lunes, 5 de diciembre de 2016

Sepa por qué SE PUEDE DECIR “LA MINISTRA” PERO NO ASI “LA CANCILLERA”


Sepa por qué
SE PUEDE DECIR “LA MINISTRA”
PERO NO  ASI  “LA CANCILLERA”
El 5 diciembre de 1930, la Real Academia Española de la Lengua aprobó el uso de los sustantivos femeninos que indiquen profesiones o cargos.
La Feminización de nombres de profesiones, oficios o cargos es una expresión que significa acción y efecto de dar forma gramatical femenina a los nombres de profesiones, oficios o cargos que no la tienen, o dar género femenino a los nombres originariamente masculinos o neutros. La Real Academia Española de la Lengua define así lo que llama feminización gramatical.
Al mismo tiempo, esta misma institución, reconoce que existen condicionamientos de tipo histórico y sociocultural, en especial el hecho de que se trate o no de profesiones o cargos desempeñados tradicionalmente por mujeres.
La Real Academia Española de la lengua (RAE) de manera esquemática, publica las reglas de feminización de nombres de profesiones. Estas reglas las establece atendiendo únicamente a criterios morfológicos, no obstante reconocer que en el modo de marcar el género femenino en los sustantivos que designan profesiones, cargos, títulos o actividades, influyen tanto cuestiones puramente formales sobre la etimología, la terminación del masculino, etc, como condicionamientos de tipo histórico y sociocultural, en especial el hecho de que se trate o no de profesiones o cargos desempeñados tradicionalmente por mujeres.
Las sucesivas actualizaciones del Diccionario de la Real Academia Española de la lengua (DRAE) han venido admitiendo propuestas inicialmente rechazadas. Ejemplo de ello es el criterio en el año 2001 estableció la Real Academia: debe decirse la primera ministra, y no la primera ministro ni la primer ministro. Se zanjó así la polémica planteada en 1977 a la hora de referirse a la  política británica  Margaret Thatcher, la  “Dama de Hierro”. Sin embargo, en el año 2005, si bien no dudó la RAE en decidir el nombre de “la canciller”, no admitió “la  cancillera”.
Hay oficios respecto de los que el Diccionario de la Real Academia no admite la forma femenina. Ejemplo de ello son alfarera, albañila, alicatadora, azufradora, cosedora, peinetera y cachuchera. Se da la circunstancia de aceptar el término albañila respecto del nombre de un insecto que se caracteriza por construir tabiques de barro que separan las celdas de sus nidos: la abeja albañila.
1.     Hay otros casos en los que se recomienda no utilizar la denominación de un oficio en femenino, porque podría confundirse a la hipotética mujer que lo practicase con un objeto, concepto, adjetivo, etc. Ejemplo: “música” en el sentido de mujer que se dedicase a esta profesión, y  el del  arte que se vale de combinar los sonidos con melodía, ritmo y armonía. “Cauchera”, que trabaja o negocia con el caucho,  y el establecimiento donde se procesa el caucho o donde se reparan neumáticos.
Por otro lado están los nombres femeninos que no derivan del masculino pues está documentado que apareció antes el estado o el oficio femenino: viuda, beguina, costurera, hilandera, niñera, modista. A pesar de ello, el diccionario no recoge la entrada en femenino.

La feminización de nombres masculinos que designan profesiones, oficios, trabajos no depende sólo de las reglas gramaticales pues a su aceptación es frecuente que se opongan argumentos que, en palabras de la especialista en lenguaje  Eulalia LLedó,”de todo ello se puede colegir que cuando se dirime una cuestión que relaciona sexo, género y género lingüístico nunca se está hablando sólo de lengua.

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