyas moradas son una cajita, un sombrero o un zapato abandonado.
En el
tercer viaje, Gulliver desembarca en el país de los científicos locos, donde
existen computadoras que escriben libros de filosofía, poesía, política,
jurisprudencia, matemáticas y teología. Esta sociedad tecnificada, actualmente real, pero para entonces utópica,
que imagina Swift, no es otra cosa que una mordaz ironía a la tecnocracia y un
miedo solapado ante la lógica de las máquinas, que a veces acaban siendo más
perfectas e inteligentes que la mente humana.
Mientras está allí, ve la ruina
provocada por la búsqueda ciega de la ciencia sin resultados prácticos, una
sátira sobre la Royal
Society de la
época y sus experimentos. La Royal
Society, es una de
las sociedades científicas más antiguas del mundo con más de 350 años de
existencia y sede en Londres. El tercer viaje de Gulliver, lejos del
racionalismo de la época, es una manera de sumergirse en un mundo mágico que,
años más tarde, inventaría Julio Verne.
En el
cuarto viaje, Gulliver visita una isla habitada por caballos superdotados, que
tienen un estándar cultural y ético superior al de los humanos. Al lado de
estos caballos, que identifican su nombre en nobles relinchos, viven los
Yahoos, quienes tienen una apariencia de bestias, una vida degenerada y un olor
repugnante. Para Gulliver, los Yahoos no son humanos en su primera fase
evolutiva, sino animales inferiores a los caballos.
De vuelta en casa, Gulliver se convierte en un ermitaño, evitando
en lo posible a su familia, para pasar varias horas al día hablando con los
caballos en sus establos, a tal extremo que, sólo un año después de su
retorno a Inglaterra, pudo comer por primera vez junto a su esposa e hijos.
El final de “Los viajes de Gulliver” rememora la frase
del filósofo griego Diógenes el Cínico, quien fue el que dijo:”
Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro". En este caso,
Gulliver prefirió hablar con sus caballos que escuchar las incoherencias de los
seres humanos.
Para algunos especialistas en literatura
infantil, “Los viajes de Gulliver” constituye una obra que refleja el complejo
de inferioridad y superioridad, y la misantropía casi enfermiza de Swift,
quien, como pastor anglicano, fustigó con ironía las corrupciones humanas y dijo:
“Odio y detesto a ese animal que se llama hombre”.
Con todo, los niños reconocen como suyos los
viajes de Gulliver al país de los enanos y al país de los gigantes. Además, ya
antes de que falleciera Swift, las dos primeras partes del libro fueron separadas
del resto, con el propósito de preparar una edición exclusivamente destinada a
los niños.
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