Monseñor Montes de Oca
UN OBISPO VENEZOLANO
FUE FUSILADO EN ITALIA
Además, de haber terminado su vida como mártir al ser fusilado por
los nazis en el norte de Italia en 1944, monseñor Salvador Montes de Oca es uno
de los más ilustres y valientes prelados que haya dado la Iglesia católica en
nuestro país.
Nacido en Carora, estado
Lara, el 21 de octubre de 1895, desde
joven destacó por sus virtudes cristianas y una temprana vocación al sacerdocio
que encaminó en el seminario Pio Latino de Roma y concluyó en Venezuela, para
ser designado en 1927, recién cumplidos los 32 años de edad, obispo de
Valencia.
La fortaleza de sus convicciones lo llevó en sucesivas
oportunidades a desafiar el rigor del régimen gomecista. En 1928, en episodio reivindicado por el gran
poeta Andrés Eloy Blanco, el obispo Montes de Oca visitaba a los estudiantes
presos en el castillo de Puerto Cabello, expresándoles todo su afecto y
solidaridad, y en su diócesis eran reiteradas sus demostraciones de afecto y
respaldo a perseguidos políticos, lo que pronto lo coloca en la mira de la
terrible dictadura, ejercida por ese tiempo por uno de los tantos “títeres” que
fingirían de “Presidente”, remitiéndose a cumplir a pie juntillas, las órdenes
del verdadero amo del poder, Juan Vicente Gómez.
En 1929, monseñor Montes de Oca cumpliendo fielmente sus deberes
pastorales de orientación a la feligresía, hizo pública la posición de la
Iglesia sobre el matrimonio, lo que significaba la condena del divorcio y de
las uniones de hecho, lo cual fue interpretado por el propio “Presidente” en
funciones, como una alusión directa a la situación de “amancebamiento” en que
vivían muchos de los altos funcionarios, incluyendo el propio Juan Vicente
Gómez.
El mandatario, en consejo de ministros, dictó un decreto de
expulsión de monseñor Montes de Oca del territorio nacional, acusándolo de
desafiar e instigar al desacato de las leyes venezolanas, que preveían la
disolución del matrimonio civil mediante el divorcio. La jerarquía católica y
el nuncio de Su Santidad, interceden para tratar de revocar la medida e impedir
que se convierta en motivo de fricciones con el Gobierno, pero el “Presidente”
doctor Juan Bautista Pérez se negó a revisar la decisión, por lo que el obispo
de Valencia salió expulsado a Trinidad y más tarde se trasladó a Roma, donde lo
recibe en audiencia el papa Pio XI.
En 1929, vuelto Gómez al ejercicio directo de la Presidencia,
decidió permitir el regreso del ilustre caroreño a Venezuela, quien se
reintegró a su diócesis, a la que renuncia tiempo después, y tomó la decisión
radical de consagrarse al enclaustramiento bajo la orientación de la orden de
los Cartujos en el monasterio de la Farneta, en Italia, donde lo sorprendió la
Segunda Guerra Mundial.
En 1942, cuando Venezuela adhiere la posición continental de
respaldo a los aliados y de ruptura de relaciones con los países del Eje
–Alemania, Italia y Japón-, el Gobierno decidió facilitar el retorno de sus nacionales en esos
países a fin de ponerlos a salvo de posibles represalias. Monseñor Montes de
Oca fue requerido por el encargado de negocios en el Vaticano Leonardo Altuve
Carrillo, para que se acogiera a la repatriación, pero el Prelado se negó
rotundamente.
Entre tanto, los alemanes, en su retirada del norte de Italia,
practicaban la política de “tierra arrasada”, y frente a las acciones cada vez
más organizadas y frecuentes de los denominados “partisanos”, impusieron
represiones indiscriminadas.
Tocó a monseñor Montes de Oca ascender al altar de los mártires
cuando bajo la acusación de esconder elementos de la resistencia armada en el
convento de los Cartujos, brigadas de las SS nazis asaltaron el monasterio y
procedieron a fusilar a los religiosos, entre ellos al distinguido prelado
caroreño, quien como signo inevitable de su existencia y su compromiso
libertario terminaría supliciado por los fanáticos del totalitarismo.
El cadáver fue arrojado a una fosa común, pero
en 1947 fueron reconocidos sus restos y actualmente se encuentran enterrados
bajo el presbiterio de la Catedral de Valencia.
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