En París,Francia
BOLIVAR PRESENCIO Y REPROBO
LA CORONACION DE NAPOLEON
El 2 de diciembre de 1804 Simón Bolívar presenció la coronación de
Napoleón como Emperador en la catedral de Notre Dame,en París, la ceremonia la
presidió el papa Pío VII, Gregorio Chiaramonti.
En verdad el Corso en el momento que su Santidad le iba a imponer la
corona se la quitó de las manos al Pontífice y se la puso él mismo. Luego el
mismo Napoleón coronó a Josefina Beauharnais, su esposa, como Emperatriz. De
Josefina se separó en 1809 para casarse con una princesa austríaca, María Luisa
de Habsburgo, la madre de su único hijo Napoleón Bonaparte Habsburgo, conocido
como “El Aguilucho”.
El conocer a Napoleón en el apogeo de su gloria fue significativo para
Bolívar pese a que siempre guardó silencio sobre la influencia que el militar
francés, el hombre y el político más importante de la época, tuvo sobre él.
Bolívar, todavía no lo sabía en 1804, pero él también dejaría honda huella con
su hacer en aquel mismo tiempo, encumbrándose después de 1819 y más aún, tras
la muerte del Corso. Y en el mundo hispánico de su época sólo dos hombres
serían los más representativos: el pintor Goya, español, y Bolívar.
Sobre la presencia de Bolívar en el acto de la coronación de Napoleón
las noticias que han llegado hasta nosotros son diversas y a veces opuestas. Al
diplomático inglés en Caracas sir Robert Ker Porter, le dijo que estuvo
presente. Sin embargo, las referencias que tenemos de su presencia de Bolívar
en el acto son contradictorias. En unas indica que estuvo, en otras lo niega.
El general Daniel Florencio O’Leary, Edecán de Bolívar, quien no estuvo
presente aquel día, era un niño de tres años y vivía en su Irlanda natal, debió
escuchar de labios de Bolívar lo que transcribió en sus Memorias: “París era a
la sazón centro de interés para toda Europa; de todos sus ángulos acudían las
gentes a contemplar las fastuosas fiestas que con motivo de la coronación se
daban allí. El embajador español invitó a Bolívar a formar parte de su séquito
para presenciar aquella ceremonia; pero no solo rehusó la invitación, sino que
se encerró en su casa durante todo el día”.
En 1824, Bolívar confesó al almirante norteamericano Hiram Pauling,
quien lo visitó ese año en Huaraz, durante la campaña del Perú y luego escribió
aquello que conversaron. Esto le dijo el Libertador, “estábamos en París cuando
la coronación de Napoleón: todo era regocijo en la ciudad; pero nosotros no
salimos del cuarto y hasta cerramos las ventanas”.
A su edecán Louis Perú de La Croix, Bolívar le confió en Bucaramanga, el
año 1828, venticuatro años después de ese suceso: “Vi en París en el último mes
del año 1804 el coronamiento de Napoleón: aquel acto o función magnífico me entusiasmó,
pero menos su pompa que los sentimientos de amor que un inmenso pueblo
manifestaba al héroe francés; aquella efusión general de todos los corazones,
aquel libre y espontáneo movimiento popular excitado por las glorias, las heróicas
hazañas de Napoleón, vitoreado, en aquel momento, por más de un millón de individuos,
me pareció ser, para él que obtenía aquellos sentimientos, el último grado de
aspiración, el último deseo como la última ambición del hombre. La corona que
se puso Napoleón sobre la cabeza la miré como una cosa miserable y de moda
gótica; lo que me pareció grande era la aclamación universal y el interés que
aspiraba su persona”.
Del 16 de julio de 1827, un año antes de su conversación con Perú de La
Croix, data su conversación, en Caracas, con sir Robert Ker Porter. En el
relato de la conversación que hizo el diplomático a su hermana Jane se lee:
“Bolívar me dijo que estaba presente cuando el Jefe de la Nación francesa fue
coronado; pero ¿por quién? ¡por sí mismo¡ Bolívar contempló cómo la mano que
había desenvainado la espada en defensa de las libertades de una nación
encadenada colocaba la diadema de la esclavitud sobre sus propias sienes, acto
con el cual perdió Napoleón el derecho a su propia libertad y la de los
millones de personas cuyo campeón había sido hasta poco tiempo antes”.
Desde aquel instante, dijo Bolívar, detesté a ese ambicioso tirano; y si
pude arrojar de mi mente al ídolo que tanto había reverenciado, cuánto más no
tendría que condenarme y odiarme a mí mismo si por un instante me dejase
ofuscar con el mismo fin de mi vida política. Un final del que no puedo creerme
capaz. Tengo ambiciones, sí; pero son las de ver de mi país feliz con una
racional libertad; y si el pueblo no quiere recibirla de mis manos como su Jefe
Constitucional, nunca será como su Emperador o Rey”.
Trascrito todo esto tiene razón Pérez Vila en escribir: “Por falta de un
testimonio directo emanado del propio Bolívar…y ante la existencia de
aseveraciones que se contradicen absolutamente, y que todas podrían haber
tenido su origen en Bolívar, es difícil determinar si él asistió en persona a
la ceremonia”.
Por ello, el magnífico investigador aventura dos posibles
interpretaciones, sensatas ambas. Escribe: “Asumiendo que lo dicho por O’Leary
y Tomás Cipriano Mosquera lo supieron por Bolívar mismo, lo cual es innegable
en el caso de Pauling, y que evidentemente es también Bolívar la fuente directa
de Porter y Lacroix, ¿cómo explicar la contradicción?...Veo dos alternativas:
1)Bolívar sí asistió a la ceremonia de la coronación y fue testigo de la
misma, como lo dicen Porter y Lacroix. Pero molesto por las injustas
imputaciones que algunos le hacían ya desde 1819 de aspirar a convertirse en el
Bonaparte de Hispanoamérica, difundió, o dejó circular sin contradecirla, la
versión del encierro en el cuarto. Sin embargo, al conversar con mayor
confianza en privado con Porter y Lacroix, les dijo la verdad.
2) Bolívar no asistió a la ceremonia, y se quedó encerrado en su
habitación con Simón Rodríguez y Fernando Rodríguez del Toro, como lo dicen
O’Leary, Pauling y Felipe Larrazabal.
Pero por los periódicos se enteró de todo lo sucedido aquel día en Notre Dame,
tan bien como si lo hubiese visto. Por esto, al hablar con Porter y Lacroix lo
hizo en forma tan vívida que su afirmación de haberse hallado en París durante
la coronación, lo cual es inengable, se convirtió para ellos en el equivalente
de que Bolívar lo había visto por sus propios ojos”.
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