El Libertador de Guayana
CON EL HEROISMO A FLOR DE PIEL
MURIO FUSILADO EL PROCER PIAR
CON EL HEROISMO A FLOR DE PIEL
MURIO FUSILADO EL PROCER PIAR
El 16 de octubre de 1817, hace 199 años, fue fusilado a los 43 años de edad el héroe de la Batalla de San Félix (1817) y precursor de la liberación de la Provincia de Guayana, general en jefe Manuel Carlos Francisco Piar.
Su fusilamiento se realizó en la Plaza Mayor de la antigua Angostura del Orinoco, hoy Ciudad Bolívar. Su muerte había sido sentenciada por un Consejo de Guerra encabezado por el almirante Luis Brión, bajo los cargos de delitos de lesa patria, conspiración y deserción.
A la salida del sol, toda Angostura sabía, con excepción del acusado, que Manuel Carlos Piar, General en Jefe de los Ejércitos de la República y Libertador de Guayana, sería ejecutado ese día, a las cinco en punto de la tarde. Arrellanadas en la plaza una multitud de mujeres con negros pañolones, colmeneaban rosarios y trisagio como se hacía con Jesús en la Columna, en la conmemoración del Jueves Santo.
Una de las historias fabuladas de Francisco Herrera Luque es la novela “Manuel Piar, caudillo de dos colores” (Pomaire, Caracas, 1987), y comenta que se llegó a decir que a la hora de escuchar tantos rezos y letanías, el general Anzoátegui, miembro del Consejo de Guerra, estalló en gritos y sollozos: "¡Perdóneme, mi General…! Perdón, perdón" –decía desconsolado.
No había que pensar en perdón ni en indulgencias. Aquel día , 16 de octubre de 1817, Manuel Carlos Piar subiría al Gólgota a orillas del Orinoco
Piar fue uno de los más grandes héroes de la gesta libertadora y su victoria ante el brigadier realista Miguel de La Torre en la Batalla de la Mesa de Chirica (hoy población de San Félix) marcó el avance definitivo para liberar a esta provincia, que se convertiría de inmediato en la principal fuente de reses, caballos y pertrechos para el sostenimiento del Ejército Libertador en sus siguientes campañas dentro y fuera del territorio venezolano.
Y además dentro de los anales de la historia republicana venezolana es reconocido como el Libertador de Guayana y Generalísimo Invicto, por haber disputado 24 batallas y no haber sido derrotado.
Juicio y fusilamiento
Después de aquella insigne batalla, logrando su principal objetivo y envuelto en una lucha sorda de intrigas y rumores que intentaban ponerlo a rivalizar con Bolívar, Piar, el Jefe de Guayana, decide pedir su pasaporte y retirarse de Guayana y del Ejército venezolano.
Después de aquella insigne batalla, logrando su principal objetivo y envuelto en una lucha sorda de intrigas y rumores que intentaban ponerlo a rivalizar con Bolívar, Piar, el Jefe de Guayana, decide pedir su pasaporte y retirarse de Guayana y del Ejército venezolano.
El día 30 de Junio de 1817, Simón Bolívar en su condición de Jefe Supremo de la República de Venezuela expide el pasaporte solicitado por Piar en el que señala: “Concedo libre y seguro pasaporte al Excmo. General en Jefe Manuel Piar para que pase al lugar que tenga a bien en el territorio de la república o en el extranjero”.
Las intrigas y los rumores continuaron. Enemigos de Piar enviaron cartas acusatorias a Bolívar en las que aseguraban de una supuesta sublevación que estaría gestando Piar, quien luego de recibir su pasaporte se había trasladado hasta Upata en búsqueda de su concubina, Mónica Farreras, para disponerse al retiro.
Las intrigas y los rumores continuaron. Enemigos de Piar enviaron cartas acusatorias a Bolívar en las que aseguraban de una supuesta sublevación que estaría gestando Piar, quien luego de recibir su pasaporte se había trasladado hasta Upata en búsqueda de su concubina, Mónica Farreras, para disponerse al retiro.
Sin embargo, Bolívar solicita a Manuel Cedeño la aprehensión de Piar y éste envía a su edecán, Ramón Machado para intentar persuadirlo, diciéndole que debe ir al cuartel pues hay allí una carta lacrada de Bolívar que es de su interés.
