sábado, 17 de diciembre de 2016

LOS 58 AÑOS DE LA AUTONOMIA UNIVERSITARIA EN VENEZUELA


LOS 58 AÑOS DE LA AUTONOMIA
UNIVERSITARIA EN VENEZUELA
El 18 de diciembre de 1958, se decretó formalmente en Venezuela la autonomía universitaria. Posteriormente, en 1991, la Federación de Profesores Universitarios (FAPUV) y el Consejo Nacional de Universidades (CNU), decretaron formalmente la celebración de este día a nivel nacional.
La ley fue enmendada el dos de septiembre de 1970, y promulgada por el Presidente Rafael Caldera el ocho de septiembre del mismo año.
La aprobación de la Ley de Universidades significó el establecimiento de la autonomía académica, administrativa y electoral, además de beneficios para los estudiantes, profesores y personal obrero, quienes vivieron años de persecución y censura durante el mandato de Marcos Pérez Jiménez.
Asimismo, con esta ley las autoridades universitarias obtuvieron la potestad de administrar de manera independiente los recursos asignados por el Estado de acuerdo a las necesidades de cada recinto educativo y su personal.
Con la llegada de la Revolución, las políticas implementadas  permitieron la reivindicación salarial, así como las mejoras a las casas de estudios e incremento sustancial de la matrícula para mayores oportunidades de estudios superiores a la población estudiantil venezolana.
La autonomía universitaria es una de esas instituciones que, no obstante ser por definición esenciales, despiertan, sin embargo, agudas controversias. Desde su aparición, con el nacimiento mismo, en la Edad Media, de la universidad como centro fundamental de la educación y la cultura, ha sido un tema permanente de debate. Quizás eso se deba a que, sin ser propiamente un ente político, la universidad, y con ella la idea de su autonomía, siempre han estado vinculadas a la política.
Y es sintomático el hecho de que grupos e individualidades, ajenos u opuestos a los gobiernos de turno, vehementes defensores de la autonomía universitaria, una vez que acceden al poder se tornan sus enemigos abiertos o velados, muchas veces con encono igual o superior a la vehemencia con que antes la defendieron. Que la autonomía es consustancial con el concepto de universidad se evidencia por el hecho de que  ella nace con la universidad.
Hasta su reforma parcial, en 1970, nuestra Ley de Universidades consagró de la manera más amplia la autonomía. En ese sentido fue única en el mundo y en la historia de la autonomía universitaria, porque aun en los sistemas autonómicos más avanzados siempre ha habido algún resquicio legal que permite a los gobiernos intervenir en la dirección y funciones de las universidades.
El único expediente del Gobierno venezolano para inmiscuirse en la vida de las universidades fue el allanamiento de la autonomía y la intervención de facto, de evidente carácter ilegal. Que fue precisamente lo que ocurrió en 1970, cuando era presidente Rafael Caldera,  y había ocurrido también en 1960, en el mandato de Rómulo Betancourt, es decir,  durante los gobiernos del bipartidismo adeco-copeyano.
Finalmente, el largo proceso cumplido en nuestro país por la autonomía universitaria tuvo su feliz culminación en 1999, cuando, en la Constitución dictada ese año se consagró, en los términos más amplios imaginables, el régimen autonómico, tal como se define en el art. 109: “El Estado reconocerá la autonomía universitaria como principio y jerarquía que permite a los profesores, profesoras, estudiantes, egresados y egresadas de su comunidad dedicarse a la búsqueda del conocimiento a través de la investigación científica, humanística y tecnológica, para beneficio espiritual y material de la Nación. Las universidades autónomas se darán sus normas de gobierno, funcionamiento y la administración eficiente de su patrimonio bajo el control y vigilancia que a tales efectos establezca la ley. Se consagra la autonomía universitaria para planificar, organizar, elaborar y actualizar los programas de investigación, docencia y extensión. Se establece la inviolabilidad del recinto universitario. Las universidades experimentales alcanzarán su autonomía de conformidad con la ley”.
Es crucial para el destino de las universidades venezolanas, lo mismo que para el cabal desempeño ante ellas de los organismos del Estado y del Gobierno, definir la relación que deba existir entre la autonomía universitaria y el sistema socialista que supuestamente se está tratando de construir hoy en Venezuela.
La confusión ideológica que el proceso político durante los últimos años ha producido en nuestro país, ha generado un inmenso desprestigio de la doctrina y del sistema socialistas, a los cuales se tiende a definir como esencialmente antidemocráticos. Nada, sin embargo, más falaz.
Ello implica una equivocada identificación del socialismo con el totalitarismo, confusión alimentada por la experiencia de los regímenes del llamado socialismo real que imperó en numerosos países durante un buen trecho del siglo XX.
Ningún sistema político-social requiere de la autonomía universitaria como el verdadero socialismo, puesto que el conocimiento científico y tecnológico tiene que ser, necesariamente, uno de sus instrumentos fundamentales en el propósito de fundar una nueva sociedad, libre de penurias y de injusticias. Y el fomento de las ciencias y de la técnica es función primordial de la universidad autónoma y democrática. Sólo las dictaduras primitivas y el autoritarismo totalitario pueden ser refractarios a la autonomía universitaria.

¿Que esto es una utopía? Puede ser. Después de  todo,  la utopía ha sido el verdadero motor de la historia. Y es definitorio del espíritu humano no conformarse nunca con lo que se tenga, por bueno que sea, sino aspirar siempre a algo mejor.

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