Y entonces ¿Qué eran?
HASTA HACE 87 AÑOS EN
CANADA
LAS MUJERES NO ERAN PERSONAS
El 18 de octubre de 1929, las mujeres canadienses alcanzaron la
consideración de “personas”.
El British North America Act (BNA) de 1867 utilizaba la palabra
‘personas’ cuando se refería al plural y la palabra ‘él’ (en masculino) cuando
se trataba de una individualidad, ya fuera masculina o femenina. ¿Ustedes
entienden eso?
Aunque en 1916 la circunscripción de la provincia de Alberta
aprobó la legislación que concedía el voto al sexo femenino, y los grupos
sufragistas presionaban para elegir una mujer para el Senado, el gobierno
canadiense basaba su negativa en argumentaciones metafísicas que nos recuerdan
a la Edad Media y las discusiones teológicas sobre si las mujeres tenían o no alma. ¡Qué barbaridad!
En la Biblia, alma es sinónimo de vida. Y a veces, al hablar de personajes que
estuvieron a punto de perder la vida, la Biblia dice que su “alma” estuvo en
peligro (Éxodo 4:19; Jueces 9:17; Filipenses 2:30).
Conocer ese sentido de la palabra ”alma” nos ayuda a entender mejor algunos
versículos bíblicos. Por ejemplo, en Génesis 35:18 se dice que el alma de cierta mujer fue
“saliendo”, o que ella estuvo “exhalando el alma”. Esta es una figura retórica
que comunica la idea de que la vida de aquella mujer estaba acabando. Por eso,
algunas traducciones dicen en este versículo que la mujer estaba “dando el
último suspiro” (La Biblia Latinoamérica, 2011).
Lo que a todas luces quiere decir que si la mujer está viva es
porque tiene alma, y en esto el gobierno de Canadá, país calificado
mundialmente como “Desarrollado”, ha venido aplicando prácticas y conceptos que
eran válidos en tiempos de las bárbaras naciones, cuando se consideraba
que la mujer y el esclavo tenían la
misma categoría.
En 1927 Emily Murphy, la primera jueza del Imperio Británico, en
su primer día como magistrada tuvo que oír que el abogado de la acusación
impugnó una decisión porque ella no era una “persona” y por tanto no estaba
cualificada para desempeñar las
funciones de jueza.
Este fue el detonante para que ella, Emily Murphy, y otras
cuatro mujeres: Nellie McClung, Irene Parlby, Louise Mac Kinney y Henrietta
Muir Edwards, plantearan a la Corte Suprema la siguiente pregunta:
“La palabra “persona” en el
artículo 24 de la Ley de BNA ¿incluye a las personas de sexo femenino?”.
Al cabo de cinco semanas, la Corte Suprema de Canadá falló que
la palabra “persona” no incluía a las
mujeres.
Ellas se negaron a aceptar esta decisión y plantearon el caso
ante el Consejo Privado que era en aquellos momentos el más alto tribunal de
Canadá.
El 18 de octubre se anuncia la decisión de los cinco lores que
integraban el citado Consejo:
“La exclusión de las mujeres de todas las oficinas públicas es
una reliquia de tiempos más bárbaros que los nuestros. Y a los que preguntan
por qué en la palabra “persona” se debe incluir a las mujeres, la respuesta
obvia es ¿por qué no?.”
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