Piar, inocente de la trampa tendida, se dispone a ir al cuartel, cuando es interceptado por uno de sus edecanes, José Antonio Mina, quien estando al tanto de la verdad lo alertó y es por esta razón que decide huir, provocando que el 5 de agosto de 1817, Simón Bolívar emitiera un Manifiesto en el que señala “El General Piar ha infringido las leyes, ha conspirado contra el sistema, ha desobedecido al gobierno, ha resistido la fuerza, ha desertado del ejército y ha huido como un cobarde; así, pues, él se ha puesto fuera de la ley: su destrucción es un deber y su destructor un bienhechor”.
Tomando las palabras de Bolívar se inició la búsqueda de Piar por parte de Manuel Cedeño, a quien se le había encomendado su captura, es apresado en Aragua de Maturín el 28 de septiembre de 1817; siendo conducido al cuartel general de Angostura, donde fue sometido a juicio.
El Consejo de Guerra que se le formó, estaba integrado por el almirante Luis Brión (presidente); los generales de brigada Pedro León Torres y José Antonio Anzoátegui; los tenientes coroneles Judas Tadeo Piñango y Francisco Conde (vocales), todos acérrimos enemigos de Piar.
El general de brigada Carlos Soublette fue el acusador y el teniente coronel Fernando Galindo el defensor, igualmente en ambos casos se trataba de enemigos públicos de Piar. El juicio estuvo viciado por testigos falsos, documentación falsa y una defensa casi inexistente, además de la condenatoria pública, previa al juicio realizada por Bolívar quien, desde antes de su aprehensión ya había declarado “la necesaria muerte” de Piar.
El 15 de octubre de ese mismo año, el Consejo de Guerra sentenció al general Piar a la pena capital por los delitos de insubordinación, deserción, sedición y conspiración. Simón Bolívar, confirmó la sentencia sin degradación del rango militar.
La sentencia se le dio a conocer pocas horas antes de su ejecución y al leérsele la misma se indignó contra la injusticia que se cometía. Por algunos minutos su accionar rayó en la locura, pero luego se calmó y caminó serenamente hacia el lugar en el que se ejecutaría su pena de muerte
Dice la historia que “Con la arrogante gallardía de su valor incontrastable (…) al pasar por el frente de la tropa, comandada por el Tte Cnel Bruno Torres, se quitó el sombrero y saludo la bandera, se sentó en el banquillo y desabrochándose su dormán, exigió a los soldados que apuntaran bien a su corazón. Lo último que se le escuchó decir aquel 16 de octubre de 1817, fue: “Viva la Patria”.
Aunque no se tiene conocimiento exacto del lugar en el que reposan sus restos, la documentación de la época indica que fue inhumado en un sitio que denominaban El Cardonal, que servía en aquel tiempo de cementerio para menesterosos o personas que no tuvieran familias.
Aunque no se tiene conocimiento exacto del lugar en el que reposan sus restos, la documentación de la época indica que fue inhumado en un sitio que denominaban El Cardonal, que servía en aquel tiempo de cementerio para menesterosos o personas que no tuvieran familias.
La suerte de Piar, ha sido analizada por nuestros historiadores con muy encontradas conclusiones. ¿Se justificaba esta ejecución? ¿Era Piar el único sedicioso? ¿Por qué no ejecutaron a los otros conspiradores que habían desacatado la autoridad del Libertador y hasta humillado, como Ribas, Mariño, Bermúdez, etc.?
Bolívar, al parecer, necesitaba un escarmiento, uno sólo. Luego, irían los demás por el riel. Parece ser que para el propio Libertador éste fue un día amargo. Al día siguiente de la ejecución, dijo: “Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón. El General Piar fue ejecutado por sus crímenes de lesa patria, conspiración y deserción…Piar era un General de verdad".
El 16 de Octubre de 1817 fue un día de duelo para la patria, pero hoy la posteridad, haciendo justicia al heroísmo de aquel valiente campeón de nuestras libertades ciudadanas, ha hecho que su nombre lo lleven con orgullo municipios, calles, escuelas, plazas y ciudades, que un monumento que se levantó en San Félix ostente su busto en bronce en homenaje a sus proezas, que parecen legendarias.
Hoy rendimos homenaje a este ilustre Prócer de la Patria, Libertador de Guayana e insigne soldado a quien murió como vivió, con el heroísmo a flor de piel.
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