GRAL JOSE ANTONIO ANZOATEGUI
SIMBOLO DE LEALTAD Y VALENTIA
Una de las historias más tristes de nuestros principales
próceres, esos memorables personajes cuyas hazañas permanecen en las páginas de
la posteridad, es sin duda la del General José Antonio Anzoátegui, este
brillante oficial del Ejército venezolano, a quien la vida le hizo una mala
jugada, pues no le alcanzó para completar lo que hubiera podido haber sido una
de las páginas más célebres de este pueblo revolucionario.
José Antonio Cayetano de la Trinidad Anzoátegui Hernández
nació en Barcelona el 14 de noviembre de 1789 y murió en Pamplona (Colombia) el
15 de noviembre de 1819. Era un blanco criollo, hijo de un español rico de
origen vasco de su mismo nombre y de Petronila Hernández, proveniente de una
familia con títulos nobiliarios.
Sus cinco hermanos
eran Pedro María, Joaquín, Agustín, Juan José y Juana Dolores. Se casó con
María Teresa de Arguindegui y tuvo dos hijas: Calixta y Juana. A una de ellas
no la conoció, pues salió en campaña militar cuando aún estaba en el vientre y
no regresó.
La casa donde vio la luz el General Anzoátegui, estaba
ubicada en esa época en la llamada Calle El Socorro, hoy boulevard 5 de julio. Su sitio de correría se ubicaba en
el barrio El Arroyo, lo que hoy se conoce como Cayaurima.
Su padre, José
Anzoátegui, oriundo de Vazcongadas,
provincia de Guipúzcoa, llegó a esta ciudad como comerciante. Para ese fin instaló frente
a la plaza Mayor de Barcelona, donde funcionaba el mercado, una pulpería que
exportaba alimentos hacia las Antillas. Por lo tanto los Anzoátegui Hernández
tenían una importante posición en la sociedad barcelonesa.
La vida del héroe epónimo de Anzoátegui está llena de
curiosidades. Lo bautizaron de emergencia el 21 de noviembre de 1789, a los siete días de haber
nacido, pues estaba moribundo, no creían que iba a salvarse. Como vivió en una
Barcelona de mucha convulsión, su espíritu joven lo impulsó a luchar, por lo
que fue preso a los calabozos de La Guaira. Eso influyó en su personalidad. Las
causas de su muerte entran en el terreno de la especulación.
Luego de la declaratoria de independencia por parte de
Barcelona, el 27 de abril de 1810, en octubre de ese año, José Antonio
Anzoátegui, a los 21 años de edad, decide ingresar a la Academia Militar del
Coronel Sebastián de Blesa. Brillante
oficial de la guerra de independencia, fue el más joven de todos los próceres.
A los 30 años alcanzó el rango de General de División.
Con una vida en la que siempre demostró valor, disciplina e
inteligencia, se desempeñó como un galante oficial de la guerra de
independencia. Peleó en numerosas batallas. De esta manera, el General
Anzoátegui se destacó a lo largo de su vida por obtener rápidos ascensos y
exitosas intervenciones, lo que le provocó la obtención de la Orden de los
Libertadores de Venezuela y la Cruz de Boyacá. Asimismo, en 1909, el Estado de
Barcelona toma el nombre de estado de Anzoátegui, como parte de un gran
reconocimiento al hijo más Honorable de estas tierras.
Le bastaron 30 años para luchar por la independencia y por
eso estar en prisión, casarse, tener dos hijas, ascender al máximo rango,
General de División...y morirse en Pamplona, lejos de su tierra, cuando apenas
empezaba a destacarse describiendo una trayectoria insigne de luchas por la
emancipación. Eso lo vivió José Antonio
Anzoátegui gracias a su constancia, perseverancia y valentía.
Era muy amigo de Simón Bolívar, eran verdaderos amigos, su
jefe de la Guardia de Honor, el hombre destinado a garantizarle la vida, colibertador de Colombia y Venezuela. Por
eso, al morir Anzoátegui, Bolívar expresó: “Habría preferido yo la pérdida de
dos batallas que la muerte de Anzoátegui. ¡Qué soldado ha perdido el Ejército y
qué hombre, la República!”. Fue el general que murió a más temprana edad.
Sus restos nunca fueron repatriados ni reclamados por
familiar alguno. Estaban sepultados en
la iglesia Nuestra Señora de las Nieves
de Pamplona y el terremoto del 18 de mayo de 1875 la destruyó. En Venezuela no ha sido tan
valorado como en Colombia. Allá se le rinde culto y se le profesa mayor
respeto. En el campo de la batalla de Boyacá, cerca de Tunja, hay una estatua
en su honor y en la casa donde murió se conservan sus objetos personales.
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