UN EX SENADOR ADECO EXTERIORIZO
SU MISOGINIA EN PLENO PARLAMENTO
El 18 de octubre de 1965, en el marco de las discusiones para la
reforma del Código Penal, el senador por Acción Democrática Estanislao Mejías Salvatierra propuso exonerar
de castigos al hombre que mate a su mujer por adulterio infraganti.
La misoginia de este desquiciado adeco llegó al extremo de proponer que
la medida no aplicaría en el caso de la mujer hacia el hombre “por razones de
superioridad social y biológica de éste en relación con aquella”.
Este sujeto no tiene nada que envidiarle al actual presidente
del parlamento nacional venezolano, de quien no dudamos que si
su copartidario Estanislao Mejías Salvatierra hubiera hecho ese
planteamiento descabellado y aberrante en el sanedrín que él dirige hoy, lo
abría apoyado con las dos manos alzadas, porque coinciden perfectamente en su
concepción de la mujer.
Al ex Senador por Acción Democrática y al diputado también adeco
Henry Ramos Allup, les agradezco que me den esta oportunidad de traer a
colación el tema de la Misoginia por ellos patentizada. Además que me permiten
reivindicar a la mujer como ser humano, con todos sus valores.
El conocido filósofo
francés André Glucksmann dijo en una ocasión que “el odio más largo de la
historia, más milenario aún y más planetario que el del judío es el odio a las
mujeres”. Siendo él mismo de origen judío, esta afirmación no es poca cosa,
dado que siglo tras siglo los judíos han sido sistemáticamente perseguidos y
sufrido reiteradas matanzas.
Ese odio milenario y
particular hacia las mujeres se conoce como misoginia y consiste no sólo de la tendencia de
aversión, temor y desprecio a las mujeres y de todo lo considerado femenino,
sino en pensar en que el hombre debe liberarse de cualquier tipo de
dependencia hacia ellas. De manera pues que en el alma del hombre
misógino, tener un hijo con una mujer y constituir una familia resulta
algo sino aberrante, desagradable.
Como concepción del mundo,
la misoginia está destinada a inferiorizar a las mujeres y se vincula a la
convicción masculina universal, en gran medida inconsciente e involuntaria, de
que ser hombre es lo mejor que puede sucederle a un ser humano, por lo cual y
antes que todo, ser hombre es no ser mujer.
En esta lógica, todo lo
que no es atributo de los hombres o masculino, debe ser deslegitimado,
ridiculizado o repudiado. Se ha construido así históricamente un discurso
de odio hacia
las mujeres que pretende degradar, intimidar, promover prejuicios o incitar a
la violencia hacia ellas por ser del sexo opuesto.
Siendo la peor de las emociones, el odio daña también a los
misóginos, pues sujetos como los dos a que hago referencia ( el ex Senador y el
actual diputado presidente de la AN), viven en un caldo de apatía, rabia
enfermiza, malestar y sospecha que los convierte en permanentes candidatos al
mal.
El problema con todo discurso de odio, es que es un pensamiento
negativo y destructivo que tiene como fin dañar a ese alguien odiado, que puede
desembocar en horrores como el holocausto judío o la quema de millares de
mujeres por “brujas”.
Sus manifestaciones no andan hoy muy lejos, como demuestra el
feminicidio creciente en Centroamérica o los espantosos asesinatos de mujeres
en Ciudad Juárez y en el nivel cotidiano
a los crímenes “pasionales” que aparecen en las notas rojas de los
diarios, donde nunca se ha registrado que ningún marido haya sido asesinado a
balazos mientras lavaba platos.
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