Sepa por qué
SE PUEDE DECIR “LA
MINISTRA”
PERO NO ASI
“LA CANCILLERA”
El 5 diciembre de 1930, la
Real Academia Española de la Lengua aprobó el uso de los sustantivos femeninos
que indiquen profesiones o cargos.
La Feminización de nombres de
profesiones, oficios o cargos es una expresión que significa acción y efecto de
dar forma gramatical femenina a los nombres de profesiones, oficios o cargos
que no la tienen, o dar género femenino a los nombres originariamente
masculinos o neutros. La Real Academia Española de la Lengua define así lo que
llama feminización gramatical.
Al mismo tiempo, esta misma
institución, reconoce que existen condicionamientos de tipo histórico y
sociocultural, en especial el hecho de que se trate o no de profesiones o
cargos desempeñados tradicionalmente por mujeres.
La Real Academia Española de
la lengua (RAE) de manera esquemática, publica las reglas de feminización de
nombres de profesiones. Estas reglas las establece atendiendo únicamente a
criterios morfológicos, no obstante reconocer que en el modo de marcar el
género femenino en los sustantivos que designan profesiones, cargos, títulos o
actividades, influyen tanto cuestiones puramente formales sobre la etimología,
la terminación del masculino, etc, como condicionamientos de tipo histórico y
sociocultural, en especial el hecho de que se trate o no de profesiones o
cargos desempeñados tradicionalmente por mujeres.
Las sucesivas
actualizaciones del Diccionario de la Real Academia Española de la lengua
(DRAE) han venido admitiendo propuestas inicialmente rechazadas. Ejemplo de
ello es el criterio en el año 2001 estableció la Real Academia: debe decirse la
primera ministra, y no la primera ministro ni la primer ministro. Se zanjó así
la polémica planteada en 1977 a la hora de referirse a la política británica Margaret Thatcher, la “Dama de Hierro”. Sin embargo, en el año 2005, si bien no dudó la RAE en
decidir el nombre de “la
canciller”, no admitió “la cancillera”.
Hay
oficios respecto de los que el Diccionario de la Real Academia no admite la
forma femenina. Ejemplo de ello son alfarera, albañila, alicatadora,
azufradora, cosedora, peinetera y cachuchera. Se da la circunstancia de aceptar
el término albañila respecto del nombre de un insecto que
se caracteriza por construir tabiques de barro que separan las celdas de sus
nidos: la abeja albañila.
1.
Hay otros casos en los que se recomienda no utilizar la
denominación de un oficio en femenino, porque podría confundirse a la
hipotética mujer que lo practicase con un objeto, concepto, adjetivo, etc.
Ejemplo: “música” en el sentido de mujer que se dedicase a esta profesión,
y el del arte que se vale de combinar los sonidos con
melodía, ritmo y armonía. “Cauchera”, que trabaja o negocia con el caucho, y el establecimiento donde se procesa el
caucho o donde se reparan neumáticos.
Por
otro lado están los nombres femeninos que no derivan del masculino pues está
documentado que apareció antes el estado o el oficio femenino: viuda, beguina, costurera, hilandera, niñera, modista. A pesar de ello, el
diccionario no recoge la entrada en femenino.
La
feminización de nombres masculinos que designan profesiones, oficios, trabajos
no depende sólo de las reglas gramaticales pues a su aceptación es frecuente
que se opongan argumentos que, en palabras de la especialista en lenguaje Eulalia LLedó,”de todo ello se puede
colegir que cuando se dirime una cuestión que relaciona sexo, género y género
lingüístico nunca se está hablando sólo de lengua.
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